«El pueblo llegó a este Palacio para no irse más», dijo, entre otras cosas, Hugo Chávez cuando en la madrugada del 14 de abril de 2002 se dirigía al mundo desde el palacio de Miraflores luego de haber sido rescatado por un grupo de oficiales patriotas que obedeciendo a la orden del pueblo en la calle, colocaba al Comandante en su santo lugar. Dos días antes, como lo sabe la humanidad, había sido depuesto por la combinación pérfida del imperialismo internacional y la derecha enquistada en nuestro país.
Chávez, quien siempre fue certero intérprete del sentimiento popular, tuvo también en ese instante una lectura exacta del momento, histórico por demás. Diríamos nosotros que el pueblo hizo del país todo un gran palacio al que ha defendido, de día y de noche, hasta entregando la vida como lo demuestran los hechos y como lo registra la historia.
En cuanto a la oposición, no sólo decidió validar su opción desestabilizadora sino que la fortaleció aunque el Comandante esa misma madrugada la instó a organizarse, a hacer «política seria, justa y leal con el país»; a no caer «en desesperaciones ni aventuras» que nada más llevan a desesperaciones y aventurerismo, como también se lo recalcó.
Trece años han transcurrido desde entonces y aunque con despreciable ironía los raspacupos repiten «pero tenemos Patria», con orgullo venezolanista, bolivariano y mundial nosotros también lo decimos sintiéndolo desde lo más hondo del corazón: ¡tenemos Patria!
Por tenerla, por saber lo que ello encierra, por estar consciente de lo que significa ser su hijo, es que la protegemos y la defendemos como hicimos en 2002. Sepan que mientras más nos rodeen, achiquen el cerco y pulan el bloqueo, más tercos y resueltos estaremos para defenderla.
No son las colas, el captahuella, el número de cédula o el cupo de Cadivi el que mide mi amor a la soberanía y a mi derecho a la autodeterminación. Para quienes piensen lo contrario, definitivamente este territorio les quedó muy grande.
¡Chávez vive…la lucha sigue!
Ildegar Gil