Arabia Saudita anunció este domingo la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Irán, después que manifestantes irrumpiesen en su embajada en Teherán para protestar contra la ejecución de un dignatario religioso chiita saudí.
La ejecución el sábado en Arabia Saudita del jeque saudita Nimr Baqer al Nimr, un firme opositor al poder de Riad, suscitó violentas críticas de Teherán y manifestaciones que terminaron con la destrucción de una parte de la embajada saudita y con ataques contra el consulado de este país en la ciudad iraní de Mashhad.
Arabia Saudita decidió «romper sus relaciones diplomáticas con Irán y la representación diplomática iraní debe abandonar el país en un plazo de 48 horas», anunció a la prensa el domingo por la noche el canciller saudita, Adel al Jubeir.
La decisión de Riad «confirma el rechazo del reino a tratar con un Estado que patrocina el terrorismo (…) y propaga el caos y la confesionalidad en Oriente Medio y en el mundo musulmán», añadió.
Los ataques contra las representaciones diplomáticas sauditas constituyen «una violación flagrante de todas las convenciones internacionales», apuntó Jubeir, acusando a las autoridades iraníes de no haber hecho nada para evitarlos.
Tras el anuncio saudita, Estados Unidos exhortó a los líderes de Oriente Medio a tomar medidas para «calmar las tensiones» en la región.
Las relaciones entre la sunita Arabia Saudita y el Irán chiita evolucionan con altibajos desde la revolución islámica iraní en 1979. Ambas potencias están a menudo en desacuerdo sobre la manera de solucionar las crisis en la región y se acusan mutuamente de querer extender su influencia.
Riad y Teherán ya rompieron sus relaciones de 1987 a 1991, a causa de los sangrientos enfrentamientos entre peregrinos iraníes y fuerzas sauditas durante la peregrinación a La Meca en 1987.
‘Mano divina’
La nueva crisis estalló con la ejecución del dignatario Nimr, de 56 años, junto a otras 46 personas condenadas por «terrorismo», la mayor parte de ellas por atentados atribuidos a Al Qaida.
Human Rights Watch la consideró como «la ejecución en masa más importante» en Arabia Saudita desde 1980.
«Sin ninguna duda, la sangre derramada injustamente del mártir [Nimr] dará sus frutos y la mano divina lo vengará de los dirigentes sauditas», había advertido el guía supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei.
Algunas horas más temprano, centenares de personas encolerizadas lanzaron cócteles Molotov contra la embajada de Arabia Saudita en Teherán y penetraron en el recinto. El fuego destruyó el interior de la cancillería.
Cuarenta manifestantes fueron detenidos en Teherán y otros cuatro en Mashhad.
El presidente iraní Hasan Rohani denunció la ejecución del clérigo, pero calificó de «injustificables» los ataques contra las representaciones sauditas.
Más de mil personas se manifestaron de nuevo a lo largo del domingo en Teherán, pero sin incidentes. Una concentración tuvo lugar cerca de la embajada de Arabia Saudita, pese a la prohibición del gobierno para evitar nuevos altercados.
Antes de ser dispersados por la policía antidisturbios, los manifestantes gritaron «muerte a Al Saud», del nombre de la familia reinante en Riad.
Esta ejecución provocó también la ira de las comunidades chiitas de Arabia Saudita, Líbano, Bahréin, Yemen e Irak, así como en Pakistán y en la zona india de Cachemira.
El ayatolá Ali al Sistani, la más alta autoridad chiita en Irak, calificó de «agresión» el «derramamiento de sangre pura» de los ejecutados.
En Líbano, el líder del movimiento chiita Hezbolá, Hasán Nasralá, condenó el «terrorismo» y el «despotismo» de Riad.
Luchas de influencia
En cambio, varios países árabes, como Kuwait, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y el gobierno yemenita, así como la Organización para Cooperación Islámica, se pusieron del lado de Riad, condenando las «agresiones» contra las representaciones sauditas y aportando su apoyo a su «lucha contra el terrorismo».
Nimr Baqer al Nimr fue condenado a muerte en octubre de 2014 por «terrorismo», «sedición», «desobediencia al soberano» y «tenencia de armas». El clérigo encabezó un movimiento de protesta en 2011, surgido en la estela de la Primavera Árabe, en Arabia Saudita, donde vive gran parte de la minoría chiita que se siente marginada.
Antes del anuncio saudita de la ruptura de las relaciones diplomáticas con Teherán, Estados Unidos, Naciones Unidas, la Unión Europea, Francia y Alemania expresaron su temor por una exacerbación de las tensiones con la ejecución del jeque Nimr.
Para los expertos, el recrudecimiento de la tensión entre Riad y Teherán podría alimentar las guerras en Siria y Yemen, donde ambas potencias regionales tienen intereses distintos.
Para François Heisbourg, consejero de la Fundación para la Investigación Estratégica en París, el mundo musulmán sigue sacudido por las luchas de influencia entre «sauditas e iraníes, persas y árabes, sunitas y chiitas».
Según el experto, estos asuntos son más importantes para Riad y Teherán, que la lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
AFP