Los llamados “matachoros” están copando la escena social venezolana, de la misma manera que los repudiables “matapolicías” lo hacen a lo largo y en todo lo ancho del país. Camino equivocado, sin dudas, que de ser seguido por otros venezolanos no hundiría aún más en la miseria humana, en una sociedad invivible, ruin y vil
Hernán Papaterra
e-mail: hpapaterra@yahoo.com
La muerte de la médica guariqueña, María Victoria Valera Manuitt, de apenas 23 años de edad, acaecida en la autopista Francisco Fajardo de Caracas, el pasado 7 de mayo del corriente año, presuntamente por acción criminal de delincuentes que pretendieron despojarla de su vehículo, luego de concluir su guardia en una clínica y cuando iba a cumplir sus obligaciones profesionales en un dispensario público en Naiguatá, mueve a hacer esta reflexión. Sus estudios de postgrado quedaron frustrados. Prefirió quedarse en el país y trabajar al servicio de los venezolanos. El pago, perder la vida en un país desgobernado, donde mandan el hampa y el crimen.
Quién, en medio de la tristeza y la rabia, no querría que “mataran a tiro limpio” a los delincuentes autores del brutal y despiadado crimen, que trunca una vida hermosa y necesaria, prometedora de futuro digno. Supongo que nadie. El precepto “ojo por ojo, diente por diente”, aún sobrevive en nuestro subconsciente colectivo. Hacer justicia por mano propia colma nuestro sentido común. Ya quisiera uno salir en busca de esas sabandijas y hacerles pagar con su propia vida por el daño irreparable infligido. Yo, el primero. Dios no lo permita.
Estar –por circunstancias de la vida- en las instalaciones de una morgue hospitalaria, o en la sede funeraria, en la que yace el cadáver de un funcionario policial o militar asesinado por acción de delincuentes –por caso, para arrebatarles el arma de reglamento- es casi siempre ocasión lamentable para escuchar, entre familiares y amigos del occiso, frases deplorables aunque perfectamente justificadas como: “antes, esos malandros asesinos no hubieran durado 24 horas vivos”, “hasta debajo de las piedras los vamos a sacar y “quebrar”.
Lo antes escrito podría hacer presuponer que esos deseos, esos odios –en la práctica de la vida real- no se materializan. Que del dicho al hecho, mucho trecho. Lamentablemente no ocurre así. Muy por el contrario. Los llamados “matachoros” están copando la escena social venezolana, de la misma manera que los repudiables “matapolicías” lo hacen a lo largo y en todo lo ancho del país. Camino equivocado, sin dudas, que de ser seguido por otros venezolanos no hundiría aún más en la miseria humana, en una sociedad invivible, ruin y vil.
Todo clama por la toma de conciencia ciudadana. Una nación no sobrevive como país o patria si en su seno impera la impunidad de sus autoridades y sus ciudadanos. Venezuela está urgida de justicia debidamente administrada. No queremos venganza de ninguna naturaleza. Deseamos vivir en paz, con seguridad y en armonía humana.