En el evangelio de Juan, capítulo 3, versículo 16 podemos leer: “porque tanto amo Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo el que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”.
¿Podemos encontrar una mayor demostración de amor como ésta que nos enseñó nuestro Padre Celestial?.
Pero el hombre no ha entendido, que el Padre mandó a su Hijo Amado a morir por nosotros y pagar el precio del pecado que debíamos pagar nosotros, tal como lo dice la Biblia: “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” Romanos 3:23.
El amor de Dios por nosotros no tiene límites ni comparación, pero en nuestra relación con el prójimo podemos poner en práctica la definición del apóstol Pablo sobre el amor que leemos en 1 Corintios 13: 4-7: “El amor es paciente, es bondadoso.
El amor no es envidioso, ni jactancioso, ni orgulloso, o se comporta con rudeza o es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.
El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
El amor es el sentimiento más hermoso que nuestro Padre Celestial puso en el corazón de su creación, pero lamentablemente el ser humano se ha dejado dominar por el odio, el rencor, la venganza, la envidia, la amargura y otros sentimientos perversos y destructivos, que Satanás ha querido sembrar en nuestras vidas.
“Este es mi mandamiento, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”, dice Jesucristo en el versículo 14 del capítulo 3 del evangelio de Juan.
El cristianismo no es una religión, es entregar nuestra vida a Jesucristo y aceptarlo como nuestro Señor y Salvador.
Dios te bendiga y te guarde. Hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios
Lic. Beatriz Martínez (CNP 988)
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