Conoces a estos tipos: Rick Santorum, Ted Cruz y Jeb Bush. Estos «políticos estadounidenses que evaden la realidad» están tan lejos de la realidad que no están dispuestos a ver que el cambio climático es real, que nosotros lo estamos causando en gran medida… y que no actuar pone al mundo entero en grave riesgo.
Sin embargo, cuando leí la encíclica del papa Francisco sobre el medio ambiente y el cambio climático, me sorprendió que él mencionara una amenaza más perniciosa.
Según el papa Francisco, se necesita una ‘revolución’ para combatir el cambio climático.
En realidad, no son las personas que niegan el cambio climático las que están impidiendo que se tomen acciones.
Es el resto de nosotros… los que estamos demasiado… lo que sea, no importa.
«Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental han resultado ineficaces, no solo por la poderosa oposición, sino también debido a la falta de un interés más general», escribió el papa en el muy esperado documento. «Las actitudes obstruccionistas, incluso por parte de los creyentes, pueden ir desde la negación del problema hasta la indiferencia, la resignación indiferente o la confianza ciega en soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad nueva y universal».
Piensa en esa crítica hiriente.
«Indiferencia».
«Conformidad indiferente».
Esos términos, en diferentes momentos, podrían describirme fácilmente.
(Escucho zumbando mi aire acondicionado mientras escribo esto).
Y apuesto a que también podrían describirte a ti.
No te culpo por eso.
El cambio climático podría parecer un problema demasiado grande como para abordarlo. Podría parecer tan grande que ninguna persona podría hacer la diferencia. O podría parecer algo tan lejano —ya sea en la geografía o en el tiempo, como por ejemplo, a quién le importa lo que sucede allá arriba en el Ártico o dentro de 200 años— que es fácil de ignorar y pasarlo a la lista colectiva de cosas por hacer. Una lista que de hecho no pensamos volver a revisar.
Por mucho que me gustaría, no podemos ignorar por completo la franja política que niega la realidad de la ciencia del clima. Pero la podemos ver claramente por lo que es: una atracción secundaria ignorante.
En lugar de prestarle atención, podemos seguir el consejo del papa de abrir nuestros ojos ante la dura realidad del cambio climático y luego examinarnos nosotros mismos, preguntándonos por qué ignoramos tan fácilmente el cambio climático. Por supuesto, esta es una tarea mucho más incómoda que pedirle a los cocos políticos que intervengan. Sin embargo, quizás una dosis de exploración y reflexión nos ayudaría a avanzar más allá de nuestras adicciones a los combustibles fósiles y a lo que el papa llama una «cultura de usar y tirar» que se caracteriza por un «torbellino de compras y gastos innecesarios».
Esto no quiere decir que los gobiernos sean el gancho para la acción climática.
De hecho, es lo contrario.
Se requerirá de un público informado y comprometido para exigir el nivel de acción que se necesita para evitar que el planeta se caliente 2 grados Celsius, el cual es el punto de referencia para un «peligroso» cambio climático.
Pero esto empieza por ti y por mí.
Empieza por prestarle atención.
Me vi obligado a luchar con algunas de estas difíciles preguntas en un reciente viaje a las Islas Marshall, un país de baja altitud en el Pacífico, a medio camino entre Hawái y Australia. La nación entera podría dejar de existir en apenas unas décadas si las emisiones de carbono no se reducen drásticamente… y la gente allí dolorosamente tiene conciencia de esa realidad. La gente de las Islas Marshall ha visto cómo las inundaciones han arrastrado hogares y erosionado las playas. Ellos escuchan el rugido del océano. Eso solía ser una comodidad y ahora asusta a algunas personas en la costa.
El cambio climático es algo que resuena en los oídos de todo el mundo… una realidad del día a día.
Ellos no pueden darse el lujo de la indiferencia.
Estuve deambulando por las islas durante varios días y le preguntaba a la gente sobre la migración: ¿Qué sucedería si esta nación desaparece? ¿A dónde irían? ¿En qué momento se irían? ¿Cuentan con un Plan B?
Luego, conocí a una joven que me ayudó a entender cuán equivocado estaba eso.
«Cuando la gente pregunta eso, parece ser una derrota», me dijo Milañ Loeak, activista climática de Majuro, la capital. «Yo no quiero sentirme derrotada. No quiero considerar esa pregunta. Creo que la gente debería decir: ‘¿Qué podemos hacer para ayudar?’, en lugar de decir: ‘¿Cuándo se irán?’ »
No tengo todas las respuestas.
No sé exactamente cómo salvar las Islas Marshall.
Sin embargo, sé que pienso en la gente que conocí allí cada vez que enciendo mi auto o enciendo el aire acondicionado. Pienso en ellos cada vez que escucho las fanfarronadas políticas de quienes niegan el cambio climático.
Sé que nunca podré hacer caso omiso de las historias que escuché allí.
«Se necesitan los talentos y la participación de todos para reparar el daño que el ser humano ha causado por abusar de la creación de Dios», según el papa citó a unos obispos de Sudáfrica.
Eso es algo en lo que estoy pensando mucho.
Respetuosamente te pediría que hicieras lo mismo.