“No podemos comprar nuestros alimentos aún teniendo suficiente dinero, si no fuera por la caridad de nuestros sobrinos y vecinos -vivimos en San Bernardino-, que nos llevan la poca comida que necesitamos ya estuviéramos muertos de hambre”
Salomón Benshimol R.
sbenshimol@yahoo.com
En este semana hemos vistos hechos que son bochornosos y que ponen en juego la integridad del ser humano y están acabado con el buen sentido de los venezolanos, hoy lo narraremos, sin omitir opinión personal, esperamos que sea el mismo lector que juzgue el tono y la interpretación que quiera darle a los exponemos.
En la puerta de un supermercado de La Candelaria, Caracas, una señora de buena apariencia y con aproximadamente 75 años de edad, maldecía contra el Gobierno Nacional y reclamaba en un tono triste y doloroso la grave situación que ella padece todas las semanas cuando ha de acudir a comprar los alimentos para su diario sustento. Al consultarle cuál era su tristeza nos relató llorando: “Hijo, como no voy a estar triste si todas las semanas he de pasar por el calvario de no encontrar nada que llevar para comer a mi casa, yo tengo que atender a mi esposo, un señor de 83 años y que no se vale por sí mismo, lo que quiere decir que cuando salgo a ver que consigo para la comida lo hago sobre las 10 de la mañana y usted puede imaginarse las colas, que a pesar de que hay en algunos expendidos de alimentos con tratamiento para personas de mi edad, ya se ha acabado lo poco que pudo haber llegado, principalmente es imposible conseguir pollo y carne, aunque parezca increíble teniendo el dinero suficiente para cancelar las compras no puedo comprar nada, mi esposo y yo estamos solos en Venezuela, ya que ninguno de los dos nos hemos querido ir de nuestro país por nuestra edad y que pensamos que de hacerlo sería una carga para nuestros hijos, uno vive en Canadá y los otros dos en España, a pesar de que ellos vienen por lo menos tres veces al año, nos dejan suficiente dinero para nuestra subsistencia, pero no podemos comprar nuestros alimentos, si no fuera por la caridad de nuestros sobrinos y vecinos -vivimos en San Bernardino-, que nos llevan la poca comida que necesitamos ya estuviéramos muertos de hambre. El otro calvario es conseguir los medicamentos y ya hijo no le contaré más sufrimientos por los cuales atravesamos todos los viejos que nos hemos quedado solos por culpa de este m… régimen”
Otro caso que pudimos constar fue el de una señora humilde con el talante de la dignidad de la mujer venezolana. A ella la vimos el pasado domingo al salir de hacer las “compras” del Bicentenario de Las Mercedes, en donde solo conseguimos dos bolsas de leche en polvo y seis Harina Pan, eran los únicos productos regulados que pudimos conseguir ya que los otros no valen la pena comprarlo allí porque en los supermercados privados se compran más baratos y no tienen la fecha de vencimiento tan corta. Ella nos solicitó que por favor le vendiéramos una bolsa de leche ya que ella no lo pudo adquirir puesto que se había agotado, un hecho cierto ya que por las últimas compras de ese producto casi hay un percance entre dos compradores que pretendían comprar el último paquete que en ese momento había en existencia, por supuesto mi esposa no dudó ni un minuto y se le entregó, y cuando se la fue a pagar ella no quería aceptar el dinero y la señora le expresó: “Su gesto vale oro, pero a pesar de que la necesito para el tetero de mis hijos pequeños no la puedo aceptar si no me recibe el dinero de lo que vale el paquete”.
Así son las cosas, Sancho, un país, como el nuestro, que en su oportunidad fue codiciado en el mundo entero y hoy su pueblo padece hambre y miseria por la falta de alimentos básicos y medicinas.