Durante varios meses el año pasado, a Erwiana Sulistyaningsih la tenían como prisionera en la casa de Law Want-tung, una mujer de 44 años de edad y madre de dos hijos, quien regularmente la privó de alimentos, de dormir y de su pago por largas horas de trabajo agotador.
Después del veredicto, Erwiana agradeció a las personas que la apoyaban y pidió a los gobiernos de Hong Kong e Indonesia que hicieran más para proteger los derechos de los trabajadores migrantes.
«Lo que espero, al igual que mis compañeras de trabajo doméstico, solo es un trato justo y humano, así como que la gente deje de tratarnos como esclavas», dijo.
Law fue declarada culpable de lesiones corporales graves, agresión común y de no pagar los salarios de Erwiana o de no darle sus días de descanso obligatorios. La sentencia ha sido aplazada hasta el 27 de febrero para darle tiempo a la defensa a fin de que recopile referencias personales e informes psicológicos.
El fallo
Al emitir su veredicto, la jueza Amanda Woodcock describió a la víctima de 23 años de edad como «una joven sencilla que intentó mejorar su vida financieramente y la de su familia».
Ella dijo que Erwiana no tenía ningún motivo para inventar la evidencia, y que el abuso había sido tan frecuente y durante un largo período de tiempo, que era razonable que la joven criada no pudiera recordar fechas específicas.
Woodcock dijo que Erwiana creía que estaba bajo vigilancia todo el tiempo y que creyó las amenazas hechas por Law de que mataría a su familia si le contaba a alguien sobre el abuso. «La volvieron sumisa y más servil», dijo Woodcock.
Siete meses de abuso
Erwiana comenzó a trabajar en la casa de Law en mayo de 2013. Sin embargo, en un mes ella trató de escapar, porque no le habían pagado sus salarios.
Según se declaró en el tribunal, ella llamó al guardia de seguridad del edificio, quien contactó a su agencia. Posteriormente, una mujer indonesia se presentó y se la llevó de vuelta al apartamento, diciendo que no necesitaba buscar un nuevo empleador.
Fue entonces cuando empezó el abuso físico.
Empezó con puñetazos, luego pasó a golpes con un palo de trapeador, con perchas y con la varilla de una aspiradora.
Para el próximo mes de enero, ella se había debilitado demasiado como para poder trabajar y fue escoltada por su empleadora hasta el aeropuerto con un boleto de ida, quien le dijo que usara un pañal porque estaba demasiado enferma como para poder levantarse.
«(Law) me pidió que me pusiera seis capas de ropa y dos pares de pantalones», dijo Erwiana en el juicio. «También me pidió que me pusiera pañales desechables porque no podía ir al baño porque estaba muy débil. Me maquilló para que no pareciera como alguien que acababa de ser torturada».
También repitió las amenazas de matar a sus padres si le contaba a alguien sobre el abuso, dijo Erwiana.
Peticiones para hacer cambios
Incluso antes del juicio, el caso de Erwiana se convirtió en una causa célebre para los activistas que dicen que las normas de Hong Kong que dictaminan que los trabajadores domésticos residan en las casas de sus empleadores, exponen a cientos de miles de trabajadores extranjeros —en su mayoría mujeres— a posibles abusos.
En abril pasado, Erwiana fue nombrada por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes del mundo, elogiando su valentía al atraer la atención a «la difícil situación de una población vulnerable que a menudo es invisible».
El gobierno de Hong Kong comenzó a permitir que trabajadores domésticos extranjeros trabajaran en el territorio de China en la década de 1970 para suplir la escasez de personal local. Ahora, alrededor de 320.000 personas vienen aquí de Indonesia y Filipinas, así como de otros países asiáticos, para ganar más dinero de lo que podrían ganar en su país de origen.
Muchas de las que llegan a través de agencias directamente desde sus países de origen no conocen a su empleador antes de firmar un contrato de dos años, en el que se requiere que vivan y trabajen en sus hogares. Se les paga un salario mínimo de 4.110 dólares de Hong Kong (530 dólares estadounidenses) por mes y por ley solo tienen derecho a un día libre a la semana.
Después del veredicto, Amnistía Internacional dijo que el caso debe servir como una «llamada de atención» para que el gobierno detenga la «explotación generalizada» de las trabajadoras domésticas.
«Las autoridades de Hong Kong ya no pueden cerrar los ojos a la realidad y hacer caso omiso de los terribles abusos como incidentes aislados», dijo Norma Kang Muico, investigadora de derechos de los migrantes de la región Asia-Pacífico de Amnistía.
Amnistía dice que las trabajadoras se encuentran bajo presión para permanecer en situaciones de abuso porque la ley de Hong Kong exige que dejen la ciudad dentro de las dos semanas siguientes de terminado su contrato, en caso de no encontrar un nuevo trabajo.
Abuso impactante
Durante el juicio, Erwiana le dijo a la corte que el único momento en que se le permitía descansar era de 1 a 6 de la tarde. La hacían limpiar las puertas a las 3 de la mañana, dijo, para que los vecinos no la vieran.
Desesperadamente hambrienta, dijo que en una ocasión tocó la puerta de un vecino y pidió comida. Él cerró la puerta de inmediato. Erwiana dijo que los niños de Law escucharon por casualidad y le dijeron a su madre, quien posteriormente la amenazó de nuevo.
Erwiana dormía en el suelo; movía la aspiradora y las bolsas de libros para hacer espacio para acostarse cuando se le permitía. Durante el día, estaba tan cansada que al menos en una ocasión se quedó dormida mientras pasaba la aspiradora.
Su empleadora, Law, agarraba la aspiradora, dijo, y se la metía en la boca, girándola para que así el tubo de metal le cortara los labios y su «boca sangraba».
En otra ocasión, cuando se quedó dormida mientras pasaba la aspiradora, Erwiana dijo que Law la desnudó en el baño y le roció agua fría. Cuando apagaba el agua, la obligada a permanecer desnuda delante de un ventilador. Después de una a dos horas, se le permitía ponerse la ropa y volver a trabajar, según se declaró en el tribunal.
¿Por qué nadie se dio cuenta?
Law y Erwiana no eran las únicas que vivían en el apartamento durante el abuso.
Los dos hijos de Law —su hijo Edmund Tsui Wing-kit, de 18 años, y su hija de 16 años de edad, a quien se le hace referencia únicamente como «Kelly» para proteger su identidad— no presentaron ninguna prueba en contra de su madre. Tsui testificó que ella era «amable» con las criadas. Su hermana dijo que ella no prestaba mucha atención.
Erwiana dijo que el esposo de Law nunca estaba allí y que solo lo había visto en fotografías viejas de la boda que estaban en el apartamento.
Durante el interrogatorio de la defensa, Erwiana se molestó cuando se sugirió que ella estaba inventando las amenazas. ¿Por qué no pidió ayuda?
Erwiana dijo que era porque no lo dejaban salir, le habían quitado su pasaporte y temía que Law cumpliera sus amenazas de matar a su familia. Ella trató de escapar en dos ocasiones; ambos intentos fracasaron. Su empleadora controlaba cada uno de sus movimientos, dijo, incluso por medio de circuito cerrado de televisión a través de su teléfono móvil cuando ella no estaba allí.
No es la única…
Otras dos empleadas domésticas estaban involucradas en el caso, quienes afirmaron que ellas también fueron víctimas de agresión e intimidación criminal mientras trabajaban en la casa de Law.
La jueza Woodcock declaró a Law culpable de agredir y amenazar a Tutik Lestari Ningsih en algún momento entre abril de 2010 y marzo de 2011. Sin embargo, dictaminó que Law no era culpable de los mismos delitos en contra de otra empleada doméstica, Nurhasanah, en el 2011.
Cómo fue expuesto el abuso
Cuando la empleadora de Erwiana la escoltó hasta el aeropuerto a principios de enero de 2014, otras mujeres indonesias notaron su condición y la presionaron para que les dijera lo que había sucedido.
Una de ellas, Riyanti, le dijo a CNN que Erwiana trató de decir que las cicatrices y piel ennegrecida se debía a las alergias, antes de admitir: «Fui torturada».
Las afirmaciones de Erwiana resultaron en protestas en Hong Kong, demandas de justicia y peticiones para que se cambie la ley en cuanto a que las empleadas domésticas extranjeras vivan fuera de la casa de sus empleadores.
Después del veredicto, Erwiana dijo que no iba a volver a Hong Kong y a su antigua vida como empleada doméstica. «Mi cuerpo ya no es tan fuerte. Ser una empleada doméstica es un trabajo pesado que necesita fuerza y energía», dijo.
Ella dijo que le ofrecieron una beca para estudiar en una universidad privada y planea terminar la escuela, con el objetivo de ayudar a otras víctimas de abuso.
«Tengo el sueño de establecer una fundación que ayude a otras trabajadoras migrantes», dijo.