Ya han transcurrido unas seis semanas del triunfo alcanzado por la oposición venezolana, en las elecciones parlamentarias del 6D, que le garantizó a la MUD tener el control del Legislativo, uno de los cinco Poderes del Estado.
Consistencia democrática
Sin dudas, este es un hecho político de mucha significación, dada la alta polarización política que caracteriza a la sociedad venezolana, frente a la que, sin embargo -a pesar de las contingencias de los primeros días, donde el diputado Ramos Allup, sin ser, precisamente, un novicio en esos menesteres parlamentarios, se estrenó, como diría Andrés Eloy Blanco, “haciendo mucho ruido” como presidente de la Asamblea Nacional- se denota la consistencia del sistema democrático venezolano, regido, por decir, lo menos, por una de las constituciones más avanzadas del mundo, que contempla el sabio principio del equilibrio de poderes: es decir, que ningún poder se puede superponer a los demás, como han pretendido los sectores radicales de la paraoposición.
Por supuesto, nos corresponde a todos los que aquí cohabitamos y nos identificamos con el régimen democrático republicano, consagrado en la CRBV, estar vigilantes y ser proactivos frente a cualquier asomo de pretensión de querer violentar o subvertir el orden constitucional. Para ello, hay que tener, siempre presente el llamado del comandante Chávez: ¡dentro de la Constitución todo, fuera de ella nada!
Fracaso del modelo capitalista
Pero, evidentemente, a nuestro juicio, también la situación económica, ¡cuándo no!, tiene una relevancia, por demás, significativa y ante la cual los diversos actores asumen diferentes posiciones en correspondencia con los intereses políticos y clasistas que interpretan en la trama social.
Por ejemplo, la mentada MUD que, indiscutiblemente, debe su resonante triunfo electoral a la crisis económica generalizada desatada en el país en los últimos años, le atribuye el agobio al que ha estado sometido el pueblo venezolano al fracaso del modelo económico “socialista” implementado por el gobierno nacional y a la aplicación de medidas oficiales restrictivas que no permiten estimular la confianza inversora de los agentes económicos para lograr el ansiado “espejismo” de la reactivación del aparato productivo.
Cuán falso es ese planteamiento que apunta a desconocer el dato incontrastable de que en Venezuela no se ha instrumentado, hasta ahora, ningún modelo económico socialista, que en una altísima proporción la actividad económica descansa en manos privadas y que estos sectores privados, es decir, la burguesía parasitaria, llevan más de treinta años sin invertir en el país como lo haría cualquier burguesía que se precie de tal, pero que, sin embargo, goza de márgenes de ganancias fabulosos producto de la captación parasitaria de la renta petrolera.
De manera que, efectivamente, la crisis económica venezolana es consecuencia del modelo, pero del que aún persiste, el modelo económico capitalista, rentista, parasitario, dependiente, que ya lleva cerca de 100 años instaurado en el país, con un pronunciado estancamiento productivo y tecnológico y en el que señorean los grandes grupos económicos, de quienes la MUD, no es más que su actual y expresiva resonancia política.
En estos pocos más de tres lustros, el proyecto chavista no ha logrado transformar el modelo rentista, estamos sí, en un proceso complejo, “culebrero”, con políticas de redistribución de la riqueza nacional, de equidad y criterio de justicia social, pero en el que todavía priva el modelo económico capitalista. El programa legado por Chávez se plantea, en un marco de transición, la transformación de ese modelo que, como todo proceso social, tiene sus avances y retrocesos.
Y esa es, objetivamente, la pelea que está en el tapete, que se agudiza con la guerra económica que se desarrolla contra el pueblo, instrumentada por el imperialismo y por los grupos empresariales y de la cual la MUD obtiene, como tributo, el triunfo en las parlamentarias.
Mutis opositor
Los voceros económicos del frente opositor hacen mutis frente a esta guerra, para ellos sencillamente, no existe, haciendo abstracción, además, de la orientación estratégica del imperialismo estadounidense de propiciar la extinción, a como dé lugar, de la Revolución Bolivariana, como lo ha acentuado su más conspicuo representante, Barack Obama, cuando el 9 de marzo del año pasado, en una Orden Ejecutiva con rango de ley, decretó que Venezuela era una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos y más, recientemente, declaró, impúdicamente, que «Nosotros tenemos el ejército más fuerte del mundo, ocasionalmente tenemos que torcer el brazo de los países que no quieren hacer lo que queremos que hagan si fallan los mecanismos de presión como económicos y diplomáticos y en algunos casos militares. Si no tuviéramos estas dosis de realismo no podríamos alcanzar nada”. Es evidente que estas dosis de realismo son las que nos están aplicando a nosotros.
La amnistía a contrapelo
Ahora bien, objetivamente, por qué somos una amenaza para los estadounidenses, sencillamente porque nos empeñamos en ser un pueblo libre como nos lo enseñaron y lucharon nuestras generaciones libertadoras, cuyo legado estamos decididos a honrar, dispuestos a defender la soberanía nacional y el porvenir de las generaciones futuras.
Lamentablemente, hay venezolanos, como los de la MUD, que se empeñan en permanecer mudos y ser cómplices frente a la amenaza imperial y ante la agresión de la orquestada guerra económica. Esta posición se ha hecho más patética en la actitud de rechazo que han adoptado con relación al decreto de Emergencia Nacional que ha promulgado el Gobierno Bolivariano para encausar la respuesta a la situación económica; a contrapelo de lo que ofertaron en la pasada campaña electoral, ofreciendo soluciones a la crisis económica, su esfuerzo lo tienen concentrado en una ley de amnistía a fin de favorecer a delincuentes y reincidentes violadores de derechos humanos.