Nuestro pueblo, y en especial los sectores más humildes, los más desprotegidos, saben que la violencia criminal que asesina y secuestra impunemente, y que se ensaña con particular ferocidad contra los más jóvenes, tiene su origen, su combustible y la raíz de su poder en el tenebroso negocio de la droga.
La verdadera “emboscada imperial” la tiende el narco…
En efecto: la verdadera “emboscada imperial” es la que el imperio del narcotráfico le tiende a los venezolanos en cualquier callejón, en cualquier escalera, cada vez que se entran a plomo por el control del territorio, dejando un reguero de inocentes muertos, atravesados en la línea de fuego. La sola posibilidad de que algunos de los capos de esa maquinaria de muerte circulen por el mundo con pasaporte diplomático venezolano y amparados en la pertenencia a entornos familiares de exclusivos círculos de poder es algo que hoy une a todo el país en la vergüenza y el repudio.
No estamos en presencia de “un incidente” que por primera vez ocurra en años recientes en nuestro país. En otras ocasiones se han conocido ya denuncias sobre la vinculación de personeros vinculados a la cúpula gobernante con turbios negociados. Pero en esta oportunidad, según la información suministrada por medios internacionales, dos personas ( cuya presunta pertenencia al entorno familiar de la pareja presidencial no ha sido desmentida aún) fueron detenidas en flagrancia, tras una investigación de ocho meses de duración, a lo largo de la cual se recabaron elementos probatorios en fotografía y video. Esta circunstancia es la que da pie a la imputación de estas dos personas de apellido Flores ante un Gran Jurado en el Estado de Nueva York, enfrentando cargos que pudieran implicar una condena a cadena perpetua, de acuerdo a las leyes de ese país. No es ésta, pues, una “novedad anecdótica”. Es la confirmación de que existe un problema profundo en nuestro país, caracterizado por la existencia de nexos entre círculos de poder político y oscuros ámbitos delincuenciales.
Tampoco es éste un “hecho aislado”. Ese par de jóvenes no podrían, solos, mover casi una tonelada de drogas, utilizando para ello un barco y desplazándose en un moderno avión para hacer la negociación. El pueblo venezolano tiene derecho a saber de dónde salió la droga, a dónde llegaría el dinero, qué intereses y de qué naturaleza proveyeron el barco y el avión. El pueblo venezolano tiene derecho a conocer la trama completa de esta red de drogas, poder y corrupción, generada en gran parte por la amplia impunidad de aquellos que abusan del poder en virtud de sus conexiones con la cúpula gobernante.
La censura, condición necesaria para el crimen…
Una situación tan terrible como esta, escandalosa de por si tanto por la gravedad del crimen como por la especial condición de las personas implicadas, tendría que ser por fuerza noticia destacada en los medios nacionales. No sólo porque la razón de ser de los medios es la difusión de las noticias, sino además porque el pueblo venezolano tiene derecho a saber “detalles” como si es verdad o no que las personas imputadas por narcotráfico ante un Gran Jurado en Nueva York portaban pasaportes diplomáticos venezolanos, si es cierto o no que tienen nexo parental con la pareja presidencial, si es cierto o no que al menos uno de ellos es defendido por abogados del mismo bufete que representa a la empresa Citgo, filial en norteamérica de Pdvsa, así como la propiedad y procedencia de la aeronave y del yate implicados en el caso. El pueblo venezolano tiene derecho a saber a dónde conducen las pistas del yate, del avión, de la droga y del dinero, y -en condiciones “normales”- hacia allí estarían apuntados los esfuerzos -y los titulares- de la mayoría de los medios locales.
Pero con contadas y honrosas excepciones, no es así. Un espeso y vergonzoso manto de silencio ha cubierto el escándalo y ha pretendido escamotearle al pueblo venezolano su derecho a saber la verdad. Esta situación de ahora permite ver con claridad cómo la llamada “hegemonía comunicaciones”, más que una estrategia de control informativo al servicio de un proyecto político, es en realidad una operación de encubrimiento masivo al servicio del crimen organizado. Nuestro país ha sido saqueado, y los saqueadores necesitan actuar al amparo del silencio, de la sombra, de la opacidad informativa. Para eso compraron medios, sin que se sepa ni el origen de los fondos ni la identidad de los reales compradores. Para eso monopolizaron la importación y suministro del papel periódico, para colocar a los medios impresos a merced de los saqueadores. Para eso mantienen a la mayoría de las emisoras de radio en un limbo jurídico en materia de concesiones y permisología. Para eso siguen comprando televisoras, para seguirlas vaciando de contenido y de televidentes, porque su objetivo no es “operar” esos medios, sino destruirlos, esterilizarlos.
Por eso, medio que se atreve a difundir siquiera alguna información publicada en el exterior sobre las presuntas andanzas delictuosas de los capos disfrazados de funcionarios, es objeto de agresiones judiciales, juicios que se ventilan en tribunales como los denunciados no sólo por la oposición, sino por “camaradas” como Aponte Aponte, Velásquez Alvaray y Franklin Nieves, para solo nombrar testimonios de verdugos devenidos en perseguidos. Todo esto deja claro que la censura y la autocensura no es una medida política del gobierno contra la oposición: es una agresión salvaje de los corruptos contra todo el país. Porque todo el país es víctima de los saqueadores, de los corruptos, de los criminales, que –gracias a la impunidad que les brinda la censura- delinquen a sus anchas.
No hay “terrorismo bueno” y “terrorismo malo”
Justo cuando Venezuela empieza a digerir apenas lo que esta ocurriendo en el Gran Jurado de Nueva York, estalla la noche del viernes 13 la masacre perpetrada por terroristas en París. Cuando redactamos esta nota, la cantidad de víctimas fatales ascendía a 153. Sumamos nuestra voz a la del mundo entero que repudia la salvajada criminal. Y reiteramos: no hay “terrorismo bueno” y “terrorismo malo”. No se puede condenar de la boca para afuera a los terroristas del mal llamado “Estado Islámico” y ser amigo de los narcoterroristas de las FARC. No se puede condenar a Isis y pretender justificar, como en alguna desgraciada oportunidad ocurrió, los crímenes de Al Qaeda. Todo aquel que asesine con pretextos ideológicos o confesionales es un enemigo de la humanidad. Y así debe ser denunciado. #TodosSomosParis!
Venezuela en la encrucijada
Todo esto ocurre en el mundo cuando Venezuela inicia la parte formal de la campaña electoral de cara a las elecciones legislativas del 6 de diciembre, elecciones que tienen un signo muy especial: ocurren en la fase terminal de una crisis política, en el ocaso de una larga y corrupta hegemonía. Que quede claro: en el año 2006, si no ganaba la oposición, ganaba el oficialismo, como pasó; en el año 2007, si no ganaba el oficialismo, ganaba la oposición, como en efecto ocurrió. Pero en este año 2015, la situación es muy distinta: este 6D, en el supuesto negado de que no gane la oposición, no sería el gobierno quien obtendría la victoria, porque el gobierno es un ente en proceso de desmantelamiento. Si el 6D no gana la Unidad, quien ganaría sería el proceso de disolución de la sociedad, el proceso de conversión de Venezuela en un narcoestado, ganarían los capos y los pranes y perdería Venezuela. Ganaría el «Estado Malandro» que le entrega al PSUV y a los “colectivos” los operativos de venta de alimentos en los barrios, que le da granadas a los choros y pasaportes diplomáticos a los narcos. Eso es lo que ocurriría. Eso es lo que hay que evitar.
Afortunadamente, no existe ninguna posibilidad de que eso ocurra. La ventaja que le lleva la Unidad Democrática a los candidatos de Maduro supera los 30 puntos porcentuales. Hasta en la base del Psuv ganan 60 a 40 los que piensan que el gobierno es culpable de la crisis. Este país ya cambió, y el 6D servirá apenas para formalizar ese cambio, para cerrar el ciclo del pasado, de la impunidad del narcotráfico, de la censura alcahueta, de la vergonzosa cercanía de algunos con organizaciones y tendencias terroristas, y abrir las puertas de un futuro de paz, prosperidad, trabajo, libertad y progreso. Eso es lo que Venezuela Quiere. ¡Pa’ lante!
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París vivió una noche de terror con ataques terroristas simultáneos en varias partes de la ciudad