Por Luis Bond / @luisbond009
Adaptar un best-seller a la gran pantalla es un arma de doble filo… sobre todo cuando se trata de la trilogía más controversial y leída de los últimos tiempos. Si bien es cierto que la primera regla al llevar un libro al cine es que la película debe sostenerse por sí misma, el alma del relato -si la transición es buena- debería mantenerse intacta.
Una difícil tarea por parte del guionista y todavía más complicada para el director y que posee características titánicas cuando se trata de literatura erótica (donde el feeling de la narración debe ser transformado a imágenes). Con un gran peso sobre sus espaldas llega a nuestras salas de cine una de las películas más esperadas del año: 50 Sombras de Grey (50 Shades of Grey), un film que marcó un hito en términos de recaudación, pero que termina decepcionando a los fans del libro y al público en general por su puesta en escena pacata, distando muchísimo de la supuesta perversidad de la que se ufana el libro.
Basada en la novela homónima de E.L. James, 50 Sombras de Grey narra una relación sadomasoquista entre la joven Anastasia Steele (Dakota Johnson) y el multimillonario Christian Grey (Jamie Dornan).
La historia comienza, cuando Anastasia va hacerle una entrevista a Christian por un trabajo y este queda prendado de ella. Desde ese momento, Christian colmará de atenciones a la joven Anastasia hasta seducirla y enseñarle su verdadero rostro: detrás de la fachada de hombre exitoso y controlador, Grey es un tipo atormentado con preferencias sexuales sadomasoquistas en las que desea iniciar a la joven. Desde ese momento, comienza una relación amor-odio entre Anastasia y Christian donde el amor y el sexo se confunden en un juego de poderes destructivo… O al menos esa es su premisa, porque su desarrollo -visual y narrativo- es completamente vacío.
50 Sombras de Grey pudo haber sido un experimento interesantísimo de haber caído en manos de un director más arriesgado. Lastimosamente, lejos de ser un tratado acerca de la perversidad, se transformó en una soft porn con una trama inconsistente y personajes planos.
Las tan esperadas escenas de sexo caen en un cliché narrativo y visual (cámara lenta, juegos con sombras, piel, planos cerrados, gemidos). De hecho, si las comparamos con otras escenas eróticas en el cine contemporáneo (como las de 300, Watchmen o Shame… y ni hablar de Nymphomaniac) 50 Sombras de Grey queda como una película santurrona e inocente -además, en sus 2 horas de metraje sólo hay 20 minutos de sexo.
Su fracaso se debe a la falta de pericia de su guionista y su directora, ambas estrenándose en la gran pantalla, con actores casi desconocidos y con la responsabilidad en sus hombros de hacer una película que podría balancearse entre la pornografía hardcore y el erotismo perverso. Como era de esperarse, el libro -o, por lo menos eso sostienen sus fans- terminó devorando la película y haciéndola quedar como una parodia barata de todo lo que vende.
El cast funciona (me pareció inteligente la decisión de tomar caras nuevas para encarnar a los protagonistas del libro), el problema de fondo es de guión y caracterización. Dakota Johnson no está mal, se esfuerza por parecer inocente, es fresca y en las escenas eróticas da lo mejor de sí. El problema es la transición de su personaje de ser una joven virgen e inocente a una sumisa masoquista por amor. De haber tenido un arco dramático más consistente en el guión su actuación no se sostendría en el aire.
Por otro lado, Jamie Dornan encarna un personaje que intenta ser complejo, pero sin ninguna justificación dramática más allá de un diálogo escueto. Si su apariencia física es o no lo que las mujeres imaginaban es lo de menos, lo que lo hunde es su actuación al intentar darle vida a algo que no lo tiene en el papel. En pocas palabras, Christian Grey pasa de ser un misterio a ser una caricatura del supuesto misterio que lo rodea. Del resto, todos los personajes secundarios -como la familia de Anastasia y la de Christian, sus amistades y demás- pasan por adornos del set.
A pesar de su abultada taquilla y toda la controversia que la rodea, 50 Sombras de Grey es la gran decepción del año. Contra todo pronóstico, la saga Crepúsculo es rato largo más consistente y mejor adaptada a la pantalla grande. La única manera de salvar sus siguientes entregas del fracaso es cambiar radicalmente de directora y guionista, colocando a alguien que lleve a sus sucesoras al terreno de la perversidad que vende. Lo que podría haber sido una revisión contemporánea de El imperio de los sentidos, se transformó en un melodrama de softporn inconsistente. Lo único bueno que nos deja es una lluvia de memes en las redes sociales para reírnos de ella.
Lo mejor: el soundtrack está bueno. El esfuerzo de Dakota Johnson por intentar sostener la película (aunque se viene abajo en todas sus interacciones con Jamie Dornan). A pesar de sus malos reviews, en su primer fin de semana recaudó más del doble de su presupuesto.
Lo malo: el guión la hunde por completo, desde la falta de motivación de sus personajes hasta sus diálogos que terribles. La completa ausencia de malicia en las escenas eróticas, no ofrece absolutamente nada nuevo y, por momentos, peca de inocente en comparación con otros films.