Han transcurrido seis largos años que como “El Extranjero” he tenido que enfrentar todo tipo de vicisitudes y dificultades, librando a diario una cruenta y dura batalla para evitar que la depresión pueda alzarse victoriosa
La tarde de aquel 7 de septiembre de 2009 nada me hacia presagiar lo que sería el inicio de una muy dura etapa de mi vida; era el preciso instante en el que a bordo de una aeronave de la línea Copa arribaba a esta tierra hermosa de paz y libertad procedente de Panamá. Sin haberlo pensado me convertía en “El Extranjero”.
Llegaba a Lima agobiado por el cansancio físico, pero mucho más por el que me producía pensar en todo lo que dejaba atrás, mi familia, amigos, sueños, ilusiones, trabajo y todo lo que representa para un amante de la libertad abandonar por la fuerza y en contra de su voluntad la patria en la que ha crecido y a la que debe absolutamente todo, la patria por la cual es hasta capaz de ofrendar su vida en aras de la consolidación del bien común de todos quienes allí viven.
Ya en suelo inca comienzo a entender de qué se trataba todo, me percato que hablo distinto, no utilizo las mismas palabras que la gente buena acá comúnmente expresa. Visto distinto, la comida es otra, la música es diferente, el clima no se parece al de Caracas, las costumbres difieren radicalmente de las nuestras. Aún con lagrimas de dolor y tristeza en los ojos reacciono y logro entender que desde ese preciso instante era ya “El Extranjero”.
Ya han transcurrido seis largos años que como “El Extranjero” he tenido que enfrentar todo tipo de vicisitudes y dificultades, librando a diario una cruenta y dura batalla para evitar que la depresión pueda alzarse victoriosa apoderándose de mi alma, a pesar de que mis perennes compañeras siguen siendo la nostalgia, la tristeza y la frustración; las mismas que incesantemente me repiten que quienes como yo afrontamos este brutal castigo por pensar distinto no somos mas que “héroes de papel en el país de los olvidados”.
Siendo “El Extranjero” me ha tocado desarrollar inéditas tareas, actividades que jamás llegué a imaginar me tocaría realizar; actividades que adelanto con la frente en alto y orgulloso de no bajar la mirada ante cualquier comentario malintencionado que hacen los mismos de siempre, los que cargados de odio y resentimiento nunca han deseado algo bueno para mi y quienes me rodean. A esa gente solo me resta decirle que hace tiempo, acá en mi exilio, decidí cambiar el odio por amor y el resentimiento por compasión.
Como “El Extranjero” constantemente repito una frase que he escuchado decir a mi eterno y siempre solidario amigo Antonio Ledezma: «En el exilio se sufre por el dolor que genera la patria ausente”, lo cual comparto y además vivo a diario como todos los que formamos parte de esta larga lista de desterrados y además olvidados por la voracidad del modismo o lo inmediato que sin misericordia aplasta lo realmente importante.
A pesar de toda esta difícil travesía que me ha tocado vivir, al igual que al resto de mis hermanos presos políticos y exiliados, hoy soy muy optimista con la aprobación en la Asamblea Nacional de la Ley de Amnistía. Sé que el cambio y el progreso se acercan, que el reencuentro nacional es inevitable y que la paz se impondrá por encima de cualquier intento violento que pretenda acallar la voz de un pueblo que desde ya comienza a cantar “Venezuela, la alegría ya viene”.
Un día 7 me convertí en “El Extranjero”, pero estoy convencido de que muy pronto dejaré de serlo!!
Dios bendiga a Venezuela!
Oscar Pérez