“El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de estos intereses y afectos que, a su vez, le convierten a él en objeto de interés y el afecto de otros muchos”. Bertrand Russell
Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com,@nchittylaroche
Al cabo de 17 años de arribo al poder de Chávez y sus acólitos tenemos un gobierno militar con un civil en la presidencia y un fracaso indiscutible en el balance de la experiencia. Usted que me lee sabe bien que estamos en la ruina, endeudados, enemistados entre nosotros, plenos de criminalidad, con una política económica plagada de desaciertos, inflación, escasez, desempleo y parálisis del aparato productivo, absoluta dependencia del extranjero en los bienes de consumo elementales, injusticia, con una espantosa carencia y mediocridad de nuestra educación, vulnerabilidad de la salud pública y privada pero lo peor es la segregación, discriminación y el odio. Compatriota le pregunto: ¿no es esto verdad?
Se ha dicho que ha sido el gobierno de los pobres y yo creo que es menester precisar antes de concluirlo así. Si bien se destinaron ingentes recursos a las llamadas misiones y entre ellas a la misión vivienda, mucho más se desvió hacia los sacos de la corrupción de la clase gobernante al extremo de colocar al país como maula universal y amenazado de incurrir en una total cesación de pagos. Aparentaron ayudar a los pobres y en el mecanismo incluyeron el desorden, el gasto dispendioso y la opacidad sobre las cuentas públicas para medrar, hacer fraude y robar como nadie en la historia venezolana lo hizo. Desde el 2005 no se cumple con la presentación de la Cuenta de Hacienda y ni hablar del desconocimiento de la normativa constitucional de control o de la manipulación de las reglas fiscales tales como el marco plurianual del presupuesto o el Fondo de Estabilización Macroeconómica o ese invento del celestineo lisonjero llamado Fonden que dispuso de 120.000.000.000 millones de dólares sin que se llenaran los extremos legales y se dispusiera de una genuina contraloría. Solo para complacer al Dios y Comandante ignaro y demagogo, Giordani y Merentes apartaron al régimen presupuestario y contralor de la república.
El discurso de Chávez y en su momento, con la costosísima colaboración de los medios de comunicación, antigua oligarquía por cierto sustituida por la de los militares hoy en día, desde el comienzo fue populista y visceral patológico. Habló de freír cabezas y siempre quiso y lo logró, dividir, separar, disgregar, a los venezolanos. Unos eran buenos y tenían derechos y los otros no. La neolengua del poder es un texto que explica bien el asunto, escrito por Antonio Canova González y otros venezolanos de excepción venidos de la UCAB. Se calificó entre insultos y cognomentos a los opositores. Siempre llenando de denuestos a aquellos que criticaban, reclamaban o sencillamente llamaban la atención sobre el mal gobierno, los errores, los disparates, la regaladera a Cuba y al mundo caprichoso del líder Chávez. Nos hicimos daño y nos odiamos incluso. Para sanarnos tenemos que asumir que la nación como nos recuerda Ortega y Gasset es la consciencia de un destino común y trabajar para ello.
La revolución vino llena de odio y se desnudó con el bajo psiquismo, resentimiento y complejos de inferioridad de los segundones y mediocres de súbito convertidos en dignatarios estelares. Viene a mi memoria Vaclav Havel y su presentación del odio en que se lee: “Los hindúes tienen una fábula sobre un pájaro mítico Bhérunda. Es un pájaro con un cuerpo, dos cuellos, dos cabezas y dos consciencias independientes. A raíz de la continua convivencia las dos cabezas empezaron a odiarse y decidieron hacerse daño entre sí por lo que empezaron a tragar piedras y veneno. El resultado es evidente; el pájaro Bhérunda empieza a tener espasmos y muere gimiendo en voz alta. Krishna con su misericordia ilimitada lo resucita para que recuerde siempre a los hombres cual es el final de cualquier odio. Jamás consume solo al odiado sino siempre y a la vez, tal vez que con más fuerza, al que odia”.