Aún resuenan y resonarán por mucho tiempo los ecos de la ejemplar jornada electoral que los ciudadanos venezolanos adelantamos el pasado 6 de diciembre. Y no es para menos, ya que nos debemos a nosotros mismos un merecido reconocimiento por el elevado nivel de civismo que alcanzamos.
Y lo decimos no solamente por el impecable comportamiento de los ciudadanos en los centros de votación o de los funcionarios del Plan República; sino por la manera como se fueron desenvolviendo los acontecimientos de ese día histórico.
También el conocimiento de los resultados fue desenvolviéndose de una manera que se acercó bastante a lo ejemplar. Aunque un poco tarde, fue más temprano que en otras ocasiones y eso también es un avance.
El desfile consecutivo por las pantallas de televisión de los personajes decisivos de la jornada, también tuvo un tono ajustado a lo que demandamos la incuestionable mayoría de los venezolanos, sea cual sea el color de nuestra filiación política: paz.
La aparición de la rectora del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, también fue celebrada por ocurrir más tempranamente que en otras ocasiones y por ir al grano. Sin duda fue un gran regalo para los venezolanos la también temprana aparición del presidente Nicolás Maduro, acatando y reconociendo los resultados; a pesar de haberlos achacado una guerra económica que muchos interpretamos de otra manera. Y finalmente, un atinado discurso del vocero de la mesa de la Unidad Democrática, Jesús “Chúo” Torrealba. En ambas alocuciones abundaremos más adelante.
Lo que sí nos preguntamos muchos es por qué cambió el tono de algunos de los afectos al oficialismo a partir del día siguiente. Y sobre todo, por qué una corriente política que ha presumido siempre de disciplina y de manejarse bajo una dirección única como era el chavismo, ha ofrecido tantas declaraciones discordantes en los días posteriores y hasta el momento actual.
Como comentábamos en líneas anteriores, el discurso de reconocimiento de la derrota del primer mandatario estuvo dentro de los parámetros democráticos y generó un reconocimiento de sus adversarios por haber contribuido a la paz de aquella noche. Sin embargo, sus posteriores alocuciones han desdicho la acertada reacción del primer momento.
La instalación de un parlamento paralelo, no elegido por los votantes y que no aparece en la Constitución Nacional, es un acto desacertado y tiende a serlo cada vez más, con la creciente fuerza e importancia que voceros del gobierno le dan al hecho.
Semejante situación desdice no solamente lo que el mismo Presidente reconoció la noche del 6 de diciembre, sino también lo que afirmara a las personalidades internacionales que acompañaron a la MUD en el proceso electoral y que se reunieron con el máximo representante del Ejecutivo nacional, saliendo satisfechos del encuentro y participando a los medios de comunicación del mundo la disposición de la administración central venezolana a aceptar los resultados del evento electoral.
También han resultado desafortunadas las afirmaciones del alcalde del municipio Libertador de Caracas, Jorge Rodríguez, quien ha hablado de factores extraños que van desde la compra de votos hasta el ventajismo electoral de la oposición; algo que a ojos vista es imposible, dado que el control institucional del país reposa hasta el momento de manera mayoritaria y ostentosa en manos del oficialismo.
Lamentablemente no pasaron muchas horas sin que volvieran a aparecer en escena los discursos altisonantes, las ofensas y las amenazas que suponíamos enterradas, tras el pronunciamiento de los venezolanos en los centros de votación. Un acto que fue aceptado de buen grado incluso por los ciudadanos que votaron al PSUV y al Polo Patriótico, entendiendo que parte del juego es saber perder.
Por suerte, en distintos niveles de la tolda roja han asomado la autocrítica e interesantes reflexiones, las cuales deben ser la norma de su conducta para el momento actual y que aportan material sumamente valioso para la refundación del chavismo como una opción democrática de cara al futuro de Venezuela.
No fue la guerra económica la que ganó, porque sencillamente no existe. Perdió en las urnas un terrible desempeño económico, que muchos hemos señalado una y otra vez como un mal que hay que corregir con extrema urgencia, porque está mordiendo la mesa de los venezolanos.
Quisiéramos, por el bien de todos, regresar a esa noche sensata del 6 de diciembre, recoger todas las reacciones desacertadas y accionar en paz de aquí en adelante.
Argentina sin control de cambio
El Gobierno de Argentina anunció el fin del “cepo”, o las restricciones cambiarias impuestas a finales de 2011, cuando Cristina Fernández era la presidenta, y adelantó que también va a implantar un tipo de cambio único, que no especificó.
Se podrá comprar, sin intervención de organismos oficiales, hasta US$ 2 millones al mes y las empresas no tendrán trabas para pagar nuevas importaciones o girar ganancias; tampoco habrá limitaciones para exportar; el desafío sin embargo, es contener el traslado a los precios, que requerirán de una sinceración para luego marchar hacia la estabilidad.
Una medida que genera confianza en el nuevo gobierno de Mauricio Macri y que abre el debate sobre la necesidad de seguir los mismos pasos en la asfixiada economía venezolana.