Deyna Castellanos, portento de jugadora y emblema de una selección exitosa, llevará sus goles a la Universidad de Florida para terminarse de desarrollar como atleta, como persona y como profesional
“Ni la de Messi ni la de Cristiano. Deyna, queremos tu camiseta”.
La pancarta acompañaba los vítores por la más reciente hazaña de Deyna Castellanos y era viva imagen de lo que sentía el público en Barquisimeto, donde la Vinotinto Sub-17 sometió uno a uno a los rivales del área para conquistar por segunda vez el título suramericano. Y era el mejor símbolo de un sentimiento nacional, todos a los pies de una jovencita que a los 16 años se ha convertido en uno de los grandes ídolos deportivos del país.
Espigada (1,70), figura atlética y un hermoso rostro, unidos a una naturalidad y a una sencillez que no la abandonan, su carisma se ha ganado a toda la afición. Porque, además, es un portento de jugadora, con virtudes que llaman la atención por su corta edad: las participaciones a alto nivel, su trabajo y un talento poco común le han provisto de un enorme bagaje de recursos técnicos.
Esa admiración general no es nueva: comenzó hace 3 años, cuando las pupilas de Kenneth Zseremeta sorprendieron al país accediendo a lo más alto del podio del Suramericano Sub-17 con un grupo que, en buena parte, estaba lejos del tope de edad (14, 15), inicio de un trabajo ejemplar para los venezolanos: esfuerzo perseverante, disciplina y logros en una actividad hasta hace poco con escasas practicantes por la falta de programas específicos y, en buena parte, por tabúes que van siendo derribados por un grupo del cual es imperativo destacar su espíritu de unión. Y que tiene desde entonces su “Reyna” en la aragüeña, que acaba de ganar los títulos de goleadora y de individualidad más sobresaliente del suramericano 2016.
La popularidad es su hábitat
Desenvuelta, llama la atención la naturalidad con que se maneja ante los medios. Exhibe la soltura de alguien experimentado, producto de esa incursión de 2013, cuando ya cámaras y micrófonos la rodearon a diario. Responde sin vacilaciones -la sonrisa fácil, la expresión determinante- y por ello su historia menuda, la de sus inicios, ha sido repetida en impresos, páginas webs y por cuantos se ocupan del fútbol.
Los primeros contactos con el balón a los 5 años, cuando acompañaba a su hermano a los entrenamientos, la oposición inicial de su padre –hoy primer “fan”, como confiesa la chica- y el apoyo permanente de la madre para su dedicación a un deporte para el cual tiene “pedigree”: es sobrina de Juan Arango, la figura más emblemática de la Vinotinto en los últimos lustros.
“Es mi padrino, estaba pendiente de cada juego y le dediqué un gol de tiro libre porque me ha dado consejos para cobrarlos”, decía en una entrevista para el diario deportivo Meridiano, que más parecía una “rueda de prensa”. Y expresa su admiración por Zseremeta, el técnico panameño que ha hecho historia con el equipo.
“Es el mejor loco del mundo”, suelta sonriente, y explica que a veces les indica jugadas que a ellas les parecen una locura, pero terminan saliendo bien. “Es un pana, un amigo, es el mejor, somos lo que somos gracias a él”, aseguró al mismo medio, expresando los deseos de “que no se vaya nunca”.
Con una madurez poco común a su edad mostró su emoción por el lleno histórico que registró el estadio de Cabudare en la final contra Brasil (más de 41 mil personas, algo seguramente nunca visto en fútbol femenino por estas latitudes) y agradece el respaldo, que estima un premio a los sacrificios inherentes a la preparación en torno a fiestas, estudios, la familia…
Pero en el mismo tono, sin perder la sonrisa, revela su incredulidad hacia mucha gente que se les acerca, como hace tres años, para hacerles promesas que fueron incumplidas. Así como hace votos porque en la selección absoluta “dejen las diferencias”, soñando como todos los aficionados con la clasificación al Mundial.
Ya es vox populi, además, su compromiso con la Universidad de Florida, adonde ingresa por su éxito en la cancha y donde estudiará Comunicación Social –ya se le ven aptitudes- además de desarrollarse deportivamente bajo lo que es considerado uno de los mejores programas de fútbol en Estados Unidos.
Por cierto, Deyna destacaba, en la entrevista mencionada, el hecho de que una de las preocupaciones de Zseremeta es que todas las muchachas puedan concluir el bachillerato, independientemente del compromiso de prepararse para el Mundial de Jordania, que será su segunda competencia de ese nivel.
Calidad a montones
Que marcara en todos los partidos -incluyendo tres contra Paraguay-, sumando 12 goles, ya es un aval respetable. Pero quienes los vieron en Cabudare, -y sobre todo en TV, por las repeticiones- se regodeaban, y todavía lo hacen, con la ejecución de la mayoría de ellos. Es el gran testimonio de las realizaciones que la han llevado a la fama.
Deyna Castellanos pega fuerte con uno y otro pie. Maneja los tiempos como un veterano, sabe cuándo rematar de primera, cuándo parar y chutar. Emplea con acierto el enganche y la gambeta, posee la picardía para combinar las maniobras y colocar la pelota por encima o por debajo de la arquera, tiene “time” para cabecear y su estatura y fortaleza le permiten fajarse con defensas duras. Porque garra tampoco le falta.
Le calza a perfección la calificación de goleadora. Porque es el clásico 9 (el número de su camiseta), atribuido siempre a los que el periodista Cristóbal Guerra llama “depredadores del área”, esos jugadores que, dentro de “las 18”, poseen el instinto y el talento para la definición. Lo que no impide que, en ocasiones, apoye la recuperación del balón y corra la cancha, toda elegancia con sentido futbolístico.
¿Exageración? En absoluto. Como cualquiera -y más a sus 16- tiene cosas por perfeccionar. Pero todo lo mencionado lo hace con propiedad. Para comprobarlo basta darse una vuelta por internet, donde abundan videos suyos, incluso desde el suramericano de 2013, y de su participación mundialista. Por allí circulan goles de alta factura, seguidos por la carrera “del avioncito” para celebrar, escena muy repetida durante las jornadas de Cabudare.
No en balde se cuentan por millares sus seguidores en las redes. Y bien lo plasmaron los autores de la pancarta que clamaban por su camiseta.
Goles de todo tipo
Entre sus virtudes exhibe velocidad y fuerza. Como en un gol contra Chile, ganando la carrera a dos defensas y, ante la salida de la guardameta, colocando la bola en un ángulo. Y potencia, de lo cual dio varias demostraciones, una de ellas marcando desde fuera del área con un cañonazo en castigo de tiro libre.
Otra joya, contra Perú: recibiendo pase desde la derecha, control perfecto mientras giraba y adelantaba el balón para rematar cruzado, con la izquierda.
Y, desde luego, en esa docena de tantos no podía faltar el de cabeza, con máxima espectacularidad como, cuando ante un centro desde la derecha, se lanzó en palomita, entre dos defensas, para conectar el frentazo y enviar el balón a las mallas, uno de su “hat-trick” contra Paraguay.
Todo se dio para que la rúbrica fuera ante un gigante del continente, Brasil, en el partido por el título. Allí Deyna puso la guinda a su gran actuación con un gol de antología: en lucha con dos rivales, “cuchareó” la pelota para sacarla del alcance de ambas, giró hacia su izquierda y -como hacen los “cracks”- levantó la vista, vio la salida de la arquera, y burló su acción con definición de lujo, derechazo raso e imparable. Dirán que se exagera, pero ese movimiento recordó –guardando las distancias, por supuesto- aquel de Pelé cuando, a los 17 años en el mundial de Suecia, se sacó a dos rivales con un “sombrerito” en el área para luego rematar.
Armando Naranjo
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