Sonia Chocrón salva a un delincuente pero condena a una inocente en un país absurdo, por supuesto, en sendos espectáculos teatrales
Los malandros siempre han estado de moda, no porque Rómulo Gallegos haya escrito la novela Doña Bárbara (1929) para enseñarles a los venezolanos que la vida de sus ciudadanos siempre se debatirá entre la civilización y la barbarie, sino porque varios personajes de mal vivir, algunos nativos y otros procedentes de países vecinos, se convirtieron en consuetudinarios modelos o prototipos al ser recreados por varias generaciones de criollos escritores, cineastas o libretistas de televisión, obviamente fascinados por el ya legendario escritor.
¿Quién tiene la culpa? La prueba más reciente la dio Sonia Chocrón con su comedia Ni un pelo de tontas, la cual fue estrenada, durante el pasado mes de abril, en el teatro Urban Cuplé, donde precisamente un “extraño delincuente” es el gran protagonista, el cual oscila entre la comedia y la tragedia.
Ejemplar fraternidad
Ni un pelo de tontas, la ópera prima de la escritora Sonia Chocrón (Caracas, 1961), fue pergeñada hace diez años para la actriz Lourdes Varela. Y ahora se le dio vida en escena por la complicidad de los histriones -Marycarmen Sobrino, Michelle Taurel y Robert Chacón- y la paciencia y sapiencia del director Javier Vidal. Es una comedia de situaciones, nacida del periplo existencial de dos mujeres y un hombre atrapados en un salón de belleza, quienes, por la agudeza del texto, lo convierten en un inmenso espejo cóncavo que alude a un país donde la violencia y la inseguridad son una constante y donde la justicia y las fuerzas policiales son impotentes para controlar una ebullición social donde pululan los desatinos y solo el absurdo teatral tiene respuestas o soluciones.
La solidaridad se transforma en ejemplar fraternidad y es el tema de esta oportuna comedia, mientras que su premisa permite evaluar a tres seres humanos disímiles: Doña Leonor, casada y adinerada; Margot, jovenzuela ambiciosa que pretende vivir de la peluquería y de lo que consiga con sus amoríos con hombres y un joven, sin nombre, con prontuario policial y dispuesto a todo para sobrevivir, además no es tan duro como aparenta, confiesa su bisexualidad y trata hasta de justificar sus actividades rateriles, entre otras cosas. Todos ellos se despojan de sus traumas, expulsan sus frustraciones y se unen finalmente para salir ilesos de una situación que podría costarles la vida o convertirlos en cifras rojas de las tragedias “naturales” de los fines de semana en una gran ciudad, que bien podría ser Caracas.
El espectáculo gustó por el desenfado de sus intérpretes y por la picardía de su propuesta dramatúrgica, donde no hay vencedores ni vendidos y la vida continua para los tres, al menos en el teatro.
La comedia sigue
A cinco meses de su estreno, Ni un pelo de tontas se mantiene en cartelera y la escritora asegura que todavía es una debutante, porque es una manía suya para sentirse siempre joven, “siempre comenzando”
-¿Cómo que le agarró el gustico a los aplausos del público teatral y ahora también está en un Festival de Teatro Breve?
-Ha sido una petición de Robert Chacón, director general del Urban Cuplé y el malandro especial de Ni un pelo de tontas. Lo he complacido porque me entusiasma colaborar con el talento fresco. Y porque además sentí que tocaba repensar los 150 años de Alicia en el país de las maravillas, hablando de países, de maravillas y absurdos, de reinas, reyezuelos y energúmenos. Gracias a mi malandro teatral, he tenido la oportunidad de expandir a 15 minutos un poema de mi libro Mary Poppins y otros poemas que dice: «¡Que les corten la cabeza!… ¡Por pensar!». La pieza, de solo 15 minutos, se titula La reina y yo, y te recomiendo que la veas.
-¿Qué pasó con el malandro que rescata en su comedia durante un asalto a un salón de belleza?
-Le gustó mucho al público, pero es un caso aislado en la realidad extra teatral, tristemente. El malandro de Ni Un Pelo de Tontas se ha salvado de la muerte gracias a la voluntad de una escritora, un director, una productora y un elenco. Casi todos los demás delincuentes siguen sucumbiendo en sus zonas de paz, a falta de otro «staff» con voluntad.
-¿No le criticaron que su personaje malvado luzca como una víctima más de la sociedad?
-No. Esa crítica no la he recibido aún. Otras sí. En todo caso me pareció importante tener a un malandro en la pieza, porque a nadie le cabe la menor duda de que son un «elemento importante» de la sociedad venezolana actual. Esto dicho con todo el cinismo del que soy capaz, y dejando entrever que los hay en todos los estratos y de todos los colores. La vida venezolana, hoy en día, es intratable sin pillos.
-¿Está dispuesta a escribir una coda a esa ópera prima y mostrar a sus personajes en una convivencia más humana o una especie de segunda oportunidad?
-Pues no lo había pensado, pero lo tendré en cuenta.
Más teatro en camino
-¿En qué nuevos proyectos anda o, mejor dicho, escribe?
-Una novela que he querido escribir desde hace rato que tiene que ver con el amor y la amistad y un proyecto de serie para televisión. Ah, y otra obra de teatro que ya cocino; ya tengo una imagen en mi cabeza que es la primera escena de una futura obra de teatro. Y su trama armada en un resquicio de mi imaginación. Lo que falta nada más es escribirla. Hasta moraleja tiene, sin proponérselo la autora, y ya cuenta con los equipos artístico y técnico y la correcta producción ejecutiva a cargo de Alejandra Nali.
La reina y yo
Dentro de la programación de 28 espectáculos del Festival de Teatrodel1/4 Microteatro Venezuela está la pieza “La reina y yo”, que escribió Sonia Chocrón para que la dirigiera Robert Chacón. Actúan María Alesia Machado y Homero Díaz. Ahí la fantástica Alicia está perdida en un país de desgracias y quiere regresar a su pais de las maravillas. La reina Roja la interroga y termina por deducir, luego de escucharle sus respuestas, que Alicia es un ser pensante; es decir: Alicia es sospechosa. Al final del interrogatorio, la soberana concluye que Alicia es una conspiradora que, con la ayuda de un conejo blanco y otros doble cedulados, quiere destronarla. En el epílogo, las cartas, irremediablemente, estarán echadas
EL ESPECTADOR
E.A. Moreno-Uribe
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