Trataremos de ilustrar para propios y extraños lo que significa competir en socialismo. Para ser didácticos usaremos un ejemplo deportivo, hablaremos de los Juegos Panamericanos, aprovechando que están en pleno desarrollo y cuentan con la participación de nuestro país. Todos sin excepción sentimos orgullo cuando vemos a un atleta venezolano sobre un podio, ligamos siempre al mejor resultado y nos molestamos cuando creemos que no compiten en las mejores condiciones. Es decir, cuando pensamos que hay conductas antideportivas de parte de otros atletas o de los jueces.
Como en el deporte, en la política hay reglas del juego, cuya aceptación y respeto no es resultado de una imposición, sino que devienen del consenso de las partes para solventar sus diferencias por vías no violentas, por los canales que ofrece la democracia.
Pero para entender más vayamos a la ficción deportiva, esa que nos ayudará mucho a dibujar nuestra realidad política. Imaginemos que están por comenzar los Juegos Panamericanos, en un país hipotético, todas las delegaciones se alistan para viajar, pero poco tiempo antes de volar, la delegación venezolana recibe una comunicación del Comité Organizador donde le notifican que varios atletas no podrán competir, las razones son absurdas y dentro de las leyes deportivas no hay nada que justifique tal decisión. Casualmente todos los atletas excluidos, son las más claras opciones del país para obtener medallas.
Frente a esto se genera un desconcierto general entre los deportistas, muchos se indignan tanto que plantean boicotear los juegos y no asistir, afirman se trata de un irrespeto inaceptable y que participar es avalar la injusticia. Otros, aunque no menos molestos, consideran que el boicot no es la mejor forma de protesta, que el país puede demostrar sus potencialidades, incluso, dándole sendas sorpresas a quienes creían que descabezar un equipo es sacar de juego a sus caras más visibles.
Al final gana la opción de participar, son mayoría quienes afirman que las injusticias se vencen en el terreno y frente a la convicción de triunfar no hay trampa posible. Pero tal como todos esperaban, la cita empieza con visibles privilegios y ventajas para la delegación local, quien será la única autorizada para usar las instalaciones de entrenamiento, manejará inmensos recursos y además contará con jueces y árbitros que harán todo para favorecer a la casa.
Obviamente que en medio de estas condiciones, cualquier atleta de desmoraliza, el país entero también, viendo como frente a cada atropello no podemos actuar en defensa de nuestra representación. Pero contrario a la creencia de todos, el equipo nacional no baja los brazos, no se entrega, no se rinde, da lo mejor de sí y triunfa. Logran una victoria que derrota no solo el ventajismo, sino la desesperanza. Más allá de la estrategia de desmovilización, frente a un triunfo claro y contundente, no era posible arrebatarle su medalla a ningún atleta.
Demostrando que aunque el equipo local tenía todo servido para ganar, la ultima la palabra la tenía su competidor. Quien no iba a perder por el abuso y la injusticia, sino por entregarse y no luchar hasta el final.
Brian Fincheltub
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