Guaros anunció la incorporación de David Cubillán, José Vargas y Néstor Colmenares al equipo que disputará, entre el 23 y 24 de este mes, en Quito, el grupo D de la Liga Suramericana de Baloncesto, en el cual competirá con el brasileño Franca, Regatas de Lima y UTE ecuatoriano.
Los larenses se han tomado muy en serio la participación internacional, y su presidente habla de que aspiran emular aquellas años (fines de los 70, los 80), en que Guaiqueríes y Trotamundos causaron sensación en los Suramericanos de Clubes plantando cara a los poderosos de Argentina y Brasil, los de Carabobo alzándose con dos títulos.
Loable propósito, desde luego. No obstante, surgen ciertas reservas. Porque se habla de una competencia de clubes y la adición de tres jugadores que pertenecen a Trotamundos, Marinos y Cocodrilos conforma, con Heissler Guillent, Windi Graterol, Gregory Echenique y Luis Bethelmy poco menos que el núcleo de la selección nacional. Un trabuco, sin dudas.
Claro que sería interesante ganar algo a nivel de clubes, como se le exige all fútbol, cuyas participaciones suramericanas terminan regularmente en la primera fase. Pero si la idea es confrontar entre las divisas que animan los torneos domésticos, armar una selección rompe con el objetivo de desarrollar estas, de premiar el esfuerzo de los jugadores que llevan el trajín diario. Ya suponen refuerzo significativo los importados, que contribuyen al balance en posiciones clave y aportan su nivel y experiencia competitiva.
Algo tiene que ver esto con lo que discuten estos días FVB y LPB: el cambio de época para la temporada profesional.
Algo que, si se quiere establecer un proyecto con objetivos a mediano y largo plazo, tiene que comenzar por un calendario más extenso, sin tantos partidos en poco tiempo y regularizar la promoción, que apunta al desarrollo de jugadores y de verdaderos clubes, sin que a la hora de la competición internacional sea necesario recurrir a otros equipos.
Armando Naranjo
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