“Te digo una cosa”, suelta Jorge Tuto Quiroga, expresidente (2001-2002) de Bolivia y dos veces candidato presidencial. “Yo traté mucho con el difunto Hugo Chávez, que en paz descanse, y él no cometería esta clase de errores”.
Los presos políticos —los exalcaldes Leopoldo López, Daniel Ceballos y Antonio Ledezma, los más célebres entre ellos— se han convertido en una piedra en el zapato del Gobierno de Nicolás Maduro; una piedra cuyos bordes, por ironía, el propio Gobierno parece empeñado en afilar. Quiroga, junto al expresidente colombiano Andrés Pastrana, acudió la semana pasada en “misión humanitaria” a Caracas para tratar de constatar el estado de salud de los tres prisioneros: uno recién intervenido quirúrgicamente, Ledezma, y los otros dos en presunta huelga de hambre. Consiguieron ver al primero en su arresto domiciliario, entre escraches de los vecinos y con tiempo contado. Pero no lo lograron con López y Ceballos, aunque en el caso de este, finalmente, se abrió una rendija para que lo pudieran visitar su esposa y su madre en la cárcel de San Juan de los Morros (estado de Guárico).
“En los tres casos hubo un trato diferencial y discriminatorio”, expresa Quiroga a EL PAÍS desde La Paz, donde ayer regresó. “La estrategia del Gobierno mediante ese trato es claramente la de doblegar y dividir a los presos y, con ellos, a la oposición”. En la cárcel militar de Ramo Verde, a 30 kilómetros a las afueras de la capital venezolana, desde donde Ceballos fue trasladado el 23 de mayo y donde Leopoldo López permanece encerrado desde febrero de 2014, no se permitió el paso ni a los dignatarios visitantes ni a la esposa del dirigente de Voluntad Popular (VP), Lilian Tintori. “El viernes se nos dijo que Leopoldo López estaba castigado por el cuentito de que introdujo un teléfono móvil a la cárcel”, dice Quiroga.
El sábado miles de venezolanos protestaron en las calles de 30 ciudades pidiendo la liberación de los presos políticos
Pero allí empezaron a pesar los errores. “Por ejemplo, no sé a quién se le pudo ocurrir la peregrina idea de llevar a Daniel Ceballos a una prisión de delincuentes comunes, vestirlo de piyama amarillo y raparle la cabeza”, para crear así, de manera inadvertida, un símbolo gráfico de la represión. También Quiroga hace notar una inconsistencia en la disciplina penitenciaria de Venezuela, que estaría teniendo secuelas políticas: “A nosotros no nos dejaron entrar en Ramo Verde porque López estaba castigado pero, si es algo tan malo meter un móvil en la cárcel, ¿por qué no ponen preso al director de la televisora estatal que estuvo pasando toda la semana en pantalla el mensaje que López grabó con ese móvil?”.
A decir de Quiroga, el régimen venezolano está distribuyendo grabaciones con montajes de audio y vídeo para desmoralizar a los prisioneros y sembrar cizaña entre los factores de oposición. Durante su estadía en Venezuela, dice, contó hasta ocho montajes filtrados con ese propósito. De hecho, presenció en vivo la aparición de uno: “Estábamos a punto de entrar a un estudio de televisión Patricia de Ceballos, Lilian Tintori y yo, para sostener una entrevista con el periodista Fernando del Rincón, de CNN en español, cuando de pronto desde la cuenta de Twitter de Lilian empezaron a salir mensajes con una grabación adjunta de una supuesta conversación entre Patricia y Daniel Ceballos”.
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