Que el más grande violador de los derechos humanos en el mundo decida atacar a un país progresista es una posibilidad real
Obama y su gobierno arremete de nuevo en contra de Venezuela. El decreto de emergencia declarando al país como una amenaza inusual y extraordinaria para Estados Unidos produce risa.
Es la jugarreta para presionar por sanciones en contra de los venezolanos. Que el más grande violador de los derechos humanos en el mundo decida atacar a un país progresista es una posibilidad real. Detrás de estas actuaciones se esconde el deseo de invadir o colocar un gobierno títere para usufructuar los recursos naturales.
Obama, premio nóbel de la paz, ironía o burla al universo, es responsable de la matanza de millones de civiles en todo mundo. Las intervenciones armadas de EE. UU. han llevado muerte y desolación a los territorios ocupados. Interviene en nombre de la libertad pero oprimen a pueblos enteros.
Asesinan sin piedad y lo disfrazan bajo el eufemismo de daños colaterales. Aplican métodos de torturas a prisioneros fundamentados en el derecho de creerse policías del orbe. En realidad responden a los intereses de las grandes corporaciones.
Mientras, en Venezuela, los apátridas celebran la estupidez de Obama. Qué puede esperarse de quienes tienen toda la disposición de entregar la soberanía nacional a los norteamericanos. Son los mismos que celebran los desmanes de la Casa Blanca y justifican el terrorismo de estado que aplica Washington. La política exterior del imperio es agresiva y violenta para quien se opone a sus desvaríos.
Venezuela es la que se ve amenazada usualmente por los enemigos de la Revolución Bolivariana. Como Estado progresista representa un escollo para las ansias intervencionistas de los gringos y por lo tanto, ya es común que se desprestigie su gobierno.
Las amenazas de EE. UU. son persistentes, pero no les tememos. Venceremos cualquier intento de hollar nuestra soberanía.
José Gregorio González Márquez
caminosdealtair@hotmail.com