Lo que está en juego no son los principios, sino el hecho de cómo y cuándo se aplican(..). La sociedad no se moldea con buenos principios. La ética no se expresa con palabras, sino con medidas que dignifiquen a sus habitantes.” Kisnerman
Recuerdo a Camus y aquella afirmación capital de acuerdo a la cual, para que Cristo fuera Dios y hombre al mismo tiempo era necesario que se desesperara. Y a ese propósito evoco a la desesperación como la consciencia de la impotencia, de la incapacidad, de la vulnerabilidad. El diccionario precisa que se trata de la pérdida de la esperanza, de una emoción intensa de corte pasional e iracunda acotaba Santo Tomás de Aquino. Compleja la suerte pues de poder y no tener cómo sin embargo.
En Venezuela vivimos la tragedia del fracaso que amenaza con persistir. La clase política gobernante trastoco en breve tiempo la opulencia en carencias y de exhibir un perfil macroeconómico exultante llegamos a la perspectiva del default, sin olvidar que en el camino nuestra gente transitara ya no la pobreza sino la miseria y quizás la guerra civil incluso.
La verdad no requiere de explicaciones. Sabemos que tenemos la inflación más alta del mundo, escasez de alimentos y medicinas, altísima criminalidad, una espiral ascendente de endeudamiento y una amenaza constante de vernos inmersos en un conflicto social extremo. Estoy mintiendo cuando afirmo esto?
Paralelamente sabemos y a ciencia cierta valga el lugar común, que el modelo económico y petrolero que se instauró con Chávez trajo este desastre fundado en la más crasa ignorancia de las materias del estadista y peor aún, de una obscena irresponsabilidad. Sin prescindir del rol que los pobres manipulados por el hedonismo y la demagogia jugaron en ese teatro de diaria demolición del saber que se ufanó el régimen en llevar a cabo. Las misiones entendidas como regalos y complacencias de títulos que nada significan salvo a la vanidad más pueril, fueron la carnada para comprarles el alma a precio de gallina flaca además.
El Estado chavista es también un Estado electoral. Esa entelequia de discursos falaces y de ejecutorias intrascendentes se encrespa en cada elección y realiza con toda du fuerza y la de la servil Pdvsa una tarea ciclópea; legitima el pandemónium para mantenerse en el poder. Asoció como Ceresole enseño para ello, a los uniformados y otros traidores más.
Así pues entre bachaqueros que roban a otros pobres y a la clase media, militares que administran los subsidios y se “ayudan” y farsantes con discursos clasistas y trasnochados arribamos a una encrucijada en la que nos jugamos todo a una sola carta. Me refiero a la elección de la representación nacional.
Pero como cantó ese juglar extraordinario Héctor Lavoe, “Nada dura para siempre, todo tiene su final…” y llego la hora del desastre que no logran esconder. El tsunami del fracaso los barre y aún nuestras mayorías depauperadas toman distancias y solo con bachaqueros, burócratas, militares y malandros no se ganan los comicios. La angustia hizo pues su aparición como amanuense de la desesperación. La semana próxima comentaremos las maniobras del poder desesperado.
Nelson Chitty La Roche
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