Estamos donde estamos por una serie de decisiones equivocadas del Ejecutivo, que terminó encerrándonos en un callejón sin salida en el aspecto económico
Por fin llegamos a un acuerdo entre revolucionarios y fuerzas alternativas democráticas: estamos en emergencia. Económica, sanitaria, y con unos cuantos apellidos más. Lamentablemente, el acuerdo no tiene mucho mayor aliento, porque son enormes las divergencias en cuanto a las causas y sobretodo, en las maneras de salir.
Y el tema se reflota cunado el gobierno pide prolongar la decretada emergencia económica, ya que si bien estamos de acuerdo en el nombre de la situación, seguimos sin conseguir puntos de encuentro respecto a causas y soluciones.
Para comenzar, el oficialismo parte de una premisa errada, lo cual anula cualquier acción posterior: siguen empeñados en que la llamada “guerra económica” existe realmente.
Estamos donde estamos por una serie de decisiones equivocadas del Ejecutivo, que terminó encerrándonos en un callejón sin salida en el aspecto económico.
La reciente comparecencia ante el Parlamento del vicepresidente ejecutivo de la República, Aristóbulo Istúriz, abrió un nuevo compás de discusión sobre las causas y soluciones de esta situación.
El representante del primer mandatario nacional afirmó que la inflación se supera con producción. Esto es muy cierto, aunque no es la única razón de la inflación. La impresión de dinero inorgánico que se inyecta por toneladas a la economía es otra de las causas, y el gobierno tiene que saberlo; pero está atrapado en su propia trampa de tozudez.
Por otro lado, y para concordar con el Vicepresidente, es un principio elemental el hecho de que al aumentar la producción se eleva la oferta y los precios bajan.
Ellos lo saben, nosotros lo sabemos. Entonces, ¿por qué no se hace?
Más aún: ¿por qué el gobierno ha jugado durante 17 años a cercar la iniciativa particular? A perseguirla, a criminalizarla, a difamarla, a ponerle trabas, vericuetos y contratiempos, a dejarla morir de mengua. ¿No era esta una práctica perversa que podía tener las consecuencias que hoy sufrimos?
Se cayó una vez más en la vieja práctica de comprar todo afuera, ya que ganábamos mucho por el petróleo; sin importar que eso hiciera desaparecer a los productores nacionales. Ahora, cuando los necesitamos, prácticamente no existen.
Dijo también el vocero del gobierno que cree en “un modelo productivo que ayude a mantener los logros sociales”. Sin duda, muchos creemos en eso y es lo que debe hacer responsablemente cualquiera que apueste a la sustentabilidad del país.
El problema está en que no se pueden alcanzar ni mucho menos mantener los logros sociales sin una economía productiva, que pague impuestos y que genere empleo; porque es pretender que la administración pública sea el mayor empleador del país, lo cual la transforma adicionalmente en un monopolio, con todas las trabas que acompañan a esta figura, sea pública o privada.
También se achaca la crisis a la caída de los precios del petróleo. Es cierto, cayeron en barrena. Sin embargo: ¿por qué no se ahorró? ¿Por qué no se diversificó la producción en el país? Todos sabíamos que esto iba a suceder más temprano que tarde.
El gobierno insiste en sus “amistades peligrosas” en el ámbito internacional, mientras obvia por ejemplo, el modelo de Noruega, del cual podríamos aprender mucho. Esta nación europea ha ahorrado durante la época de las vacas gordas y ni se ha enterado de la crisis, ya que tiene en sus arcas más de setecientos treinta mil millones de euros, el equivalente a seis años de su presupuesto nacional.
Este fondo está invertido en valores y en el sector inmobiliario, por lo cual no se lo están comiendo ni matando a la gallina de los huevos de oro. Por otro lado, no se cayó en la tentación de hipertrofiar el aparato estatal de ese país; por lo cual los vaivenes petroleros tienen mínima incidencia en la administración pública. ¿Era muy difícil imitar este modelo? Parece que sí.
Por ahí alguien dijo una vez que no somos suizos. Tampoco somos noruegos. Pero desde la venezolanidad hay mucho talento capaz de convertir a nuestro país en un Estado viable, partiendo del conocimiento y la sensatez.
Por supuesto, de nada sirve llorar sobre la leche derramada. El daño está hecho y estancarnos en recriminaciones y culpas solamente nos haría perder el tiempo y el esfuerzo que debemos dedicar a la reconstrucción nacional.
Sí, estamos en emergencia. Pero no por las causas que señalan desde el oficialismo. Y también están errando en las posibles soluciones.
La retórica no sirve de nada, jamás ha servido. Quizá esto no se notó antes porque la inacción y los errores quedaban sepultados ante la avalancha de petrodólares. Pero eso ya es historia. La realidad nos alcanzó.
Si bien el empeño es el de avanzar, no puede ser con las mismas recetas que nos hundieron. Nadie compraría un pasaje en un barco comandado por el capitán del Titanic.
David Uzcátegui