Cuatro ciudadanos norteamericanos fueron deportados a su país por supuestos actos conspirativos. A pesar de los momentos vividos, quieren volver al estado Aragua
El presidente Nicolás Maduro dijo la noche del martes pasado que no se considera antiestadounidense, sino antiimperialista, pero ser ciudadano estadounidense parece ser un delito si vives en Venezuela. Al menos así lo sintieron los misioneros norteamericanos detenidos durante varios días en el país, sin motivo aparente.
“Fue un poco aterrador pero supongo que sentimos que nos guiaba la mano de Dios”, afirmó Desiree Bouvette, estilista profesional de 51 años, una de los cuatro misioneros detenidos y posteriormente liberados por las autoridades venezolanas.
Ella y sus compañeros debieron atravesar momentos de tensión, que incluyeron interrogatorios y otras prácticas, luego de las nuevas fracturas que sufrieron las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Estados Unidos.
El fin de semana pasado, Maduro informó que habían detenido a varios estadounidenses en territorio venezolano por dedicarse, supuestamente, a conspirar contra su gobierno.
Hasta ahora, parece que hace falta un glosario de términos para determinar el concepto de esos llamados actos conspirativos. Las autoridades oficialistas mencionan que se trata de, entre otras cosas, cartas de transición y actos subversivos dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
Sin embargo, estos misioneros dieron sus testimonios y explicaron desde Dakota del Norte, a donde llegaron el martes, que sólo se dedicaban a ayudar a los venezolanos residentes en estados como Aragua.
En esa entidad, específicamente en Ocumare de la Costa, el grupo de la Iglesia Evangélica Libre Bethel en Devils Lake se dedicaba desde hace años a entregar medicinas y auxiliares auditivos a los más necesitados.
La detención
La razón de la aprehensión de estos misioneros sería la falta de una supuesta visa de trabajo, un requisito que nunca antes les solicitaron. “Hubo demasiada exageración, pero no quiero especular”, dijo al respecto el líder del grupo, Arlynn Hefta.
El estadounidense de 62 años forma parte de una empresa que vende auxiliares auditivos en Dakota del Norte. Al ser cuestionado sobre su detención, contó que soldados venezolanos armados con fusiles llegaron a la iglesia donde habían levantado una clínica.
La acción no pasó desapercibida para unos 300 pobladores que procedieron a rodear el sitio para evitar que se llevaran a los misioneros. “Nos dijeron ‘los estamos protegiendo, y no vamos a permitir que estos soldados se los lleven»”, narró Hefta.
Los misioneros cooperaron para evitar heridos y fueron trasladados hasta un puesto militar en Maracay, donde los interrogaron y pasaron hasta 30 horas sin dormir, según ellos mismos contaron.
Entre los norteamericanos se encuentran Desiree Bouvette, estilista profesional; Kermit Paulson, veterano militar; y el doctor Russ Petty, médico familiar.
Estos cuatro ciudadanos fueron deportados y no pueden volver a Venezuela en dos años. A pesar de ello, estas personas manifestaron su deseo de volver para ayudar a la “familia venezolana”.
A medios norteamericanos como The Washington Post les preocupa que el presidente Maduro haya importado estas prácticas de Cuba y los Castro, considerando que este episodio ocurrió pocos días después de una visita del mandatario venezolano a La Habana. AP
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