Guaros de Lara mantiene esperanzas en por jugar casa y en el aporte del base Heisser Guillent
Con esa expresión puede resumirse buena parte de las razones para las dos contundentes victorias de Marinos al comenzar la final del baloncesto profesional. Que sorprendieron por la enorme diferencia en el marcador, contrastante con las consideraciones previas pues el desempeño de Guaros hacía pensar en una lucha pareja, si bien El Acorazado surgía como favorito.
Dejar al adversario en 64 y 55 puntos (esta segunda cifra marca tope en el baloncesto venezolano para un partido de final) refleja un excelente trabajo defensivo. Más allá de los errores no forzados cometidos por las individualidades larenses, la baja producción debe acreditarse a la bien desarrollada marca del colectivo oriental, que no solo obliga a lanzar en situaciones difíciles: además agota físicamente y va demoliendo la capacidad competitiva, poco a poco pero consistentemente.
Ello fue posible, precisamente, por la intensidad que desarrolló Marinos en su juego. Mucha movilidad frente al manejo del balón, acoso al trabajo en la pintura y un desdoblamiento impresionante al tener la pelota para correr transiciones o pasar al ataque ponderado con recursos igualmente culminados con acierto cerca del aro y –aunque con menos puntería-, a distancia. Para mantener la cual es indispensable el concurso de un banco solvente.
La diferencia de puntos en el tercer cuarto del lunes, 25-6, es un buen ejemplo de cómo el adversario termina por desgastarse y frustrarse ante un rival que mantiene su ritmo en ataque y defensa, con la ventaja de la compenetración exhibida por el plantel a la hora de los cambios y el establecimiento de jerarquía por parte de los criollos. Que el armador Gregory Vargas terminara con 13 puntos, 8 rebotes y 7 asistencias en 28 minutos, el centro Garret Siler 15 y 8 en 17 y el alero Harper 16 en 24 a pesar de fallar sus 5 intentos de triple –para hablar del cuadro titular- revela cuán eficiente es el trabajo de la gente que llega del banco para los relevos. Simplemente, sabe conservar ritmo y ventaja.
Otra vez El Acorazado mandó en los rebotes, 48-37. Y en la pintura, 44 puntos por 24, sumando 21 asistencias, gracias a la disciplina táctica y la responsabilidad a la hora de manejar el esférico. Un trabajo colectivo que habla muy bien del entrenador Fernando Duró, que sin aspavientos ha conseguido inculcar sus ideas en jugadores que, convencidos de ellas, las desarrollan a cabalidad.
No quiere decir, ojo, que la serie tenga ya un ganador. El tercer partido, esta noche en Barquisimeto, será concluyente. Porque en su casa, donde ha logrado el respaldo de una afición entusiasta y han jugado a placer, los de Guaros deben mejorar y el nivel de oposición a ese Marinos intenso –que no estará tan cómodo como en “La Caldera”, dará luces sobre una serie tan larga como se esperaba…o a una barrida.
Hoy debe reaparecer el conductor nativo Heissler Guillent, cuyo manejo y disparo abre opciones a un cuadro larense que en los dos primeros juegos trabajó mejor la defensa que el ataque. Y que, en la esperanza de que surjan las virtudes ofensivas de sus criollos estelares, se lanzará a recuperar terreno.
Armando Naranjo
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