La cultura política del venezolano debe cambiar 180 grados, sustituir falsos valores y dañosas creencias por una urgente jerarquización de necesidades donde se privilegie lo real
Leandro Rodríguez Linárez
Somos de los que creen que el mejor argumento que pueden tener los gobernantes (y políticos en general) son las ideologías, en cuanto les da un arsenal de pretextos históricos para justificas gestiones públicas deficientes, fracasadas. Imagínese sí en vez de ideologías los partidos políticos venezolanos se constituyeran en torno a la solución de problemas puntuales como por ejemplo la inseguridad, inflación, la pobreza… No tendrían excusas históricas que les sirvan para justificar sus fracasos, estarían obligados a brindar resultados ¿No le parece mejor así?
Los países de la Europa Nórdica dejaron atrás el tema ideológico, a pesar que pueden ser mencionadas su utilización es referencial, en todo caso, evolutiva, ajustada a los tiempos de hoy. El Socialismo Europeo no es más que una Social Democracia, gobiernos con afán en el tema social, no a la estéril evocación de la “lucha de clases”. Estos países comprendieron que es la eficiencia, la transparencia de los recursos del Estado, lo que determina la calidad de vida, el abordaje de lo realmente necesario, los ciudadanos nórdicos son recelosos guardianes de su calidad de vida, intransigentes a la hora de recriminar malas gestiones. Así, las organizaciones políticas se ven obligadas a plantear soluciones concretas como la optimización del uso de los impuestos, los ajustes de pensiones, la educación, entre otros objetivos sociales de importancia y palpables, muy difícilmente observará a estos partidos políticos realizando propuestas de modelos económicos salvadores del planeta, ni platónicas luchas contra imperios. Sí no queremos ir tan lejos, observemos a Chile, cuya evocación ideológica inexorablemente lleva consigo planteamientos precisos dirigidos a la solución de problemas sociales, económicos, sin pretendidas megalomanías de funcionarios públicos.
En Venezuela, al parecer, nuestra distintiva adicción a las novelas ha permeado la política, se maneja desde realismos mágicos dejando en un segundo y tercer plano los objetivos sociales reales, de remarcada importancia como por ejemplo la producción, la seguridad, la capacidad adquisitiva, la calidad en los servicios públicos, entre otros tantos. Nuestra comprensión ideológica actual hace las veces de entretenimiento, siendo altamente afanosa y eficiente a la hora de encontrar pretextos a nuestro deterioro de calidad de vida, pero extremadamente ineficiente a la hora de encontrar soluciones.
Nuestros gobernantes comprendieron que el tema ideológico sirve para aglutinar creyentes, “religionizar” la política, transformar simpatizantes en devotos, hacer que estos puedan perdonar los fracasos de las distintas gestiones gubernamentales a través de una muy elaborada afinidad incondicional. En resumidas líneas, la cultura política del venezolano debe cambiar 180 grados, sustituir falsos valores y dañosas creencias por una urgente jerarquización de necesidades donde se privilegie lo real, lo necesario, sobre todo, una incesante exigencia de calidad de vida… ¡Superemos la furtiva manipulación ideológica que tanto daño nos está haciendo!