Venezuela fue de los primeros países en tener ministerio del ambiente. En décadas pasadas y para proteger nacientes de aguas y zonas de fauna y flora en peligro, importantes espacios se decretaron parques nacionales y monumentos naturales.
En escuelas y colegios se cantaba el himno al árbol, letra hermosa de Alfredo Pietri y música de Miguel Ángel Granado, tradición en extinción por alguna decisión en el cogollo del ministerio de Educación. Era una lección de educación ambiental y el último domingo de mayo se entonaba desde su creación, en el marco de la fiesta anual a la naturaleza decretado hace más de un siglo. Ya nuestros niños no cantan que al árbol, debemos, solicito amor. Jamás olvidemos que es obra de Dios y nos enseñaba que el árbol da sombra como el cielo fe.
La Fiesta del Árbol se celebraba a principio de siglo pasado el 23 de mayo en las escuelas del país con carácter obligatorio, por decreto de abril de 1905 del caudillo de turno, general Cipriano Castro. En 1909 la dictadura del general Juan Vicente Gómez, quien había traicionado a su compadre Cipriano, la trasladó al 15 de mayo y al final por razones prácticas se estableció el último domingo del mes de las flores. Así nació en Venezuela la celebración al árbol.
El Araguaney fue referencia para cambiar la celebración del Día del Árbol del 15 de mayo al 29 de mayo, porque en 1948 el ministro de Educación, Luis Beltrán Prieto Figueroa solicitó al presidente Rómulo Gallegos declararlo nuestro árbol nacional.
El decreto de Gallegos fue revocado en 1961 y el ministerio de Educación dispuso celebrar la Semana del Árbol, retomando el último domingo de mayo. Después se decretó la Semana de la Conservación, desde el Día del Árbol y culminando el Día Mundial del Ambiente, el 5 de junio.
El tres de noviembre de 1994 el entonces presidente Rafael Caldera decretó las Jornadas Nacionales de Conservación desde el 22 de abril, Día de la Tierra al 5 de junio Día Mundial del Ambiente, concebidas como un programa nacional de educación ambiental. El decreto 408 de Rafael Caldera incluía al árbol el último domingo de mayo y ordenaba programas de arborización desde la escuela y cada estudiante debía sembrar y cuidar un árbol.