La Ley de Amnistía que hoy se discute en la Asamblea Nacional tiene sus luces, sus méritos, sus ventajas y recoge algunas de las sugerencias que se plantearon originalmente, pero también tiene detalles importantes que deben ser urgentemente corregidos para lograr que al final sea efectiva
Si, Dios no lo permita, te toca ir a una batalla, echarte un fusil al hombro y enfrentar cuerpo a cuerpo y cara a cara a peligrosos enemigos, ¿a quién quieres a tu lado?
¿Al teórico que se ha limitado por años a analizar cada combate “viendo los toros desde la barrera”? ¿Al que se proclama “general” pero de la guerra solo sabe lo que ha leído en los libros y en las noticias que le llegan al sillón de su casa? ¿Al que se ha ganado sus galones jugando “Batalla Naval” o “eliminando enemigos” en su Wii o en su PlayStation? ¿Al “nuevo” sin experiencia ni historias de primera mano que contarte?
¿No sería mejor -digo yo- tener a tu lado a alguien que sí ha curtido su piel por años en el verdadero fragor del combate, a alguien que sí ha vivido, sentido y sufrido victorias y derrotas, porque estuvo allí, no porque se las contaron; a alguien que sí comprende, porque lo ha visto con sus propios ojos, cómo se mueve, qué hace y qué no hace el enemigo cuando te confronta?
Yo, definitivamente, preferiría tener a mi lado a éstos últimos. Soy académico y profesor universitario, valoro inmensamente el poder del conocimiento, de la lectura, del estudio, y creo con el alma que en esta era de oscuridades una de nuestras metas más importantes es la de rescatar, en todos los ámbitos, las luces del saber y de la razón. Créanme cuando les digo que, si los tiempos fueran otros, nada me haría más feliz que dedicarme exclusivamente a mi familia, a la docencia, a leer y a escribir, que son mis pasiones, pero los tiempos que vivimos nos exigen mucho más. Por eso algunos llevamos 14 años, y otros muchos más, luchando contra la persecución política con las armas que tenemos a la mano, que son la Constitución y la ley, en ese campo de batalla, el judicial, que tantas bajas ha dejado ya.
Con ese espíritu, y buscando conjugar saber y experiencia, emprendimos hace tiempo la tarea, antes de que la nueva AN fuese una realidad, de preparar un Anteproyecto de Ley de Amnistía y de Reconciliación Nacional que escuchara no solo las opiniones de decenas de importantísimos catedráticos venezolanos y extranjeros, sino además, y muy especialmente, las sugerencias de las ONG y de los luchadores que han compartido con nosotros las alegrías y penas que se viven en las oscuras trincheras del oprobio judicial de los últimos lustros. A fin de cuentas, ¿quiénes mejor que ellos para decirnos qué es lo que quieren de la Amnistía? ¿Quiénes saben mejor que ellos cómo evitar los excesos y los defectos, o cómo cerrarle el paso a cualquier error o interpretación sesgada de la Amnistía que termine convirtiéndola fácil blanco de críticas o, en última instancia, en un simple “saludo a la bandera”? El producto final de ese trabajo se consignó ante la AN el pasado 11 de enero.
Sin embargo, el Proyecto de Ley de Amnistía que hoy se discute en la AN es otro, es diferente al que se propuso en enero. Tiene sus luces, sus méritos, sus ventajas y recoge algunas de las sugerencias que se plantearon originalmente, pero también tiene detalles importantes que deben ser urgentemente corregidos para lograr que la Amnistía que al final se apruebe sea lo más efectiva, lo más amplia y lo más técnicamente correcta que sea posible.
Ya hicimos nuestra parte. Hemos consignado ante la AN un informe que incluye catorce observaciones puntuales al proyecto ya aprobado en primera discusión que, con la mejor buena fe, esperamos que sean tomadas en cuenta. Están en la página del Foro Penal Venezolano (www.foropenal.com). A ustedes le toca también hacer su trabajo leyendo, comparando, aportando, cuestionando, proponiendo. La Amnistía no tiene padres ni madres, es de Venezuela, y nada se gana rechazando las ideas ajenas, por buenas que sean, solo porque no vinieron de tal o de cual. Miles de perseguidos y exiliados, y 78 presos políticos, nos demandan hoy en este tema responsabilidad, amplitud, gallardía y altura. Abramos la mente, los ojos y los oídos. No los defraudemos.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé