Después de que ya no sentimos ese cosquilleo en el cuerpo como antes, puede aparecer la felicidad real, una vez que los miembros de la relación sienten que sus necesidades emocionales son satisfechas, además de que existe un proyecto de vida individual que puede compaginar con la vida en pareja
Aunque dicen que el amor puede durar toda la vida, la química del enamoramiento, que garantiza la preservación de la especie, no excede los tres años.
Después de este tiempo hay dos caminos: el surgimiento del verdadero amor, lo que anhelamos cuando soñamos con una relación tanto perfecta como duradera, o el final de la relación, pesadilla que nos invade cuando el amor se desvanece sin mucho advertirlo.
Después de que la atracción y pasión desmedida ceden, vemos la realidad en su justa dimensión, para saber sí la relación cumple con nuestras expectativas. Cuando no lo hace, retomamos la búsqueda de la pareja adecuada.
A veces, como nos hemos vuelto adictos a los efectos de las sustancias y hormonas que causan ese estado, buscamos revivir con un nuevo amor lo que una vez sentimos, mariposas en el estómago, palpitaciones, esa sensación de bienestar y una pasión arrolladora que nubla los sentidos haciéndonos perder la razón.
1. La fantasía de que
el otro es perfecto
Cuando dos personas se atraen y empiezan a enamorarse, la conexión ocurre de modo automático, no hay mucho que hacer, solo sentir. En esta etapa de la relación, se manifiesta la percepción de que el otro nos colma de felicidad, la pasión desbordada está a flor de piel, y la compañía del ser amado se vuelve una necesidad. En algunos casos, tal estado produce adicción.
Apenas comenzamos una relación amorosa, nos sumergimos en una realidad paralela en la que vemos en el objeto de nuestra pasión lo que necesitamos, no lo que tenemos frente a nosotras. Somos víctimas de los efectos de algunas sustancias, como la adrenalina y la noradrenalina, que promueven la búsqueda del contacto físico.
A pesar de que ese estado causa semejante exaltación, hasta pensar que puede durar toda la eternidad, su efecto es perecedero, no más de tres años. Por ello quienes se acostumbran a tal dosis, prefieren comenzar de nuevo otra relación para volver a sentir esa sensación de felicidad tan plena como engañosa por su corta duración.
La fantasía de que el otro es perfecto cede más temprano que tarde, cuando el compañero sentimental aparece tal como es, con todas sus limitaciones y defectos.
Una vez que la pasión desmedida disminuye, algunos se desilusionan a tal extremo que prefieren terminar la relación para iniciar otra que les genere igual euforia y descontrol.
Una vez que el frenesí desaparece, gracias a que la química del amor ya no es como al principio, nos preguntamos: ¿Si vale la pena continuar esa relación o es mejor iniciar otro vínculo para recuperar las sensaciones perdidas? No obstante, el amor no es un coctel químico, más bien, después de que ese arrebato pasa, somos capaces de construir un vínculo sólido que perdure a través del tiempo.
2. El amor que pronto
muere, nunca lo fue
A causa de una mezcla de sustancias y hormonas, los seres humanos nos encontramos programados para sentirnos apasionados por un período de tiempo que va de 18 a 30 meses, garantizando así la preservación de la especie.
Después de que esa explosión disminuye drásticamente debido a que nuestro cuerpo se acostumbra a ella, surge la oportunidad de saber si en esa relación hubo verdadero amor o, por el contrario, solo atracción tan pasajera como un suspiro.
Las sensaciones que promueven un comportamiento irracional ceden porque su duración es limitada. Ahí dejamos de sentir ese hormigueo que conocemos como mariposas en el estómago. Sin embargo, si hay correspondencia emocional, además de un plan de vida en conjunto, surge la posibilidad de mantener una relación sustentada en el amor real.
Como podemos convertirnos en adictos a los efectos de un amor apasionado pero de perecedera efervescencia, también tenemos la capacidad de reprogramarnos para sentir con la misma persona nuevamente esas sensaciones que nos movieron el piso al principio de la relación.
Por otro lado, en otra etapa de la relación, más allá de la euforia del enamoramiento, nuestro cuerpo es capaz de producir otras sustancias que favorecen la preservación de la relación, como la oxitocina que ayuda a forjar lazos permanentes entre los amantes.
Asimismo, el compromiso, el respeto, comunicación y diversión favorecen la producción de endorfinas que, al actuar como analgésicos naturales, producen una sensación de placer y bienestar.
3. Donde hubo amor
sincero, cenizas quedan
Mientras haya amor por el otro, se pueden reavivar esas sustancias que nos colmaron cuando iniciamos la relación, una vez que la comunicación mejora, y somos capaces de decir lo que nos agrada, qué nos gusta hacer o nos causa placer.
Después de que ya no sentimos ese cosquilleo en el cuerpo como antes, puede aparecer la felicidad real, una vez que los miembros de la relación sienten que sus necesidades emocionales son satisfechas, además de que existe un proyecto de vida individual que puede compaginar con la vida en pareja.
En definitiva, las emociones y percepciones en la etapa del enamoramiento son de corto efecto, ya sea porque nos acostumbramos a ellas, o porque biológicamente nuestro cuerpo solo puede generarlas por un período de tiempo definido. Sin embargo, si hay amor e interés por salvar el vínculo somos capaces de reprogramarnos: el cerebro tiene la capacidad de generarlas de nuevo en nombre del amor.
El amor
es más
que frenesí
*** Aquella conocida frase de que el amor es ciego, es indiscutiblemente cierta. En la etapa del enamoramiento, creemos que el otro es perfecto, una sensación de felicidad plena nos invade, mientras que las emociones, junto con la pasión desmedida, se traducen en un estado de absoluto frenesí.
*** A pesar de que los efectos del enamoramiento nos hacen sentir en la gloria, su permanencia es perecedera, no más de tres años. Entonces, después de que ha transcurrido ese tiempo, la relación permanecerá cuando las necesidades emocionales se satisfagan, el uno se sienta bien con el otro, y exista un plan de vida en común
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas