Ni al Gobierno ni a la oposición democrática le puede interesar que Maduro sea desalojado por la fuerza de Miraflores
Algunos sectores de la oposición se han planteado la estrategia de salida de Nicolás Maduro de la presidencia al margen de los procesos electorales. Hay quienes hablan de renuncia y otros del 350. Así que no tiene por qué asombrar, o generar dudas, que cada cierto tiempo se tenga conocimiento de que han ocurrido o se han proyectado actos de violencia de calle y tentativas de golpe de Estado. Después de todo, estos son los únicos mecanismos que permitirían alcanzar, en la realidad venezolana de hoy, el objetivo señalado. Toda estrategia tiene su método. Si alguien tiene una idea y la considera correcta, lo lógico es pensar que va a actuar en consecuencia. Más bien debería extrañar que hasta ahora no hayan ocurrido eventos más graves.
En este contexto, lo más inquietante no es el reciente movimiento desmantelado, sino lo que pudiera venir. Ni al Gobierno ni a la oposición democrática le puede interesar que Maduro sea desalojado por la fuerza de Miraflores. El interés nacional se inscribe en la continuidad institucional, que se asienta en la voluntad popular expresada mediante el voto y se encauza por la vía de los procesos comiciales ya previstos. Por lo tanto, cada uno de estos factores, Gobierno y oposición democrática, está en la obligación de hacer lo que esté a su alcance para impedir el éxito de una asonada, sea ésta de carácter duro o revista formas aterciopeladas.
Del lado de la oposición, en ocasión de los planes dados a conocer el 12 de febrero, los voceros de la Mud se expresaron públicamente reafirmado su estrategia electoral. Sin embargo, no condenaron directamente la conspiración del grupo de oficiales detenidos ese día. En realidad, nada hubiera perdido la Mud si hubiera desaprobado estos hechos, sin necesidad de renunciar a las críticas y cuestionamientos al Gobierno. Esta conducta dubitativa le brinda de manera objetiva piso social a los grupos que apuestan a una “transición” en lugar del camino de una alternancia electoral.
En cuanto al Gobierno, tiene la primera responsabilidad de actuar para evitar nuevos acontecimientos. Para ello debe, obviamente. atender la coyuntura y las acciones de desestabilización. Pero sobre todo está en la obligación de desmontar los elementos de malestar y preocupación que crean el clima propicio para el complot y la conjura. La situación económica pesa mucho y genera incertidumbre. La escasez y la inflación deben ser controladas. Es urgente acelerar las decisiones macroeconómicas para establecer un marco claro para la actividad empresarial, crear un clima de confianza con el sector productivo y mejorar el desempeño del sector público. Si el Gobierno falla y la Mud juega a dos tableros, vendrían tiempos de tinieblas.
Leopoldo Puchi