Treinta años representan mucho. En 1985 nos graduamos de bachiller en el Colegio Gonzaga en los Postes Negros. La inquietud de un joven de 18 años en ese entonces eran muchas, sobre todo, existían las grandes dudas sobre el futuro y las buenas o malas decisiones que teníamos que tomar en los albores de la adultez. Lo que si teníamos claro era un sentimiento de agradecimiento y admiración hacia los padres jesuitas, las hermanas y todos los profesores que contribuyeron con una formación basada en valores humanos tales como la solidaridad, justicia, fraternidad y amor. La espiritualidad ignaciana en todo su esplendor a través del buen ejemplo y un compromiso preferencial por los pobres y excluidos de la sociedad.
El Colegio Gonzaga era y es la manifestación de una educación, yo me atrevería a decir que superior, alrededor de los valores cristianos aunque sin poses de ningún tipo. Sobriedad y laboriosidad alrededor de un compromiso auténtico. Mucho deporte y actividades extra escolares, entre ellas el excursionismo, los grupos juveniles y el trabajo comunitario genuino, y con el mérito esto último, de practicarse sin que en ese momento se sospechase de Chávez y sus falsas loas a lo popular.
Ser un Gonzaga es llevar en la sangre y la piel el tatuaje del compromiso por lo social. Aprendimos que nada de lo humano nos podía dejar indiferentes y nos formamos a través de una clara misión: vivir alrededor de lo que representa un comportamiento decente, y procurar siempre a la felicidad, tal como nos lo sugirió nuestro padrino de promoción, mí muy querido amigo, el Padre Ángel María Martínez Munárriz (“Pájarito”).
El Colegio Gonzaga de Maracaibo es una institución educativa que se fundó en el año 1945, donde actualmente funciona la Universidad José Gregorio Hernández. Luego se mudó hasta la Av. El Milagro y más luego hasta el Barrio San José (1975) donde aún permanece atendiendo a los niños y jóvenes de las comunidades aledañas. 75 años de una trayectoria limpia basada en logros tangibles representados por los miles de egresados que hoy ejercemos nuestras profesiones y trabajos procurando engrandecer al país.
Soy de los que piensan que con un buen sistema educativo, nuestro maltratado país, hoy sería otra cosa muy distinta. La educación basada en valores humanos genuinos, como los que ofrece el Colegio Gonzaga, y su hermano gemelo, el proyecto educativo Fe y Alegría, darían al traste con las rémoras que aún no nos permiten abrigar vivir en una sociedad prospera y donde propenda el bien común. El modelo educativo ignaciano es exitoso y merece ser profundizado y correspondido por los entes gubernamentales. Una sabia medida sería reproducir miles de colegios gonzagas en todos los rincones de Venezuela.
Me siento muy orgulloso, y a la vez interpelado, por ser alumno egresado del Colegio Gonzaga al igual que mis compañeros de promoción que muy pronto tendremos un emotivo reencuentro. Considero plenamente vigente todas las enseñanzas y vivencias que contribuyeron a modelarnos como personas de bien y provecho. “Gonzaga siempre a la lucha por un nuevo despertar”.
Dr. Ángel Rafael Lombardi Boscán
Twitter: @lombardiboscan