Hombro a hombro nos daremos a la tarea de recuperar, aprovechar y a hacer nuestras las infinititas posibilidades que Venezuela siempre ofreció. El odio ya no tendrá más cabida. El miedo tampoco
Miraremos al pasado, algún día, quizás más pronto de lo que nos atrevemos a creer, y recordaremos todas y cada una de las infamias, de los abusos, de los daños causados. No habrá olvido, de todo llevamos la cuenta. Ese es hoy nuestro deber. No para renacer, cuando toque, desde la venganza, no para igualar el rencor, los modos ni la perversidad de los que se creían, equivocados y arrogantes, invencibles, infalibles y eternos; sino para honrar, por fin, a la justicia, que es hermana de la memoria. Miraremos hacia atrás, no para tratar de avanzar así, con el cuello torcido y los ojos perdidos, pues ya aprendimos que no se camina hacia adelante mirando solo hacia atrás, y porque también aprendimos que el pasado no es razón ni sirve como argumento; sino para que el olvido no sea norma y para que nuestros próximos pasos no pierdan sendero ni repitan ignominias. Lo malo del ayer no volverá a ser excusa ni justificación para ningún nuevo mal. No lo permitiremos.
Recordaremos, por supuesto, a los ausentes, a los que nos fueron arrebatados por la intolerancia, por la maldad, por la violencia y por la estupidez… y honraremos su memoria. Recordaremos y llamaremos a casa a los que tuvieron que irse lejos, dejando en cada espacio de esta tierra los trozos de sus almas melladas, y también a los que no pudieron nacer, privados no solo de esperanzas, sino además de lo esencial para llegar a este mundo y crecer en él sin sobresaltos. Siguen siendo nuestros, seguimos siendo nosotros. Para ellos, para todos ellos, siempre habrá espacio en nuestro pecho, y ya no les recibirán, al llegar, hocicos ni puertas cerradas.
Juremos no volver a
creer en espejismos
Recordaremos también cada día de angustia y cada noche en la que tantos, demasiados, se vieron tras las rejas, injustamente alejados del abrazo de sus familias por los que nunca supieron ser más que garrotes en mano de gorilas. Por cada lágrima una oración, por cada herida, por cada sentencia injusta y cada golpe, una condena; por cada barrote, una llave. Recordaremos, como si se tratase de un mal sueño ya superado, los días de hambre y de sed, las esperas interminables bajo el sol, la desesperanza y el verbo oscuro y airado. Y renovaremos cada día el juramento de no volver a creer en espejismos.
Miraremos hacia atrás, y quizás muchos, desde esa lejanía y ya sin velos frente a los ojos, entenderán por fin la magnitud del engaño, de la mentira, a los que fuimos sometidos. Lo que antes brillaba, al paso del tiempo, se revelará como lo que siempre fue: Mustio, vacío y podrido anhelo de poder. A muchos no les resultará fácil, pues no hay peor remordimiento que el que nace de tener que aceptar las propias equivocaciones cuando éstas han dañado tanto a tantos. Para otros, ellos saben quiénes son, sin embargo, no habrá perdón ni sosiego posible. Lo que hoy la mayoría ve y entiende, lo que una minoría hoy se empeña en ocultar, será seguramente visto tal como fue y como es por todos.
Cada mañana será un
nuevo camino, cada noche,
una mejor promesa
Miraremos al presente, sorprendidos. Al ver a cada lado, ya no habrá suspicacia ni miedo, y a diestra y siniestra no se verán obstáculos, miedo ni enemigos. Solo horizontes. Hombro a hombro nos daremos a la tarea de recuperar, aprovechar y a hacer nuestras las infinititas posibilidades que Venezuela siempre ofreció. Cada mañana será un nuevo camino, cada noche, una mejor promesa. En cada esquina un encuentro, en cada paso un abrazo. No será fácil remontar la cuesta, al menos no al comienzo, pero el verbo ya no será insulto ni falacia, será verdad, ideal y calma. El odio ya no tendrá más cabida. El miedo tampoco. La mirada será directa, a los ojos, sin cartas bajo la manga. Y donde hubo oscuridades y trampas se verán luces y soluciones.
Las casas, de nuevo, serán nuestras y de todos, abiertas a la amistad, al diálogo, al respeto. Compartiremos el café cada mañana en la certeza de que al día siguiente nos seguirá acompañando. El aire estará limpio, despejado, y no llevaremos más sobre los hombros la pesada carga de la incertidumbre diaria. La justicia, paso a paso y en curso, nos devolverá la fe en ella. Traer un hijo al mundo será alegría, no vacilación. Cruzaremos nuevos puentes, comprenderemos nuevas ideas, viviremos nuevas esperanzas. Ver a tu lado un uniforme no te dará vergüenza, ni miedo, llevar la toga será de nuevo un honor, no una mácula. Los libros nos acompañarán, y haberlos leído será orgullo, no estigma.
Miraremos a los lados y no veremos héroes, profetas, mesías ni ungidos, o nos veremos todos como tales, pues cada uno lo es para los suyos, en su espacio y en su tiempo. El Himno ya no es llanto ni cacofonía, es alegría. En las celdas estará solo el mal, el verdadero, no el invento ni la conveniencia política, y a nuestro lado caminarán los que antes habían sido injustamente encarcelados. No habrá autoridad pública, sino servidores públicos, personas conscientes y que saben que si no es para los demás, su trabajo es vano e inservible. El presente será asombro, y quizás nos encandile al principio un poco, es normal tras tanta noche que cualquier luz nos conmueva, pero pronto nos daremos cuenta de que siempre debió ser así, y entenderemos que a los errores pasados se los reconoce, para crecer con ellos y desde ellos, para no repetirlos, pero que jamás deben ser usados como peldaño porque siempre conducen hacia abajo.
Habrá planes, proyectos,
propuestas, sueños
Miraremos al futuro, hacia adelante, más cerca que lejos, y por primera vez, estoy seguro, la mirada abarcará mucho más que un solo día. El río volverá a su cauce, las piezas encajarán de nuevo, las palabras retomarán su significado perdido. Habrá planes, proyectos, propuestas, sueños; y por primera vez, estoy seguro, no nos parecerán tan imposibles. Ya no indagaremos sobre nuestros colores, pues será lección aprendida que el mal de uno, sea quien sea, es también mal de todos. No veremos con suspicacia, sino con fraternidad y respeto, ni como un criminal, al que no canta en nuestros tonos. Seremos apego y calidez, semilla, fuerza y arado. Nos veremos cual somos en realidad, no como nos han hecho creer que somos, no como nos han forzado a sentirnos; dejaremos el disfraz impuesto y nos daremos cuenta de que en nosotros, además de nieblas, que en todas partes las hay, llevamos mucho, pero mucho, amanecer. Pasarán los días entre el esfuerzo y la risa, entre el trabajo y la calma, entre el amor y la fe. Las ideas dejará de ser temor y recelo, y veremos que en este hermoso navío todos tenemos cabida, y que a todos nos corresponde llevarlo a buen puerto, sin mezquindades, sin egoísmos ni engaños. No quedará en el aire ni una sola mano tendida ni en labio alguno quedará un beso sin destino. La Patria, que fue rebajada a lema, a discurso barato, que se puso al lado y al servicio de la muerte, volverá a ser, en cada uno de nosotros, hogar, anhelo y destino.
Y mientras todo eso pasa, que pasará, los que nos hicieron tanto daño durante tanto tiempo solo podrán contar nubes, e innumerables horas y arrepentimientos, desde las pequeñas ventanas de su justo encierro. Así será, se los prometo. No perdamos la esperanza.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
Twitter: @HimiobSantome