Aunque suelo ser alérgico a estos análisis determinísticos, confieso que este no es descabellado
Confieso que, aunque suelo ser alérgico a estos análisis determinísticos, este no es descabellado. La historia indica que hay una clara correlación entre evaluación de gestión del Presidente y los votos obtenidos por su partido. En el escenario más agresivo, el partido de gobierno ha obtenido un máximo de cinco puntos porcentuales por encima de la popularidad del Presidente, lo que indica que si las elecciones fueran hoy, el PSUV no debería sacar más de 30 por ciento de los votos totales.
Si consideramos, además, que la crisis económica tiende a empeorar y la respuesta del gobierno ha sido inadecuada, parece que sus opciones de recuperación de popularidad son pocas. La conclusión aparente es que si se realizan elecciones este año, la oposición debe ganar.
Pero, ¿qué cosas podrían hacer menos evidente esta conclusión?
1) El conejo del sombrero: Suelen llamarlo el «Black Swan» y se refiere a un evento extraordinario, inesperado e improyectable, que cambia la tendencia natural del mercado. No es posible predecirlo pero sería familia de las misiones que permitieron a Chávez reconectar su popularidad perdida antes del referéndum. O del Dakazo que hizo el milagro de la multiplicación del respaldo a Maduro, cuando nadie daba medio por él. O del rescate de popularidad de Samper en Colombia, luego de que EEUU le quitara su visa y unificara a los colombianos a su alrededor. Ya sé que cada circunstancia es distinta, pero ellas a su vez eran inesperadas en su momento y el fenómeno ocurrió. No creo que la probabilidad de este hecho sea la más elevada y no logro imaginarme la ruta de acción para rescatar esa popularidad en el medio de una crisis de esta magnitud, pero no se puede descartar.
2) La división: existen fuerzas divisionistas dentro de la oposición, que se acentúan paradójicamente cuando el triunfo es más probable. Las batalla por las listas y los cupos. Los nombramientos fuera de primarias (que pueden ser indispensables, pero sin duda conflictivos). Las provocaciones oficiales a los radicales que suelen comer casquillo. Todos son riesgos relevantes. Cabe señalar, sin embargo, que pese a haber sufrido estas tensiones en el pasado, la experiencia indica que los opositores son capaces de unificarse antes de la elección.
3) Si bien la brecha entre gobierno y oposición es relevante, una ruta que el gobierno podría probar es la de estimular la abstención opositora, con lo que los números reflejados en las encuestas se afectarían notablemente ya que mientras más abstención ocurra, más alta es la reconversión porcentual del chavismo, pudiendo llegar a números donde el efecto de los circuitos si funcione su favor. Una ruta para provocar esa abstención es reforzar la tesis de los opositores radicales, que plantea que es imposible ganar una elección al chavismo porque hace trampa, manipula el proceso, crea votos y si perdiera jamás entregaría. No voy a analizar la validez de esa tesis, pero es claro que si la mayoría de los opositores terminan creyéndola, su disposición a votar baja y la abstención se amplifica, con lo que el impacto negativo sobre la oposición luciría evidente.
¿Puede ganar entonces la oposición? Sí, pero sería la misma respuesta si la reformulamos al revés. Depende de cómo la juegue la oposición y si entiende finalmente una premisa fundamental: la pregunta, interesante, de si este gobierno sale por los votos es mucho menos potente que el hecho concreto que afirma que este gobierno no sale sin ellos.