En revolución se viola permanentemente la paz pública
Cesáreo José Espinal Vásquez—cjev@cantv.net
El trabajo es vida, es esfuerzo, es sentimiento, es alegría, es progreso, es amor, es ayuda, comprensión, solidaridad, fraternidad y es tristeza cuando no se obtiene honestamente, es pan, vivienda y paz. La paz es el ideal social. El ocio es la madre de todos los vicios, decía mi abuela. “El trabajo es bueno y respetable, no tanto por sí mismo, como por sus objetos más elevados, a saber: el cultivo del espíritu, el desarrollo de las potencias superiores y el honesto placer de la vida”(Samuel Smiles: Vida y Trabajo). Todas las revoluciones se han originados unas más y otras menos para la búsqueda de la libertad, de trabajo y de la paz pública, pero la llamada revolución permanente de Carlos Marx y el Manifiesto Comunista, ha sido desde su inicio en 1848, una revolución de odio “rodilla en tierra” en un falso socialismo democrático fomentando el “lumpen proletario” que detestó el mismo Marx, son los mantenidos, zánganos, vividores y malandros. Un país no puede vivir en paz cuando todo se hace a nombre de la “revolución” porque ello implica desasosiego, miedo, inseguridad y en definitiva estampida social. En el siglo XXI, todos somos gentes, la condición de pueblo pasó a la historia, porque hoy por hoy la gran diferencias entre las personas es el espíritu de superación con el trabajo honesto y de conciencia desde el barrendero de calle como del gran empresario y el gobierno. Estado somos todos los ciudadanos que vivimos en este país, de todas las razas, sexo, clase y credo, en el abrazo fraterno. La gente, requiere trabajo, no dádivas que se disuelven como sal y agua. Con trabajo estable, se tiene el pan de cada día y en la medida de las posibilidades se adquiere la propiedad de una vivienda, sin ser comodatos del gobierno. Es muy buena la misión de viviendas, pero sin fuentes de trabajo, ni pan (comida y medicinas), las personas como zombis se convierten en pájaros enjaulados sin alas y en tristes colas de hormigas para mitigar su esperanza. Todos (menos algunos) de una forma u otra, andamos en la misma cola. En el primer día, Dios hizo la luz, pero no la luz del sol y las estrellas del firmamento, que hizo al cuarto día, fue la luz del entendimiento para que todos tengamos libertad de conciencia y pudiéramos distinguir lo bueno y lo noble ante la maldad y el odio. Todas las doctrinas o ideología que busquen el ideal social son respetables, pero siendo la paz, el ideal social, es inaceptable que con pretextos político-partidista se fomente la revolución permanente porque es atentatorio contra la paz. Por cinco años fue desangrada la patria con la llamada revolución federalista liderada por Falcón y Zamora bajo la consigna “muerte a la oligarquía, tierra y hombres libres” y los mismos propulsores de la federación terminaron en el centralismo cada vez más férrea como han sido los regímenes socialistas marxistas de Stalin y Castro, aupando lo que es el “socialyomismo”. La gente clama por una sociedad justa en trabajo, pan, vivienda y paz.