La industria del calzado y la textil fueron sepultadas bajo la arremetida de políticas, leyes, impuestos y controles que las acabaron
No somos potencia petrolera. De 32 millones de barriles que la Opep coloca a diario en el mercado mundial, Venezuela solo pone 1.300.000. Nuestra producción se esfuma en 200.000 regalados a Cuba, otra cantidad similar que resulta incobrable a países caribeños y 750.000 se quedan en el consumo interno.
No exportamos aluminio. Nuestra participación en el negocio del hierro es nula. La industria del calzado y la textil fueron sepultadas bajo la arremetida de políticas, leyes, impuestos y controles que las acabaron. La agricultura y la cría yacen bajo los abusos de expropiaciones, confiscaciones disfrazadas de intervenciones administrativas y acoso implacable a los productores.
La única ventaja que el turismo les ofrece a los extranjeros es que es casi regalado debido al poco valor del bolívar. Sin embargo, no son muchos quienes sacan provecho de eso por el riesgo de perder la vida, los apagones, el mal e interrumpido servicio de agua y la pésima infraestructura.
Estamos lejos de la diversificación que hace 20 años despuntaba. No se produce nada y ya no pueden disfrazarse esas carencias con importaciones porque los dólares producidos por el petróleo no aparecen por ninguna parte. Los dilapidaron. Se los robaron.
Maduro aparenta estar deseoso de actuar de inmediato. Apela a la emergencia para identificarse con la aspiración colectiva de cambio urgente.
Más que rapidez en decisiones, de lo que urgimos es de reorientación, de cambios verdaderos que nos saquen de este atolladero.
Necesitamos que la defensa de los precios petroleros se complemente con una agresiva política de conquista de nuevos mercados.
Hay que reajustar el presupuesto del año 2016. Hay que reducir el déficit en vez de seguir creando ministerios, oficinas, fundaciones y asesores.
Hay que devolverles a sus dueños fincas expropiadas, galpones intervenidos e industrias de las que el gobierno se apropió y hoy nada producen. Urgen facilidades para los inversionistas, estímulos a los productores y respaldo total a quienes generan empleos productivos.
Esa es nuestra emergencia y no el empeño del gobierno de tener más poder para controlar e intervenir espacios privados, para meter las narices en las cuentas de los particulares y para erigirse en el único centro de decisión del país. Por ese camino, la catástrofe llegará más rápido.
Claudio Fermín
@claudioefermin