Difícilmente usted conseguirá alguien en la calle que le diga que el valor justo, real y creíble del dólar sea 6,30 o 12 bolívares. Pero tampoco vale 800
En la economía de un país, región o del mundo entero, no existe la posibilidad de aplicar una especie de dieta mágica, de esas milagrosas, que te ofrecen rebajar 10 kilos en 2 semanas, sin ejercicios ni sacrificios. Este tipo de oferta engañosa no funciona para iniciar una verdadera y sostenible recuperación económica en una nación. Solo sirven para venderte una ilusión que luego la realidad, sin anestesia, desmiente.
En Venezuela, nos toca iniciar un proceso de recuperación económica que en principio debe aspirar a una primera meta: la estabilización. Acto seguido se podrán aplicar políticas públicas tendentes a la recuperación y crecimiento en la producción de bienes y servicios. Para esto no hay receta única, aunque sí existen algunas decisiones que, matemáticamente, lucen inevitables.
Una de ellas es el perfeccionamiento del mercado cambiario, que no solo incluya ajuste o corrección del tipo de cambio, sino una distribución más focalizada en los insumos para producir bienes terminados en el país y que estén dentro de sectores esenciales como alimentos y medicinas.
Para ello es preciso superar algunos temores. Recientemente, en este mismo espacio, escribí un artículo titulado “Los venezolanos están claros”, en el cual, basado en estudios serios, se evidencia que el pueblo valora con un precio mucho mayor al precio oficial a ciertos bienes de ciertos bienes y servicios considerados tabú (gasolina y el dólar, mejores ejemplos pero existen otros), aunque nunca se acerca al exabrupto del precio del mercado negro, por lo menos en el caso del dólar.
Partiendo de estos extremos, precio oficial y precio del mercado negro, los venezolanos y venezolanas, están creando su propio mercado de transacciones con criterios más justos. No hay mediación de leyes ni de instituciones, simplemente la percepción de los oferentes y demandantes, está estableciendo un mercado que podemos llamar “gris”.
Los productos salen de las fábricas pero llegan a los consumidores por canales informales, que no son los tradicionales buhoneros y se venden a precios que, repito, a pesar de no ser el precio oficial regulado, son muy inferiores a los extremos del mercado negro.
Así tenemos información que en muchas urbanizaciones los vecinos se organizan y compran cajas de huevos que luego se redistribuyen internamente entre Bs. 800 y 900 el cartón, y la gente los compra argumentando que les parece razonable con respecto a los 1.500 que puede pedir un buhonero. Quizás existan algunos que aún se quejen, quizás tampoco sea transparente ni legal este tipo de transacciones, pero son mecanismos a los que la sociedad ha estado apelando frente a los extremos.
Difícilmente usted conseguirá alguien en la calle que le diga que el valor justo, real y creíble del dólar sea 6,30 o 12 bolívares. Pero tampoco vale 800. En las correcciones de las distorsiones de precios que hay en la economía venezolana, es sabio apelar a la sabiduría popular, la sociedad tiene criterios intuitivos y empíricos que ningún modelo econométrico o burócrata puede subestimar. Si el Estado y sus instituciones quieren seguir teniendo un rol mediador en las transacciones, debe tomar en cuenta la lógica de quienes forman parte de ese mercado. Caso contrario, puede terminar siendo un mirón de palo.
Miguel Pérez Abad