En su nefasto ejercicio autoritario del poder político y gubernamental –1999 hasta el día de hoy-, el castrochavismo-castromadurismo ha rebasado todos los extremos y límites de ignorancia, incapacidad, irresponsabilidad, errores, trastadas, vicios y defectos, delitos y crímenes, cinismo y descaro, en el campo económico y social.
Lo ha hecho a un alto grado de ignominia, oprobio, vileza e infamia, causando la más desastrosa y espantosa crisis económica y social en la historia de Venezuela y de América Latina, hundiendo a Venezuela en el más bochornoso retroceso al estado de subdesarrollo económico y social de la primera mitad del siglo pasado, antes de la realización de la Reforma Agraria y de la Industrialización Sustitutiva de Importaciones.
Así, de manera brutalmente fáctica, sólida y terminante se ha instituido a sí mismo como el peor de los peores gobiernos que ha padecido Venezuela en toda su historia. En consecuencia, los economistas bien preparados en los aspectos técnicos y bien formados en los aspectos ortodóxicos y epistemológicos del ejercicio profesional, debido al riguroso compromiso social y a la recia militancia cívica que nos impone el correcto ejercicio de nuestra profesión, nos vemos impelidos a persistir en una irreductible actitud cuestionadora al gobierno y también a persistir en un enérgico y grave desacuerdo con las opiniones y criterios de los economistas gobierneros, a quienes, con sobradas razones, podemos considerar como renegados profesionales y cívicos.
Y dado el carácter brutalmente antinacional y antisocial de la gestión política y gubernamental del castrochavismo-castromadurismo, cabe plenamente considerar a los economistas que lo defienden y lo apoyan en todo lo que ha hecho, como renegados traidores a la nación a la que pertenecen y a la sociedad en que viven. Todo lo digo por cabal convicción y con terminante posición.
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