A propósito de la muerte de Héctor Iriza….
Morochito representaba la ética revolucionaria de aquel militante desprendido de sí para entregarse a la lucha por los peligros que son imperceptibles para los mismos habitantes del pueblo de la Laguna de Tacarigua, que aun no entienden la necesidad de conservar este espacio acuífero que ha dado vida a toda una comunidad, y que además es parte del patrimonio ecológico de la humanidad
Morocho Iriza no soportó la quimioterapia a la que fue sometido para intentar erradicarle el cáncer que desde el año pasado venía padeciendo.
“Se nos fue Morochito, Chucho”, me dijo su sobrina Arkelly al momento de recibir la noticia el pasado miércoles.
Después de acompañar a Morocho Iriza y a su familia en la angustia de prolongarle la vida, reflexionamos que los seres humanos, tres veces humanos y sabios, sufren o sufrimos de soledad cuando no somos comprendidos por lo que luchamos y sostenemos en la soberanía intelectual que creemos.
Somos hombres y mujeres con soledades cuando no seguimos la aguja mecánica del reloj para entender la decadencia de este mundo, pero también nos sentimos solos y solas cuando tenemos la posibilidad de redimir nuestra humanidad y pocos nos acompañan. Somos eso, casi soledad absoluta que sin perder el principio de la realidad, observamos con detenimiento la complejidad de lo social y su entramado.
Somos unos convencidos que desde nuestra práctica social construimos nuestros propios discursos más cercanos a nuestras propias realidades que a la alienación multidimensional a la que somos sometidos cotidianamente desde las esferas del poder instituido y constituido.
Héctor “Morochito” Iriza, en vida física, fue una célula ambulante de autopoder que creía férreamente en ese espacio sagrado de 80 kilómetros cuadrados llamado Laguna de Tacarigua. Sabía qué había en cada rincón de ese hermoso paisaje natural, donde Dios puso su semen en un orgasmo nocturno, dando vida a su protector místico: Chanchamire.
Morochito representaba la ética revolucionaria de aquel militante desprendido de sí para entregarse a la lucha por los peligros que son imperceptibles para los mismos habitantes del pueblo de la Laguna de Tacarigua, que aun no entienden la necesidad de conservar este espacio acuífero que ha dado vida a toda una comunidad, y que además es parte del patrimonio ecológico de la humanidad.
Morocho: Ellos ignoraron
su propia ignorancia
Lo más terrible que le puede pasar a un ser humano es “ignorar su propia ignorancia”. El conocimiento no es solo libresco o académico, sin desmerecerlo. Pero el conocer el entorno en su diversidad, deteniéndose a observar desde la quietud de las aguas el cambio de los vientos, las diferentes lluvias que no son todas iguales… es de observación profunda y de una sensibilidad absoluta que solo en los seres extrasensoriales adquieren ese don.
Morochito fue un ser extrasensorial, fue la encarnación del conocimiento vivo y activo, donde la problemática de la laguna la convirtió en un programa de lucha a lo largo de su vida. Se entregó en cuerpo y alma a la defensa de un bien patrimonial colectivo, como lo había hecho nuestra Ida Clemente en su diálogo con las plantas medicinales. Pero las instituciones especializadas en ambiente “ignoraron su ignorancia”, al desconocer el conocimiento que éste hombre tenía de este reservorio de ecocultural. Como hemos repetido muchas veces, el conocimiento de Iriza no fue aprovechado ni por las escuelas, liceos, pocas veces las universidades, ni el recién creado Ministerio del Ecosocialismo para aprender lo que es la Laguna de Tacarigua en su justa dimensión cultural, ambiental y espiritual. Ojala que se llegara a romper la ignorancia de los ignorantes que lamentablemente Morocho no consiguió, al contrario, fue burlado como tantas veces lo hemos sido nosotros. Pero seguiremos tu ejemplo y dejaremos constancia para la presente y nueva generación de nuestras angustias por salvar lo que queda del planeta, aunque suene utópico.
Adiós camarada,
revolucionario siempre
El mangle rojo, negro y amarillo entristecerán cuando ya no estés físicamente.
El pelicano, la cotúa, flamencos, corocas rojas, garzas blancas, te acompañarán cuando salgas a recoger tus pasos.
Un canto de cristofue, gonzalito y reinita anunciarán que regresas a la laguna de donde saliste y volverás a ella.
Navegaremos en bote bajo tu remo, buscando la soledad como fuente de inspiración y reflexión profunda sobre nuestro Barlovento.
Cuando el sol esté levantando, los lebranches y las mojarras te buscarán…
y cuando esté cayendo el sol, los aleteos de los pájaros y aves te saludarán…
Tu sonrisa a flor de labios nos seguirá alentando en nuestras utopías…
Gracias camarada por habernos dado lecciones de ética, perseverancia y esperanza.
CHU-CHE-RÍAS
*** A Caique, viejo luchador ecologista, pese a tener su padre en condiciones críticas, tendió su mano a Morochito Iriza… ¡gracias Caique!
*** Nora Delgado demostró su sensibilidad al colaborar en los últimos momentos críticos, así como en las gestiones del traslado y entierro.
*** A Emanuel Machado, por escuchar conmocionado las peticiones de Morocho y buscar apoyo para Iriza.
*** A Arkelly y a los familiares de Iriza por estar pendientes en todo momento, y a La Voz, por permitirnos publicar nuestras palabras desesperadas en ayuda al ultimo guardián de la Laguna sin conseguir ecos institucionales… y también gracias a los innombrables que tergiversaron la luchas por el derecho a la salud de Morocho Iriza, quienes nos permitieron develar las miserias humanas de la burocracia negadora del proceso bolivariano
La voz de Afroamérica
Jesús “Chucho” García