Un grupo de alumnos uruguayos de bachillerato busca patentar un guante que traduce el lenguaje de señas para sordomudos a palabras, tras saber de la existencia de un invento en México similar al que ellos crearon en 2012, dijo a Efe Bruno Rodríguez, profesor a cargo del proyecto.
A través de internet se enteraron de la existencia del guante mexicano y aunque no creen, según Rodríguez, que se trate de una copia hecha sobre su idea, de todos modos quieren proteger la propiedad intelectual del prototipo uruguayo, premiado en EEUU.
El prototipo fue desarrollado por tres alumnos de Paysandú (noroeste del país), en aquel momento con unos 17 años,como trabajo final de un curso de bachillerato que proponía crear una “solución informática integral” para una problemática determinada planteada por los alumnos, indicó el docente.
En ese entonces, la inquietud de los estudiantes surgió de “los problemas que existen para comunicarse con una persona sordomuda”, a partir de lo cual indagaron y llegaron a una solución innovadora, que enseguida cosechó premios en clubes de ciencias en el ámbito nacional, comentó el profesor.
La idea que desarrollaron consistió en aplicar sensores a un guante que, a partir del movimiento de las señas, envían valores a un ordenador a través de un circuito integrado.
Al final de este proceso, mediante cálculos informáticos, la información recibida por el movimiento es traducida en palabras que aparecen en el computador en tiempo real.
El usuario tiene que “memorizar” previamente las señas que utiliza, lo que le permite generar movimientos para decir su nombre o su número de identidad, y al no poseer ninguna seña “precargada”, la herramienta tiene la ventaja de poder adaptarse a los distintos lenguajes de señas, que varían considerablemente según la región.
El invento trascendió las fronteras en 2013, cuando fue seleccionado para representar a Uruguay junto con otros proyectos en la feria internacional INTEL-ISEF en Arizona (EEUU), un certamen en el que participaron 1.500 proyectos de 60 países.
En esa ocasión, los uruguayos ganaron una dotación económica de 1.000 dólares, además de una beca de estudios en una universidad para uno de los tres estudiantes a cargo del proyecto, que no pudo aprovechar ya que cubría solamente los gastos de estudio y no los de alojamiento y manutención.
Una vez en Uruguay, los estudiantes solicitaron apoyo para patentar el producto de su ingenio, “no para lucrar, sino para que quede protegido”, indicó Rodríguez.
Los esfuerzos “se fueron diluyendo” ya que no tuvieron una respuesta definitiva o única de parte de las autoridades a las que se dirigieron.
Así, el caso mexicano atrajo la atención de Carlos Mazal, un especialista en propiedad intelectual, exdirector para América Latina y el Caribe de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, que se reunirá con los creadores del objeto para brindarles indicaciones y “asesoramiento legal”, añadió el docente.
Fuente: EFE