Que nadie se sorprenda. El Diosdado-Madurismo ha reaccionado frente a los -para ellos- abrumadores resultados del 6D de la única manera que podía hacerlo. No se trata de “ceguera”, de “brutalidad”, de incapacidad física de leer los mismos números que el resto de los venezolanos. Se trata de que ellos viven la política y asumen la realidad sólo desde sus intereses, particulares, mezquinos. A ellos les importa poco o nada la vida, el sufrimiento, la indignación y las esperanzas del pueblo, incluso de ese sector del pueblo -minoritario pero respetable- que todavía votó por el PSUV.
Dos caminos del 6D al 5E
Por eso hoy Venezuela se encuentra ante dos caminos. Ambos van del 6D al 5E, de las mesas de votación al Parlamento, del pasado al futuro. Pero aunque vienen del mismo lugar y se dirigen al mismo sitio, los dos caminos son completamente distintos. Uno de ellos es ancho, abierto, soleado. Allí está esa inmensa mayoría que el pasado 6D exigió cambio, y también muchos de que los que ese día votaron por el Gobierno, pero que hoy se suman al anhelo nacional de paz. En ese camino hay alegría, sonrisas e, incluso, alivio. ¡Si, alivio! Porque casi todos los venezolanos coincidían en que el país anda mal, en que este estado de cosas no es sostenible, en que este gobierno sencillamente no es viable. Pero algunos dudaban de la posibilidad de derrotar en paz a los violentos, de vencer democráticamente a un gobierno que no es democrático. El 6D vino a demostrar, con hechos, que la multitud ciudadana es más poderosa que los pequeños grupos de la violencia paramilitar oficialista, y que con el voto, con el arma del hombre libre, sí se puede conquistar el futuro.
La roja guarimba post electoral
Pero hay otro camino. Estrecho, tortuoso, “culebrero”. Es el camino donde están atascados los que no tuvieron generosidad en sus victorias y ahora muestran pequeñez en la derrota. Es la angosta vereda del resentimiento. Allí, la burocracia repudiada por el pueblo, incluso por el pueblo chavista, ha emprendido una brutal agresión revanchista contra toda Venezuela: a unos les quitaron los taxis con que pretendieron, sin lograrlo, comprarles el voto; a otros los amenazan con quitarle el empleo; a otros les han negado hasta la comida, al suspender operativos oficiales de venta de alimentos, “por los resultados del 6D”. En parroquias como el 23 de Enero y en desarrollos urbanísticos de la Gran Misión Vivienda Venezuela, grupúsculos de la violencia mercenaria oficialista han pasado gritando insultos contra los vecinos, porque en las mesas electorales ubicadas en esos sectores ganó la tarjeta “de la manito”, la de la MUD. “Traidores”, han gritado esos sujetos -desde la impunidad de sus motos y sus pistolas- a los hombres y mujeres del pueblo. “Traidor es este gobierno, que no le cumplió al pueblo”, les ha respondido una ciudadanía que perdió el miedo.
Con gestos patéticos como instalar un anticonstitucional y bufo “parlamento comunal”, con discursos irresponsables como llamar a la “rebelión” contra un supuesto “golpe electoral” y con una campaña de rumores sobre inexistentes impugnaciones para desconocer la voluntad del soberano, la burocracia repudiada por el pueblo pretende poner obstáculos, barricadas que interrumpan y saboteen la alegría del pueblo. Todos son actos ineficientes, fallidos, pero revelan lo lejos que está el poder de lo que esta hora venezolana exige y demanda.
¿Saben quién habla de “catástrofre”? ¡Su autor, el gobierno!
Porque lo que viene es muy duro, durísimo, para todo el pueblo venezolano y especialmente para los más pobres entre los pobres, los más débiles entre los débiles: los niños, los ancianos, los enfermos. En pleno diciembre, época en que los comercios solían abastecerse para atender la usualmente alta demanda navideña, literalmente no hay comida en los anaqueles, y la Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos (Cavidea) informa que no hay manera de resolver los problemas de inventario mientras el gobierno siga asfixiando económicamente a los productores. En materia de medicinas pasa lo mismo: a la industria farmacéutica, el gobierno le adeuda 4,5 mil millones de dólares, lo que ha dificultado que los venezolanos tengan acceso a medicamentos urgentes para recuperar la salud e incluso para preservar la vida. El inventario de rubros de alimentos de consumo masivo no se puede regularizar porque la producción es intermitente, ya que intermitente es la importación de materia prima. El inventario de medicinas, anunció la Federación Farmacéutica, apenas da para 20 días.
Pero todo esto lo conocemos, lo sufrimos a diario. Lo que viene puede ser peor, mucho peor. La Reserva Federal norteamericana acaba de decidir un aumento en los tipos de interés del dólar, es decir, aumentó el precio del dinero. Esa es una noticia muy dura para nuestro país, pues nuestra deuda externa es en dólares y ahora será más pesada. Y eso ocurre justo cuando el precio del petróleo se desploma: en efecto, el precio internacional del petróleo venezolano cayó esta semana por debajo de los 30 dólares por barril , lo que lleva a Eulogio Delpino, presidente de Pdvsa, a pronosticar una “catástrofe” petrolera para nuestro país en el primer trimestre del 2016, si esta tendencia se mantiene. Para colmo, se acaba de producir un acuerdo de casi 200 países, reunidos hasta el pasado 13 de diciembre en la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático, para reducir drásticamente el consumo de petróleo en los próximos 15 años. Es decir: tras 17 años en que este gobierno destruyó nuestro aparato productivo nacional, acabó con nuestras exportaciones no tradicionales y nos puso a depender exclusivamente de la renta petrolera, nos encontramos en un mundo en que el dólar vale más, el petróleo vale menos y el mundo se organiza para consumir cada vez menos hidrocarburos. Dicho en otras palabras, en los últimos 17 años el gobierno de Venezuela no solo despilfarró una extraordinaria oportunidad, sino que además comprometió la viabilidad misma de nuestra economía, tanto en el corto como en el mediano plazo.
Acuerdo nacional urgente
Una situación tan grave como ésta sólo puede ser abordada con éxito por una Venezuela unida, por un país que reúna sus mejores talentos, sus mejores capacidades y que ponga en tensión todos sus recursos y energías, apuntándolas en una misma dirección. Ya no se trata sólo de que podemos quedarnos sin alimentos y sin medicinas en días o semanas. Ya eso es una tragedia. El punto es que el alza en el precio mundial del dólar y la caída del precio internacional del petróleo puede colocarnos, en apenas un trimestre, en una situación que el mismo presidente de Pdvsa no vacila en calificar como “catástrofe”. La situación es grave, pero más grave aún es la tendencia: la saturación de los inventarios mundiales de hidrocarburos, los acuerdos de la Conferencia Mundial sobre Cambio Climático para reducir severamente el uso de petróleo y la realidad de una improbable alza en los precios del crudo tampoco sería solución a nuestros problemas, pues tal cuadro haría de nuevo económicamente viables el uso y desarrollo de tecnologías como la obtención de petróleo por fracturación hidráulica (el llamado “fracking”). Todo esto plantea la necesidad urgente de que en Venezuela se produzca un urgente y amplio acuerdo nacional entre la sociedad y el Estado, entre los actores sociales y las fuerzas políticas, para enfrentar esta dura situación y transformar esta amenazante crisis en una oportunidad para redefinir y relanzar a Venezuela como “marca” y como proyecto nacional.
Para eso hace falta un gobierno que convoque a todos, y el de Maduro no convoca ni a los suyos. Llegó la hora de tomar decisiones urgentes, trascendentales, de las que dependerán nuestras vidas y las vidas de nuestro hijos y nietos. Afortunadamente, Venezuela contará a partir del próximo 5 de enero con un escenario republicano ideal para dar este debate y construir estas soluciones. Una nueva Asamblea Nacional al servicio del país, no del gobierno o de un partido. Esa es la dimensión real del próximo 5E. ¡Pa’lante, que aunque el camino es duro, vamos bien!
RADAR DE LOS BARRIOS / @chuotorrealba