La estrategia de la transición adelantada por un sector de la oposición se ha planteado sacar a Nicolás Maduro de la presidencia por mecanismos distintos a los electorales. Con esta política están en desacuerdo la mayoría de las organizaciones que conforman la MUD, partidarias de apostar al escenario electoral, razón por la cual PJ, AD y UNT, entre otros partidos, no firmaron el documento de la transición.
Para alcanzar el objetivo propuesto por esta estrategia se considera inevitable que ocurran actos de violencia de calle y se organicen acciones en el seno de la FANB que pudieran resquebrajar su respaldo al Gobierno, puesto que Nicolás Maduro ha anunciado que no renunciará espontáneamente. Este tipo de acciones estarían “justificadas por las circunstancias que vive el país”, que autorizarían la utilización de diferentes formas de lucha, legales e ilegales. A las figuras públicas de este sector les correspondería formular un discurso de validación y fomentar un ambiente propicio, a la manera de los llamados “notables” cuando Carlos Andrés Pérez. Ya se sabe lo que ocurrió.
¿Por qué está radicalización de ese sector de la oposición? Porque, a su manera de ver, están dadas las condiciones para deponer por la fuerza a Maduro, ya que existen grandes problemas económicos que se expresan en inflación y escasez, y que las encuestas muestran un malestar social e indican una disminución pronunciada de la popularidad del Presidente.
El avance del plan de la transición ha sido momentáneamente detenido o pasmado en su evolución por el movimiento de piezas que realizó el Gobierno el 12 de febrero al contraatacar con el anuncio de que había develado una operación concreta que tendría se iniciaba ese día, en la que estarían comprometidos directamente varios oficiales de la FANB, que ya han sido capturados. A esta primera reacción gubernamental habría que añadir las detenciones de dirigentes políticos y las amenazas que pesan sobre otros miembros de la oposición.
Si bien con estas medidas el Gobierno ha tenido éxito en desacelerar el empuje de la estrategia que analizamos, todo indica que ha tenido que pagar un costo elevado desde el punto de vista de la opinión pública nacional e internacional, ya que no es fácil en estos casos evidenciar una vinculación inmediata entre el discurso y los hechos, los cuales, por lo demás, han sido presentados de manera confusa e imprecisa. Estas circunstancias pueden perjudicar al Gobierno en el otro tablero donde también se juega el poder: las elecciones. Una suerte de simultánea y entrelazada partida de ajedrez. Dos tableros en uno.
Leopoldo Puchi