El Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, monseñor Mario Moronta Rodríguez, emitió un comunicado de ocho puntos en el que fija posición sobre la deportación de ciudadanos colombianos en la zona de frontera.
El Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, Monseñor Mario Moronta envió el jueves 27 de agosto, un mensaje contentivo de ocho numerales, dirigido a los sacerdotes, fieles cristianos y personas de buena voluntad. En el escrito ilumina bíblicamente la inédita situación presentada en localidades que jurídicamente están dentro su Diócesis y ante las cuales hace su lectura pastoral. NP
Empieza Monseñor Moronta argumentando que las medidas tomadas han incluido la deportación de numerosos hermanos colombianos, situación ante la que manifiesta su compasión, solidaridad y misericordia. El Obispo también hace mención a realidades que comprenden conductas irregulares e ilegales -por parte de personas o grupos- en la que se encuentran ciudadanos tanto venezolanos como colombianos, y en las que no se suele buscar a los responsables, lo que causa zozobra no sólo en las áreas fronterizas sino en todo el territorio de ambas Naciones.
De igual modo como pastor de la Iglesia de San Cristóbal, condena todo exceso que vaya contra la dignidad de la persona humana y pide en nombre de la Iglesia Local, que se respeten los derechos humanos de cada quien, cualquiera sea su nacionalidad, condición o credo, pues todos son «Hijos de Dios».
Exhorta también Monseñor Mario, a las autoridades e instituciones a encontrarse, pues sólo el encuentro producirá el diálogo constructivo de manera tal que el eje fronterizo, Táchira-Norte de Santander, siga siendo uno de los más vivos de Latinoamérica e invita a no olvidar que “los colombianos y los venezolanos hemos convivido en esta frontera con un gran sentido de fraternidad durante siglos” además de afirmar que “no podemos negar que numerosos tachirenses tienen vínculos familiares con hombres y mujeres de Colombia”, por lo que cualquier postura xenofóbica no es fraternal.
Por último, ratifica la vocación de servicio de la Iglesia Local de San Cristóbal a favor de los más pobres sin importar su nacionalidad a ejemplo de los discípulos de Jésus.
Transcripción íntegra del mensaje:
Al Presbiterio, a los Fieles Cristianos
y personas de buena voluntad en la Diócesis de San Cristóbal¡Salud y paz en el Señor!
1. Ante una multitud que le seguía como ovejas sin pastor, el Señor Jesús exclamó “Tengo compasión de ellos” (Mc. 6, 34). Le pidió a los discípulos que les atendieran y Él luego les dio de comer al multiplicar los panes (cf. Mc. 6, 37 ss). Esta imagen evangélica sale a nuestro encuentro para iluminarnos ante la inédita situación creada en días pasados con medidas tomadas por el Gobierno Nacional y que han incluido la deportación de numerosos hermanos colombianos. No podemos sentir menos que el Señor y por eso, manifestamos nuestra compasión, acompañada de solidaridad y de misericordia.
2. Nos preocupa como creyentes en el Evangelio de Jesús que quienes han sido más golpeados por las medidas tomadas sean gente pobre y familias con niños pequeños que, incluso, han perdido sus viviendas. Han venido como inmigrantes y requieren un trato justo y respeto de su dignidad. Muchos han sido deportados y otros, atravesando el río y por sendas improvisadas, han pasado la frontera cargando con sus enseres. Lamentablemente, son los más débiles socialmente quienes sufren los rigores de medidas como las tomadas. Ante esto, recordamos la enseñanza del Maestro Jesús: “Lo que le hicieran a uno de mis pequeñuelos a Mí me lo están haciendo” (Mt 25,40).
3. Es cierto que hay conductas irregulares e ilegales por parte de algunos ciudadanos venezolanos y colombianos. Ellos deben responder por sus actos. Las autoridades competentes deben confrontarlos y llevarlos ante la Ley. Suele pasar que quienes son responsables de tantas situaciones inmorales y contrarias al Bien Común nunca aparecen ni son conseguidos para que asuman sus responsabilidades y sean debidamente sancionados. No es secreto para nadie que hay personas y grupos irregulares que han venido creando zozobra no sólo en el eje fronterizo sino en las diversas comunidades del Táchira y de la hermana República de Colombia. Es a ellos a quienes hay que buscar y desenmascarar y hacer que paguen sus fechorías.
4. Condenamos todo exceso que vaya contra la dignidad de la persona humana y pedimos que se respeten los derechos humanos de cada quien, cualquiera que sea su condición, nacionalidad y credo. Todos somos hijos de Dios y poseemos una dignidad desde la cual brilla el esplendor de la Verdad que libera (Cf. Jn 8,32). Esto incluye el dejar a un lado cualquier tipo de ofensa o expresión peyorativa, así como cualquier tentación a promover conductas de tipo xenófobo. Los colombianos y los venezolanos hemos convivido en esta frontera con un gran sentido de fraternidad durante siglos. No podemos negar que numerosos tachirenses tienen vínculos familiares con hombres y mujeres de Colombia.
5. Invitamos a todas las autoridades, a todas las instituciones públicas y privadas para que se encuentren. En el encuentro podrá darse siempre un diálogo constructivo que resuelva situaciones controversiales y conflictos que se puedan dar. La historia común nos enseña que es posible. Hoy más que nunca se debe hacer, a fin de consolidar los vínculos de unión e integración que nos distinguen. La frontera no es una simple línea divisoria de carácter geopolítico. Es mucho más: es un ámbito donde comunidades de varias naciones hacen posible la comunión de esfuerzos en orden al desarrollo integral de todos los ciudadanos. Nuestra frontera colombo-venezolana, sobre todo en nuestra región Táchira-Norte de Santander se ha caracterizado por ser una de las más vivas del continente latinoamericano. Debe seguir siéndolo. La hora presente nos desafía a todos para lograrlo en el diálogo, en políticas comunes y acuerdos que favorezcan tanto la paz social como la sana convivencia de hermanos y el desarrollo integral de los ciudadanos y comunidades.
6. Desde hace varios años, los sacerdotes y Obispos del eje fronterizo colombo-venezolano nos hemos encontrado para dialogar, realizar proyectos comunes de atención al pueblo y para reafirmar que somos miembros de una misma Iglesia. Hoy, podemos tomar las palabras del Papa Francisco: “Una Iglesia sin fronteras, madre de todos” (MENSAJE PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO, 2015). Nos enseña el Santo Padre: “La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable. Si vive realmente su maternidad, la comunidad cristiana alimenta, orienta e indica el camino, acompaña con paciencia, se hace cercana con la oración y con las obras de misericordia”.
7. Desde hace tiempo hemos venido denunciando las situaciones terribles que golpean nuestra frontera: desde el contrabando, el narcotráfico y la trata de personas (sobre todo de niños) hasta conductas amorales que pretenden justificar el relativismo ético que les caracteriza. No hemos sentido una respuesta global de la sociedad civil ni de las autoridades. También hemos anunciado las hermosas realidades que nos permiten ver que el futuro es posible y promisorio en todos los campos. En este momento, el testimonio de trabajo desinteresado de nuestros sacerdotes y de laicos, en comunidades eclesiales de base y grupos apostólicos ha sido determinante para mostrar la compasión y la misericordia hacia quienes más lo requieren. Las “Caritas Parroquiales” están en disposición de atender a tantas personas que tienen necesidad tanto de una ayuda material como de un consuelo humano y espiritual.
8. Reafirmamos nuestra vocación de servicio y la opción preferencial por los más pobres y excluidos, sean colombianos, venezolanos o de cualquier otra nación del mundo. Nos mueve a ello un solo interés: el amor fraterno que nos debe distinguir siempre como discípulos de Jesús (cf. Jn 13,35). Lo hacemos pues nos identificamos con Él en su amor hecho entrega liberadora para todos los seres humanos del mundo y de la historia. Acompañamos este compromiso con la oración, en particular la eucarística donde podemos compartir el pan de la Palabra y de la Eucaristía, entregado para la salvación de todos sin exclusión de nadie. María, Madre de Dios y Madre Nuestra, la misma Chiquinquirá y Coromoto, nos acompañe con su intercesión y solícita protección.
El Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, monseñor Mario Moronta Rodríguez, emitió un comunicado de ocho puntos en el que fija posición sobre la deportación de ciudadanos colombianos en la zona de frontera.
El Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, Monseñor Mario Moronta envió el jueves 27 de agosto, un mensaje contentivo de ocho numerales, dirigido a los sacerdotes, fieles cristianos y personas de buena voluntad. En el escrito ilumina bíblicamente la inédita situación presentada en localidades que jurídicamente están dentro su Diócesis y ante las cuales hace su lectura pastoral. NP
Empieza Monseñor Moronta argumentando que las medidas tomadas han incluido la deportación de numerosos hermanos colombianos, situación ante la que manifiesta su compasión, solidaridad y misericordia. El Obispo también hace mención a realidades que comprenden conductas irregulares e ilegales -por parte de personas o grupos- en la que se encuentran ciudadanos tanto venezolanos como colombianos, y en las que no se suele buscar a los responsables, lo que causa zozobra no sólo en las áreas fronterizas sino en todo el territorio de ambas Naciones.
De igual modo como pastor de la Iglesia de San Cristóbal, condena todo exceso que vaya contra la dignidad de la persona humana y pide en nombre de la Iglesia Local, que se respeten los derechos humanos de cada quien, cualquiera sea su nacionalidad, condición o credo, pues todos son «Hijos de Dios».
Exhorta también Monseñor Mario, a las autoridades e instituciones a encontrarse, pues sólo el encuentro producirá el diálogo constructivo de manera tal que el eje fronterizo, Táchira-Norte de Santander, siga siendo uno de los más vivos de Latinoamérica e invita a no olvidar que “los colombianos y los venezolanos hemos convivido en esta frontera con un gran sentido de fraternidad durante siglos” además de afirmar que “no podemos negar que numerosos tachirenses tienen vínculos familiares con hombres y mujeres de Colombia”, por lo que cualquier postura xenofóbica no es fraternal.
Por último, ratifica la vocación de servicio de la Iglesia Local de San Cristóbal a favor de los más pobres sin importar su nacionalidad a ejemplo de los discípulos de Jésus.
Transcripción íntegra del mensaje:
Al Presbiterio, a los Fieles Cristianos
y personas de buena voluntad en la Diócesis de San Cristóbal¡Salud y paz en el Señor!
1. Ante una multitud que le seguía como ovejas sin pastor, el Señor Jesús exclamó “Tengo compasión de ellos” (Mc. 6, 34). Le pidió a los discípulos que les atendieran y Él luego les dio de comer al multiplicar los panes (cf. Mc. 6, 37 ss). Esta imagen evangélica sale a nuestro encuentro para iluminarnos ante la inédita situación creada en días pasados con medidas tomadas por el Gobierno Nacional y que han incluido la deportación de numerosos hermanos colombianos. No podemos sentir menos que el Señor y por eso, manifestamos nuestra compasión, acompañada de solidaridad y de misericordia.
2. Nos preocupa como creyentes en el Evangelio de Jesús que quienes han sido más golpeados por las medidas tomadas sean gente pobre y familias con niños pequeños que, incluso, han perdido sus viviendas. Han venido como inmigrantes y requieren un trato justo y respeto de su dignidad. Muchos han sido deportados y otros, atravesando el río y por sendas improvisadas, han pasado la frontera cargando con sus enseres. Lamentablemente, son los más débiles socialmente quienes sufren los rigores de medidas como las tomadas. Ante esto, recordamos la enseñanza del Maestro Jesús: “Lo que le hicieran a uno de mis pequeñuelos a Mí me lo están haciendo” (Mt 25,40).
3. Es cierto que hay conductas irregulares e ilegales por parte de algunos ciudadanos venezolanos y colombianos. Ellos deben responder por sus actos. Las autoridades competentes deben confrontarlos y llevarlos ante la Ley. Suele pasar que quienes son responsables de tantas situaciones inmorales y contrarias al Bien Común nunca aparecen ni son conseguidos para que asuman sus responsabilidades y sean debidamente sancionados. No es secreto para nadie que hay personas y grupos irregulares que han venido creando zozobra no sólo en el eje fronterizo sino en las diversas comunidades del Táchira y de la hermana República de Colombia. Es a ellos a quienes hay que buscar y desenmascarar y hacer que paguen sus fechorías.
4. Condenamos todo exceso que vaya contra la dignidad de la persona humana y pedimos que se respeten los derechos humanos de cada quien, cualquiera que sea su condición, nacionalidad y credo. Todos somos hijos de Dios y poseemos una dignidad desde la cual brilla el esplendor de la Verdad que libera (Cf. Jn 8,32). Esto incluye el dejar a un lado cualquier tipo de ofensa o expresión peyorativa, así como cualquier tentación a promover conductas de tipo xenófobo. Los colombianos y los venezolanos hemos convivido en esta frontera con un gran sentido de fraternidad durante siglos. No podemos negar que numerosos tachirenses tienen vínculos familiares con hombres y mujeres de Colombia.
5. Invitamos a todas las autoridades, a todas las instituciones públicas y privadas para que se encuentren. En el encuentro podrá darse siempre un diálogo constructivo que resuelva situaciones controversiales y conflictos que se puedan dar. La historia común nos enseña que es posible. Hoy más que nunca se debe hacer, a fin de consolidar los vínculos de unión e integración que nos distinguen. La frontera no es una simple línea divisoria de carácter geopolítico. Es mucho más: es un ámbito donde comunidades de varias naciones hacen posible la comunión de esfuerzos en orden al desarrollo integral de todos los ciudadanos. Nuestra frontera colombo-venezolana, sobre todo en nuestra región Táchira-Norte de Santander se ha caracterizado por ser una de las más vivas del continente latinoamericano. Debe seguir siéndolo. La hora presente nos desafía a todos para lograrlo en el diálogo, en políticas comunes y acuerdos que favorezcan tanto la paz social como la sana convivencia de hermanos y el desarrollo integral de los ciudadanos y comunidades.
6. Desde hace varios años, los sacerdotes y Obispos del eje fronterizo colombo-venezolano nos hemos encontrado para dialogar, realizar proyectos comunes de atención al pueblo y para reafirmar que somos miembros de una misma Iglesia. Hoy, podemos tomar las palabras del Papa Francisco: “Una Iglesia sin fronteras, madre de todos” (MENSAJE PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO, 2015). Nos enseña el Santo Padre: “La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable. Si vive realmente su maternidad, la comunidad cristiana alimenta, orienta e indica el camino, acompaña con paciencia, se hace cercana con la oración y con las obras de misericordia”.
7. Desde hace tiempo hemos venido denunciando las situaciones terribles que golpean nuestra frontera: desde el contrabando, el narcotráfico y la trata de personas (sobre todo de niños) hasta conductas amorales que pretenden justificar el relativismo ético que les caracteriza. No hemos sentido una respuesta global de la sociedad civil ni de las autoridades. También hemos anunciado las hermosas realidades que nos permiten ver que el futuro es posible y promisorio en todos los campos. En este momento, el testimonio de trabajo desinteresado de nuestros sacerdotes y de laicos, en comunidades eclesiales de base y grupos apostólicos ha sido determinante para mostrar la compasión y la misericordia hacia quienes más lo requieren. Las “Caritas Parroquiales” están en disposición de atender a tantas personas que tienen necesidad tanto de una ayuda material como de un consuelo humano y espiritual.
8. Reafirmamos nuestra vocación de servicio y la opción preferencial por los más pobres y excluidos, sean colombianos, venezolanos o de cualquier otra nación del mundo. Nos mueve a ello un solo interés: el amor fraterno que nos debe distinguir siempre como discípulos de Jesús (cf. Jn 13,35). Lo hacemos pues nos identificamos con Él en su amor hecho entrega liberadora para todos los seres humanos del mundo y de la historia. Acompañamos este compromiso con la oración, en particular la eucarística donde podemos compartir el pan de la Palabra y de la Eucaristía, entregado para la salvación de todos sin exclusión de nadie. María, Madre de Dios y Madre Nuestra, la misma Chiquinquirá y Coromoto, nos acompañe con su intercesión y solícita protección.