Esta es nuestra realidad y hay que cambiarla a fondo para que la nación venezolana encuentre un camino afirmativo
Fernando Egaña
¿Qué pasa cuando el botín que buscan las mafias se reduce, bien por causa de la continuada depredación de las mismas, bien porque su fuente principal se estrecha por razones externas? ¿Qué pasa? Pasa que las mafias entran en guerra, o mejor dicho, escalan la guerra que tiende a ser connatural a las mafias en competencia. Eso es exactamente lo que está pasando en Venezuela en relación con el poder establecido.
El botín, es decir los recursos del país, y especialmente sus divisas, se han reducido agudamente por causa de la depredación de los grupos, clanes, tribus o logias del poder –las mafias, y también porque su fuente principal, los ingresos por exportaciones de petróleo y la capacidad de endeudamiento, se han estrechado considerablemente. ¿Consecuencia? La guerra de las mafias se hace más visible, más ruidosa, más escandalosa.
Porque una cosa está implícita en todo esto: Venezuela tiene una fachada de gobernanza republicana, detrás de la cual operan distintos grupos mafiosos, tanto en su naturaleza como en su proceder. En tiempos del predecesor, esos grupos tenían una cabeza que podía fungir de hegemón o de Don de las mafias, pero con posterioridad éstas se han hecho más autónomas entre sí, y más agresivas en la procura de los recursos nacionales.
Los hermanos Castro Ruz tienen el control de una parte sustancial de las mafias empoderadas de Venezuela. Pero hay otros sectores que también se han enquistado en ámbitos de gran importancia patrimonial, y el precario equilibrio de las mafias contendientes, se ve afectado por la disminución de los recursos disponibles. Los sottocapos no se conforman con lo que tienen, y no quieren tener menos sino más. El escalamiento de los conflictos se aprecia, sobre todo, en la cantidad de denuncias que tienen origen en sectores del oficialismo.
Ese vendaval de acusaciones y contra-acusaciones que involucra a funcionarios, ex-funcionarios, asociados y familiares, pareciera una violación masiva de la “ley del silencio”, la omertá que tanto caracterizó el desenvolvimiento de estas mafias en otros tiempos. Incluso, algunos de los mafiosos más ostensibles denuncian a otros de su índole, precisamente por eso, por haber declarado delitos y delincuentes, incluso ante autoridades extranjeras, todo lo cual constituye, en la lógica imperante, una traición a la mafia, una traición a la “revolución”.
Las mafias en guerra pueden ser muy diversas, tanto en su composición dirigencial, con elementos políticos y militares; como en su especialidad operativa, que no sólo abarca el torrente de los recursos presupuestarios, sino el narcotráfico y lavado de dinero, así como otras expresiones de la delincuencia organizada. La Venezuela de estos años de mengua se ha convertido en un santuario de lo ilícito nacional y foráneo. Y la coartada es habilidosa, aunque no original: una revolución socialista y anti-imperialista.
Mientras se encarniza la guerra de las mafias, el conjunto del país continua su descenso hacia escenarios de crisis humanitaria. Esta es nuestra realidad y hay que cambiarla a fondo para que la nación venezolana encuentre un camino afirmativo.