El correo electrónico no llevaba nada en la línea del asunto, así que no sabía qué esperar.
Ya antes había visto fotos de cadáveres siendo removidos de la costa, pero nunca de un niño.
Era un niño africano, de no más de un año, y en su rostro se veía una expresión inquietante de terror. Tan pequeño y ya había experimentado lo peor que la vida tenía para ofrecer.
Él no se veía para nada como mi hijo más pequeño, quien para esa época tenía siete meses, pero había algo en su ropa que me hizo sentir como si estaba viendo una foto de mi hijo que yacía muerto en una playa en Garabulli, Libia.
He estado escribiendo acerca de la migración en el Mediterráneo durante más de 10 años. He visto y oído toda clase de cosas de supervivientes durante este tiempo, pero nada reflejó la tragedia como esa imagen. Y es por eso precisamente que a menudo elijo publicar esas imágenes.
Realidad cruda versus espectáculo
No es sencillo. Existe una delgada línea entre la proyección de la realidad cruda y hacer un espectáculo de lo que es esencialmente una tragedia personal para las personas cercanas a la víctima. Pero la verdad es que esconder o desinfectar esta verdad en la cara de esta escala de muerte continua simplemente no es sostenible.
Más importante aún, en los años –más de 15– desde que el Mediterráneo ha estado experimentando este fenómeno, los políticos sólo se han visto sacudidos en sus posiciones hacia una acción humanitaria luego de que la opinión pública se vio confrontada con las crudas implicaciones de la insatisfactoria respuesta de Europa.
Sucedió en octubre del 2013, cuando Italia lanzó la operación de rescate Mare Nostrum, después de que más de 360 personas murieron en dos tragedias consecutivas al alcance de la vista de las costas europeas.
Y volvió a suceder en abril pasado, cuando la Unión Europea se vio obligada a reconsiderar su decisión de reducir los rescates sobre la lógica errónea de que salvar vidas atraía a más migrantes. Fue necesaria la pérdida de aproximadamente 850 vidas, entonces el mayor naufragio individual en la región desde la Segunda Guerra Mundial.
Me parece que la dignidad de los muertos se respeta más al publicar las fotos de sus cuerpos que ocultándolos, debido a que el impacto de sus realidades puede traer el cambio necesario para evitar la muerte innecesaria.
La política
Los cínicos señalarán el hecho de que este vaivén es simplemente un juego de los políticos para ganar tiempo hasta que la próxima crisis internacional desplace el centro de atención hacia otros lugares. Pero hay un efecto acumulativo palpable.
El miércoles, la imagen del pequeño Aylan Kurdi galvanizó la ira de aquellos que se sienten frustrados ante el hecho de que Europa puede unirse para resolver la crisis bancaria, pero no una catástrofe humana a sus puertas. También movió a personas que antes estaban demasiado distraídas como para actuar.
El diario The Independent del Reino Unido, el cual fue uno de los primeros en publicar la foto de Aylan, lanzó una campaña simultánea que reunió cerca de 120.000 firmas y varias aprobaciones importantes en el espacio de 24 horas.
En el mismo lapso, Migrant Offshore Aid Station –una organización benéfica de búsqueda y rescate que salva vidas en el mar Mediterráneo– dijo que recibió más de 300.000 euros en donaciones y siguen recibiendo. Otras ONG también informaron de un incremento en el apoyo.
Estas son señales de movilización fundamental, provocadas por el hecho de que la tragedia ahora tiene un rostro y un nombre.
Las personas comunes están tomando medidas y los políticos no pueden esconderse detrás de declaraciones vacías durante mucho más tiempo.