Como muchas otras noches, unos ladrones irrumpieron hace poco en un bloque de apartamentos en la ciudad venezolana de Valencia para robar neumáticos, baterías y radios de los autos que dormían a la intemperie.
Pero en esa ocasión, un grupo de residentes, furiosos por los robos semanales y alertados por el llamado de un vecino, atraparon a uno de los tres hombres, lo desnudaron, lo golpearon con rudeza y lo ataron a un poste de alumbrado público, donde lo apedrearon y rociaron con gasolina, relataron vecinos.
“Mátenlo, denle”, gritaba la turba según recordó Trina Castro, de 82 años, que vive en uno de los edificios de Kerdell, la urbanización azotada, y que se despertó por el alboroto en plena madrugada hace poco más de una semana.
“Fue horrible”, agregó cerca de unas paredes pintadas con mensajes como “choro (ladrón) que se agarre, se quema”. El hombre finalmente no fue quemado, pero quedó inconsciente y fue llevado a un hospital local, según testigos y la policía, que no dio mayores detalles.
En Valencia y por toda Venezuela, los linchamientos o intentos de ajusticiamientos están aumentando, de acuerdo a grupos de derechos humanos y reportes de medios.
Organizaciones no gubernamentales (ONGs) creen que la justicia por mano propia está surgiendo en respuesta a la rampante delincuencia que ha colocado desde hace unos años a Venezuela, según Naciones Unidas, como uno de los países con la mayor tasa de homicidios en el mundo.
Pero también por la impunidad. De cada 10 criminales atrapados por la policía sólo uno acaba en la cárcel, asegura el Observatorio Venezolano de Violencia y otras agrupaciones.
En lo que va del año han ocurrido al menos una treintena de linchamientos o intentos de linchamiento. Y tan sólo en el último mes hubo 13, de acuerdo con un seguimiento de medios locales hecho por Reuters.
Una fuente en el ministerio de Interior y Justicia, quien pidió no ser identificado porque el ministro el único autorizado para hablar con la prensa, dijo que la dependencia usualmente no comenta sobre casos en investigación.
Sin embargo, funcionarios del Gobierno del presidente Nicolás Maduro y muchos de sus simpatizantes aseguran que la “ola de linchamientos” es un “invento” de medios opositores que, con financiamiento extranjero, buscan derrocarlo.
REPRESALIAS
En otros países de la región como Bolivia, México y los andes peruanos, los linchamientos ocurren con frecuencia pero a mucha menor escala. El año pasado, por ejemplo, la Defensoría del Pueblo del país altiplánico reportó 10 personas linchadas en toda Bolivia.
Durante el mismo período, en Venezuela lincharon a 40 personas, en su gran mayoría, en zonas pobres del interior, según la ONG local Observatorio Venezolano de Violencia.
Pero esa tendencia está cambiando con un aumento de casos en zonas urbanas: a finales del mes pasado, dos delincuentes fueron brutalmente golpeados luego de arrebatarle la cartera a una mujer en una zona de clase alta de Caracas.
Tras el robo, los ladrones fueron perseguidos por vecinos enardecidos que lograron atraparlos una cuadra después para golpearlos airadamente hasta que llegó la policía. Desde los apartamentos circundantes, otros vecinos gritaban “denles duro”.
Por la gravedad de sus heridas, los ladrones tuvieron que ser llevados en una ambulancia a un hospital cercano.
“No estoy de acuerdo con los linchamientos, pero ¿qué podemos hacer?”, se preguntó Raquel Brito, una vecina testigo de los hechos quien aseguró que los robos en la zona son comunes.
Elisio Guzmán, un experimentado comisario al mando de la Policía del estado de Miranda asegura que la impunidad en la zona que protege, llega al 60 por ciento: de cada 10 aprehendidos, seis regresan a las calles.
“En la medida en que no haya respuesta del Estado, van a incrementarse los linchamientos. La policía lo puede poner preso, pero llega al tribunal y lo sueltan”, opinó Guzmán, quien tiene 45 años de experiencia policial.
Fuera de Caracas, donde viven el 80 por ciento de los casi 30 millones de venezolanos, los linchamientos son más feroces.
A mediados de agosto, en el estado central de Aragua, una turba arremetió contra tres supuestos ladrones de baterías de autos, escasas en el país. Uno de los acusados fue brutalmente atacado a machetazos y finalmente degollado.
Cuando los pobladores se disponían a linchar a sus dos acompañantes, la policía llegó y se llevó a la pareja.
“La gente es perversa. El delito, generalmente, no se compara con los daños que le ocasionan al ladrón”, dijo Guzmán.
Analistas sostienen que los linchamientos no disuaden a los ladrones. Sólo alimentan un círculo vicioso de violencia ya que los familiares de las víctimas van en busca de venganza o porque los ladrones se arman para evitar ser linchados.
“Ahora creemos que pueden venir represalias. No me siento segura”, dijo María Pérez, una vecina de Kerdell, la urbanización en Valencia, al centro del país. “Estamos pensando en mudarnos”. Reuters
Como muchas otras noches, unos ladrones irrumpieron hace poco en un bloque de apartamentos en la ciudad venezolana de Valencia para robar neumáticos, baterías y radios de los autos que dormían a la intemperie.
Pero en esa ocasión, un grupo de residentes, furiosos por los robos semanales y alertados por el llamado de un vecino, atraparon a uno de los tres hombres, lo desnudaron, lo golpearon con rudeza y lo ataron a un poste de alumbrado público, donde lo apedrearon y rociaron con gasolina, relataron vecinos.
“Mátenlo, denle”, gritaba la turba según recordó Trina Castro, de 82 años, que vive en uno de los edificios de Kerdell, la urbanización azotada, y que se despertó por el alboroto en plena madrugada hace poco más de una semana.
“Fue horrible”, agregó cerca de unas paredes pintadas con mensajes como “choro (ladrón) que se agarre, se quema”. El hombre finalmente no fue quemado, pero quedó inconsciente y fue llevado a un hospital local, según testigos y la policía, que no dio mayores detalles.
En Valencia y por toda Venezuela, los linchamientos o intentos de ajusticiamientos están aumentando, de acuerdo a grupos de derechos humanos y reportes de medios.
Organizaciones no gubernamentales (ONGs) creen que la justicia por mano propia está surgiendo en respuesta a la rampante delincuencia que ha colocado desde hace unos años a Venezuela, según Naciones Unidas, como uno de los países con la mayor tasa de homicidios en el mundo.
Pero también por la impunidad. De cada 10 criminales atrapados por la policía sólo uno acaba en la cárcel, asegura el Observatorio Venezolano de Violencia y otras agrupaciones.
En lo que va del año han ocurrido al menos una treintena de linchamientos o intentos de linchamiento. Y tan sólo en el último mes hubo 13, de acuerdo con un seguimiento de medios locales hecho por Reuters.
Una fuente en el ministerio de Interior y Justicia, quien pidió no ser identificado porque el ministro el único autorizado para hablar con la prensa, dijo que la dependencia usualmente no comenta sobre casos en investigación.
Sin embargo, funcionarios del Gobierno del presidente Nicolás Maduro y muchos de sus simpatizantes aseguran que la “ola de linchamientos” es un “invento” de medios opositores que, con financiamiento extranjero, buscan derrocarlo.
REPRESALIAS
En otros países de la región como Bolivia, México y los andes peruanos, los linchamientos ocurren con frecuencia pero a mucha menor escala. El año pasado, por ejemplo, la Defensoría del Pueblo del país altiplánico reportó 10 personas linchadas en toda Bolivia.
Durante el mismo período, en Venezuela lincharon a 40 personas, en su gran mayoría, en zonas pobres del interior, según la ONG local Observatorio Venezolano de Violencia.
Pero esa tendencia está cambiando con un aumento de casos en zonas urbanas: a finales del mes pasado, dos delincuentes fueron brutalmente golpeados luego de arrebatarle la cartera a una mujer en una zona de clase alta de Caracas.
Tras el robo, los ladrones fueron perseguidos por vecinos enardecidos que lograron atraparlos una cuadra después para golpearlos airadamente hasta que llegó la policía. Desde los apartamentos circundantes, otros vecinos gritaban “denles duro”.
Por la gravedad de sus heridas, los ladrones tuvieron que ser llevados en una ambulancia a un hospital cercano.
“No estoy de acuerdo con los linchamientos, pero ¿qué podemos hacer?”, se preguntó Raquel Brito, una vecina testigo de los hechos quien aseguró que los robos en la zona son comunes.
Elisio Guzmán, un experimentado comisario al mando de la Policía del estado de Miranda asegura que la impunidad en la zona que protege, llega al 60 por ciento: de cada 10 aprehendidos, seis regresan a las calles.
“En la medida en que no haya respuesta del Estado, van a incrementarse los linchamientos. La policía lo puede poner preso, pero llega al tribunal y lo sueltan”, opinó Guzmán, quien tiene 45 años de experiencia policial.
Fuera de Caracas, donde viven el 80 por ciento de los casi 30 millones de venezolanos, los linchamientos son más feroces.
A mediados de agosto, en el estado central de Aragua, una turba arremetió contra tres supuestos ladrones de baterías de autos, escasas en el país. Uno de los acusados fue brutalmente atacado a machetazos y finalmente degollado.
Cuando los pobladores se disponían a linchar a sus dos acompañantes, la policía llegó y se llevó a la pareja.
“La gente es perversa. El delito, generalmente, no se compara con los daños que le ocasionan al ladrón”, dijo Guzmán.
Analistas sostienen que los linchamientos no disuaden a los ladrones. Sólo alimentan un círculo vicioso de violencia ya que los familiares de las víctimas van en busca de venganza o porque los ladrones se arman para evitar ser linchados.
“Ahora creemos que pueden venir represalias. No me siento segura”, dijo María Pérez, una vecina de Kerdell, la urbanización en Valencia, al centro del país. “Estamos pensando en mudarnos”. Reuters