Dentro de la programación del Festival de Teatro Rosa, César Rojas presentó un espectáculo que muestra la fatalidad de las discriminaciones por las conductas sexuales
Mata seres humanos y no es invento periodístico ni tampoco vagabundería de los teatreros, pero sí es una letal realidad, incluso prohibida por la Carta Magna de la República Bolivariana de Venezuela. Y como una prueba más de que la homofobia, letal discriminación, existe, el diario “Últimas Noticias” (19.11.11) en su página 24 reseña que las autoridades levantaron el cuerpo de un transexual asesinado de una pedrada en la cabeza, tenía manos y pies atados con tirro, y vestía pantalón negro, blusa de mujer y zapatillas.
La víctima, que apareció en la calle Santa Ana de Prado de María, no portaba documentos de identidad.
Mientras la investigación policial da más detalles de ese y otros esos crímenes de odio que ha publicado, incesantemente, la prensa venezolana en los últimos cuatro años, reseñamos que, dentro de la programación del Segundo Festival Teatro Rosa, el cual se realiza en los salones del Celarg hasta el12 de julio, se presentó otro espectáculo contra la homofobia, lacra cultural que esparce odio y muerte en el mundo. Es “La disculpa” o “El costo de la intolerancia”, escrito y dirigido por César Eduardo Rojas Márquez, con las desgarradas actuaciones de Trino Rojas, Nitay La Cruz, Weidry Meléndez. Aníbal Figueroa, Omar Churión /Albert Pérez y Jennifer Culautti.
Melodrama
“La disculpa” plasma en escena las vicisitudes de seis venezolanos, dentro de una saga melodramática, donde la muerte de un muchacho homosexual desencadena una increíble violencia domestica contra su pareja sobreviviente y como una niña, se convierte en ángel de la reconciliación de esa familia que no acepta conductas sexuales diferentes y aplica la homofobia con abyectos fines…al parecer sin saberlo. Vito, Rosa, Julio y Leopoldo Salvato, además de Roberto y Penélope Ricardo son los conspicuos personajes del melodrama que Rojas Márquez (caraqueño de 53 años) ha plasmado, dentro de un espacio no convencional, para romper lanzas contra la discriminación homofóbica que desgració al compañero de una persona contamina con el VIH-Sida, pero al final el remordimiento cobra su víctima propiciatoria.
-¿Sirven el teatro y el cine contra la homofobia?
-Sí, siempre que entendemos a la homofobia como el término que se ha destinado para describir rechazo, repudio, prejuicio o discriminación hacia los seres humanos que son reconocidos por sus comunes y se reconocen a sí mismos como homosexuales; y sí concebimos al teatro y al cine como medios de comunicación desde los cuales los hombres pueden abrir matrices de opinión en las comunidades para que el hombre común pueda reflexionar, mejorar su calidad de vida y pueda aprender las razones insospechadas de la convivencia; la cual gracias a Hugo Rafael Chávez Frías se abrió a finales del siglo XX con una sencilla palabra que denominamos inclusión. Nunca como ahora el hombre occidental está dispuesto a entender el respeto y la consideración que debe a su vecino, a su hermano, a su común; a quien no cree ni piensa las mismas cosas que él, para que pueda llevarse a cabo la convivencia y aquel sueño de que todos los hombre tenemos derechos por igual… Claro que sí sirven. El teatro y el cine pueden hacer que el ser que sufre de homofobia, entienda a quien tiene preferencias sexuales diferentes a las suyas… y aprenda a tolerar a los otros que no tienen sus propios gustos.
Herramientas culturales
-¿Hasta dónde se puede llegar con esas herramientas culturales desafiando a la incultura ancestral de los pueblos?
-El teatro y el cine cuentan historias en las que el ser humano se puede reconocer con sus miserias, virtudes o defectos. Desde que Picístrato descubrió a Tespis y se dio cuenta de la poderosa herramienta política que el rapsoda ofrecía con sus poemas y cuentos que luego se transformarían en las Tragedias que servían para aleccionar, educar, informar y hasta enseñar otros estilos de vida, hemos entendido que -por supuesto- gracias a estos medios de comunicación podemos abrir caminos, desafiando la homofobia y la ignorancia.
-¿Cuál es su evaluación del actual teatro venezolano y en especial el que se hace contra la homofobia y demás discriminaciones?
-En mis clases de estructura dramática, concluyeron los alumnos que las dispersión de un teatro argumental en pro de un teatro de situaciones triviales ha dificultado contar con un repertorio propio, nacional, que abra las consabidas matrices de opinión para que la comunidad madure y vele por su mejora en cuando a calidad de vida y existencia se refiere, a pesar de los grandes esfuerzos que se han hecho. El malentendido de que una pieza es exitosa dependiendo de su taquilla pondría en riesgo muchas piezas íconos de la cultura y coincidieron que sólo venciendo al teatro mercantil, el teatro de argumento, o de autor como también se le conoce, podría dar la pelea en otros ámbitos que vele por la inclusión y un no a la discriminación. Por eso volteamos a mirar a Ibsen, a Pirandello o a Shakespeare… La tropa está trabajando, pero nos falta algo más que ganas para que nuestro teatro sea venezolano de verdad.
La realidad en el teatro
César Eduardo Rojas Márquez (con más de 60 piezas escritas y unas 20 representadas) revela que esta obra nació en la isla de Margarita, durante los años 90, cuando conoció a una pareja gay, con muchos años de “matrimonio”, que lo tenían todo para ser felices, pero no contaban que la muerte los desuniera en cuestión de meses. El sobreviviente quedó materialmente en la calle tras el funeral del amante, porque los familiares del difunto se apoderaron de todos sus bienes y también los del vivo, sin mayores explicaciones, ya que no existe una legislación sobre ese tipo de uniones sentimentales entre varones, aquí en Venezuela .Con esa historia, elaboró el argumento de su obra, donde el sobreviviente Roberto, después de varios años visita a la familia de su amante Leopoldo y les presenta a Penélope, la hija que su amigo engendró en un vientre “alquilado”. Por supuesto que aquello genera explicaciones de todo tipo y al final muere el suegro Vito (excelente composición del primer actor Trino Rojas) de un ataque al corazón, tras reconocer como el hijo que desobedeció, quien rompió las reglas, fue el único que pudo ser feliz, aunque pereció en el disfrute de su relación. No es fácil digerir la saga de “La disculpa” porque fue construida sobre la pared de papelillo que separa al melodrama de la tragedia, pero tiene un asombroso efecto catársico entre la audiencia
EL ESPECTADOR
E.A. Moreno-Uribe
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