El Atlético de Madrid consiguió este martes una agónica clasificación para los cuartos de final de la Liga de Campeones en la tanda de penaltis, al decimosexto lanzamiento, anotado por Juanfran Torres, el impulso definitivo para el pase del conjunto rojiblanco entre un sufrimiento tremendo (8-7).
Y de ahí al éxtasis en el Vicente Calderón, en un partido equilibrado, con el 0-0 inamovible en los 90 minutos de la ida y en los 120 de la vuelta, en la que el Atlético siempre jugó en el alambre, sobre todo la primera parte, desactivado por el PSV, mejoró en la segunda parte y encontró recompensa al esfuerzo al final.
Desde la puesta en escena del equipo visitante, un meticuloso plan de Phillip Cocu, con cambio de sistema, con acumulación de futbolistas por el medio, sin nervios, el conjunto holandés desdibujó al conjunto rojiblanco, desubicado, impreciso, a remolque en cada sector del campo, con balón y sin él. Superado.
Porque hasta en la intensidad y en la presión, dos cualidades en la que el equipo entrenado por Diego Simeone parece insuperable, sufrió el Atlético al inicio.