El Barrio Bicentenario queda en Altos de Carapita. Pertenece a la parroquia Antímano, pero queda tan, tan alto, que la manera más eficiente de llegar allí es por la carretera de El Junquito
En el sector Las Malvinas, calle Alberto Adriani, hay una dama que personifica la historia del barrio. Su nombre es Celina Rosales. Era muy niña cuando hace 58 años participó en la resistencia democrática contra la penúltima dictadura. Luego llegó a estos lares, en tiempos en los que en Antímano hacía frío y había neblina. Aquí empezó defendiendo a sus hijos, luego defendiendo a su calle y terminó defendiendo a todo el barrio, que bajo su liderazgo realizó luchas que terminaron consiguiendo el asfaltado de las calles, la construcción de la escuela y la construcción y dotación de lo que durante años fue no sólo apoyo sino además orgullo para toda la comunidad: el ambulatorio, pero no un ambulatorio cualquiera, sino un ambulatorio “tipo 1”, con capacidad para albergar varias consultas y proveer a la comunidad de diversos servicios, desde el control de embarazos y de niños sanos, hasta vacunación y odontología.
Pero llegaron al barrio tres plagas. No, no vamos a hablar todavía de Zika, dengue o chinkungunya. Las plagas a la que nos referimos son la demagogia, la ineficiencia y la corrupción, una trilogía que algunos resumen en una sola palabra: “Revolución”. Bajo el impacto de esta desgracia, muchos logros de la comunidad fueron agredidos. El agua escaseó mas que antes, la inseguridad arreció. Pero en particular una derrota duele especialmente a los habitantes del sector: el dispensario, logro de todos, fue cerrado por “el gobierno de los pobres” hace casi una década. Y su dotación y mobiliarios, conquistas de la gente, fueron robados.
Fue a esta comunidad, en estas condiciones, a la que llego este sábado 13 de febrero la Jornada Social promovida por la Mesa de la Unidad Democrática, la Asociación Civil Radar de los Barrios y el Voluntariado Médico Amigos de Sucre (Amisucre). Este es el tipo de jornadas que no se inventa, no se improvisa, sino que se construye. Previamente, gracias al estrecho contacto que con el liderazgo comunitario local tiene la gente del Radar de los Barrios, los médicos de Amisucre lograron concertar con la comunidad los requerimientos logísticos de la jornada: la casa de un vecino se habilitó para albergar el consultorio de dermatología, otra un tanto más amplia sirvió para improvisar en sus espacios los consultorios de cardiología y traumatología, en otra vivienda se dio cobijo a la consulta de medicina general y pediatría, en otra más se habilitó la consulta de neumonología y allí mismo se dispuso la “farmacia”, que sirvió de apoyo a la jornada, nutrida con donaciones de laboratorios y particulares. Así, la Unidad Democrática, el voluntariado médico y los luchadores sociales organizados, transformaron a la calle Alberto Adriani del sector Las Malvinas en el Barrio Bicentenario de Antímano en un hospitalito de campaña, en un espacio de salud contra el gobierno enfermante.
Los excelentes médicos venezolanos asistieron numerosísimos casos en estos consultorios improvisados, dieron atención y prescribieron tratamiento, apoyados en la farmacia del operativo. A muchos pacientes tuvieron que remitirlos a sus consultas particulares, en hospitales y clínicas, donde los atenderán de manera igualmente gratuita.
Además de la atención médica, la jornada social también incluyó una Mesa de Asistencia Legal, en la cual abogados voluntarios prestaron apoyo gratuito a los habitantes del barrio en materia de redacción de documentos y resolución alternativa de conflictos.
Mientras toda esa hermosa labor transcurría, desde una olla gigantesca se levantaban apetitosos aromas: en un barrio donde hasta conseguir agua para hacer sopa es una hazaña, cada vecino puso un ingrediente para el sancocho comunitario del que comieron médicos, pacientes y familiares. Verduras, pollo, huesos de res, cada quien puso algo, lo poco que podía. Pero todos comieron. Y, como bien dijo la coordinadora del Radar de los Barrios y diputada por Caracas, Evelyn Martínez, además de valor nutritivo, esa sopa tenia dos valores adicionales: el valor de la solidaridad de pueblo con pueblo, y el valor de la organización comunitaria.
Esa mañana de sábado no fue necesario hacer mucho esfuerzo para explicar a los vecinos del barrio las trapacerías del Tribunal Supremo de Justicia, ratificado en su condición de apéndice judicial del gobierno. Celina Rosales lo dijo con claridad: “Eso es una sinvergüenzura. El pueblo ya dijo que queremos cambio. Y el cambio no lo para nadie. Aquí en el barrio nosotros movilizamos los votos de la Unidad en los jeep que mandó el gobierno, y les ganamos a punta de votos. Y les volveremos a ganar, porque esto no se aguanta”.
Así se ve al TSJ desde el barrio. Y así se combate, desde el barrio, las trampas del gobierno: Volviendo al casa por casa, ahora no para buscar votos, sino para llevar esperanza y construir organización. ¡Pa’lante!