Las mañanas están grises en Guatemala. Llegamos a Casa Ariana, un centro de festejos y de eventos en el que, convocados por la Asociación Americana de Abogados, se reúne un grupo numeroso de activistas y defensores de DDHH, de Venezuela y de otros países, para conversar, en un ambiente alejado de nuestra cotidianidad, sobre los temas que nos duelen y nos atañen.
El evento durará varios días. Por decisión de los organizadores, comienza el ciclo de charlas con un tema que para todos nosotros es medular: “La situación de los defensores de los Derechos Humanos”. Toman la palabra Inti Rodríguez y Marino Alvarado, ambos de Provea, y les siguen Tamara Sujú, del Foro Penal y Nizar El Fakir, del Centro de DDHH de la UCAB. El mensaje, al menos para los que estamos en Venezuela, no es luminoso. Palabras como “amenaza”, “ataques”, “persecución”, “intimidaciones” y sus variantes y sinónimos toman la escena. Todos las hemos sentido, son comunes, cotidianas. Alguno suelta sin mala intención que eso es para los defensores de DDHH en Venezuela “lo normal”, y otro lo ataja, con un dejo de reproche, reclamándole que jamás debemos llamar “normal” a lo que es claramente un abuso. El hecho de que sea común, de que se haya hecho regla en el poder, no implica que sea normal, ni mucho menos aceptable.
Los panelistas extranjeros, venidos de Europa, de Guatemala, de EE. UU., de México, a veces abren la boca dejando claro su asombro. Que el presidente de la AN le haya dedicado al menos sesenta veces, en su programa de TV transmitido además desde un canal del Estado, frases y descalificaciones, con un mazo de cavernícola en la mano, a Alfredo Romero, del Foro Penal, o que Marino Alvarado de Provea haya sido acusado otras tantas veces de cualquier dislate, en los mismos términos, es algo que raya en lo ridículo y que, si no acarreara las nefastas consecuencias que acarrea, daría hasta risa.
Pero no ríen, lo que les da es miedo. Es una muestra evidente, así nos lo dicen, de que en Venezuela el poder ya no conoce barrera que le establezca, al menos, algunos límites. Ya no cuidan ni las apariencias, no les importa que se les vea y perciba como lo que en realidad son, y eso los hace peligrosos. Nos piden, y veo temor sincero en sus miradas, que nos cuidemos mucho. El café del intermedio nos sabe a miedo. A veces estamos tan sumergidos en la oscuridad cotidiana que no nos damos cuenta de cuán profunda es, hasta que otros que ya han pasado por allí y la han vencido nos abren los ojos.
Le toca el turno a Leah Chavla, especialista de la Comisión Interamericana de DDHH y a Ignacio Álvarez, también experto en el sistema interamericano de protección a los DDHH. La verdad sea dicha, no la tuvieron fácil. La ronda de preguntas les dispara reclamos y quejas que, aunque no tienen que ver directamente con ellos, es contra los dos expositores que se proyectan. “La justicia tardía no es justicia”, les recuerda Jackeline Sandoval, de Fundepro, que siente en carne propia la ausencia de medidas de protección solicitadas por ella a la CIDH hace años, obteniendo hasta ahora el silencio como respuesta. La sensación general que dejan las preguntas y observaciones formuladas es que, al menos en la percepción de los defensores de DDHH, la burocracia interna y el excesivo celo en la consideración de los casos termina haciendo ineficaz cualquier esfuerzo que se haga por proteger, a veces de manera harto tardía, a las víctimas de violaciones a los DDHH.
Las mismas críticas se le dirigen al panel en el que entre Marino Alvarado, de nuevo Ignacio Álvarez y Enrique Ter Horst tratan de explicar los retos que enfrenta el sistema de protección de los DDHH de la ONU. Hay algo que no cuadra; es el sentir de los venezolanos presentes y lo comparten muchos de los invitados internacionales, cuando a Venezuela se le reprochan continuamente desde el Alto Comisionado de DDHH de la ONU detenciones arbitrarias, asesinatos, torturas, ataques contra la libertad de expresión y no pare usted de contar, pero con la otra mano se aprueba que el Estado Venezolano, el mismo contra el que se dirigen esas críticas, integre el Consejo de DDHH de la ONU. Esa cuenta no da.
Comparto entonces estrado con Federica D´Alessandra, que es Fellow del Carr Center para los DDHH de la Universidad de Harvard y experta en la investigación de crímenes de guerra, prevención y en violaciones masivas a los DDHH. Debemos explicar un poco, entre los dos, qué es, para qué sirve, cómo funciona y qué ha hecho hasta ahora el Tribunal Penal Internacional. Se celebra la creación de esta instancia permanente pero esta vez, de la mano de Alfredo Romero, nos llega un planteamiento duro y certero: El TPI, luego de recibir cuantiosos recursos para su funcionamiento y tras cerca de 13 años de constituido, no ha pasado de investigar más que unos pocos casos, y en estos se ha condenado a muy pocos violadores de DDHH. Es necesario revisar si en verdad está cumpliendo sus funciones como debería, de cara a las expectativas de los ciudadanos de los países que han aprobado y hecho suyo el Estatuto de Roma.
Hablan también Naifer Mora, de Sin Mordaza, y Melanio Escobar, de Redes. Sus inquietudes, jóvenes como son, van dirigidas a hacer del tema de los DDHH un tema cotidiano, y cercano, a través del arte, de la cultura y del uso de las tecnologías de información, a toda la ciudadanía. Mover la emoción, además de la razón, parece ser la clave. Es la mejor manera de enamorar a la ciudadanía para convertirla en activistas diarios y comprometidos con nuestros derechos más esenciales.
Cerramos el día visitando a Iván Velásquez, en la CICIG. Esta es la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, constituida, por acuerdo entre las Naciones Unidas y el Gobierno de Guatemala, hace unos años para, en conjunto, luchar contra la terrible corrupción, los abusos y la grave crisis que padecía el sistema de justicia en Guatemala. Con humildad, pero con firmeza, Velásquez nos habla de lo que se ha logrado hasta ahora. Trabajan “mano a mano” con la Fiscalía guatemalteca, y tienen incluso potestades de investigación y de participación en los casos penales de manera independiente. Lo que rescato de esta visita es que ese esquema de cooperación, pese a las críticas de los ultranacionalistas obtusos, ha funcionado. Ya no hay “intocables”.
Nos marchamos para analizar las experiencias en sus luchas contra la represión de Dita Charanzová, representante de la República Checa al Parlamento Europeo, o los datos que nos facilitan Mary Speck directora del “Crisis Group” para México y Centroamérica, y Alfonso Carrillo, de Harvard, sobre la grave situación que atraviesa México en estos momentos.
Todos son temas importantes. De cara a nuestra realidad, y de cara a los retos que enfrentaremos en el corto y mediano plazo, nos traemos en la maleta varias ideas y alternativas, algunas de ellas muy interesantes, en las que debemos definitivamente ir pensando desde ya.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé