Las principales fuentes que atestiguan el hecho de la Resurrección de Cristo son los cuatro evangelios y las epístolas de San Pablo.
Pero cualquiera que sea la visión interpretativa que defendamos, sea la visita al sepulcro de las santas mujeres o la aparición de los ángeles, lo que es indudable es la coincidencia de los evangelistas sobre el hecho de que el Cristo Resucitado se apareció a una o más personas.
Según San Mateo, Él se apareció a las mujeres, y luego nuevamente lo hizo en una montaña en Galilea. Según San Marcos, fue visto por María Magdalena, por los dos discípulos de Emaús y los Once antes de su ascensión a los cielos.
Según San Lucas, caminó con los discípulos hacia Emaús, se apareció a Pedro y a sus apóstoles reunidos en Jerusalén. Según San Juan, Jesús se apareció a María Magdalena, a los diez apóstoles el día de Pascua, a los Once una semana más tarde, y a los siete discípulos en el Mar de Tiberiades.
San Pablo (1 Cor 15, 3-8) enumera otra serie de apariciones de Jesús luego de su resurrección; fue visto con Cefas, con los Once, con los más de 500 hermanos, muchos aún estaban vivos en la época en que el apóstol escribía la carta, con Santiago, con todos los apóstoles, y finalmente con el propio Pablo.
Los hechos verdaderos
La Resurrección de Cristo fue atestiguada por más de 500 testigos oculares, cuya experiencia, simplicidad y honestidad de vida los torna incapaces de inventar una fábula tal, mucho menos en una época en la que cualquier intento de engañar hubiera sido fácilmente descubierto, más aún cuando tenían mucho que perder en la vida y muy poco que ganar, y cuya valentía moral mostrada en el apostolado se puede explicar solamente por su íntima convicción en la verdad objetiva de su mensaje.
Nuevamente el hecho de la Resurrección de Cristo es atestiguado por el silencio elocuente de la Sinagoga, que había hecho todo lo posible para evitar un engaño, y que más bien hubiera descubierto fácilmente el engaño. Lo único que consiguieron oponer a estos testimonios, fueron los de la adormecida guardia, que no pudieron rebatir el testimonio de los Apóstoles, excepto amenazarlos para que no “hablen más en este nombre a persona alguna” (Hch 4,17).
Finalmente, los miles y millones, tanto judíos como gentiles, que creyeron en el testimonio de los apóstoles a pesar de todas las desventajas que una creencia tal supone.
En pocas palabras, el origen de la iglesia requiere, para ser entendida, la realidad de la Resurrección de Cristo, pues el surgimiento de la iglesia sin la resurrección hubiera sido un milagro mayor que la resurrección misma.
Carácter de la resurrección
La fe de los apóstoles no se preocupa tanto con la Resurrección de Jesucristo, como de su vida inmortal. Basados en las apariciones, que son evidencia insatisfactoria desde un punto de vista histórico pero cuya fuerza se percibe solo por la fe al ser un desarrollo de la idea de un Mesías inmortal, es una evolución de la consciencia cristiana, aunque al mismo tiempo un correctivo al escándalo de la cruz.
La Resurrección de Cristo tiene mucho en común con la resurrección general, incluso la transformación de su cuerpo y de su vida corporal es la misma que espera a todos los bendecidos con su resurrección. Pero debe precisarse lo siguiente: la Resurrección de Cristo es necesariamente una resurrección gloriosa; que implica no solo la reunión del cuerpo y el alma, sino también la glorificación del cuerpo.
El cuerpo de cristo no iba a conocer corrupción, sino que estaba destinado a levantarse de entre los muertos luego de haber pasado el tiempo suficiente para no dejar duda alguna de su verdadera muerte.
Cristo fue el primero en resucitar a una vida inmortal; aquellos que resucitaron antes que Él murieron nuevamente (Col 1, I8; I Cor 15, 20).
En tanto que el divino poder que lo levantó de la tumba era su propio poder, Él se levantó de entre los muertos por su propio poder. (Jn 2,19; 10,l7-18).
Desde que la resurrección hubo sido prometida como la mayor prueba de la misión divina de Cristo, tiene una mayor importancia dogmática que cualquier otro hecho. «Si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe» (I Cor 15,14).
Importancia de la Resurrección
Además de ser el argumento fundamental de nuestra fe cristiana, la resurrección es importante por las siguientes razones: muestra la justicia de Dios que exaltó a Cristo a una vida de gloria, luego de que Cristo se había humillado a sí mismo hasta la muerte (Fil 2,8-9).
Con su resurrección y posterior ascensión a los cielos, Cristo completó el misterio de nuestra salvación y redención; por su muerte nos libró del pecado, y por su Resurrección nos restauró los privilegios más importantes perdidos por el pecado (Rom 4,25).
Por su resurrección reconocemos a Cristo como Dios inmortal, la causa eficiente y ejemplar de nuestra propia resurrección (I Cor 15,21; Fil 3,20-21), y como el modelo y apoyo de nuestra nueva vida de gracia (Rom 6, 4-6; 9-11).
Salomón en La Cultura
Salomón Benshimol R
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