El pontífice argentino, de 79 años, parecía en buena forma pese a las múltiples celebraciones de estos últimos días. Incluso efectuó un largo recorrido entre la multitud entusiasta en un pequeño vehículo blanco descubierto
El papa Francisco condenó el domingo el «rechazo de quien podría ofrecer hospitalidad y ayuda» a los migrantes y refugiados que huyen de la guerra y pidió diálogo en Venezuela, en su tradicional mensaje de Pascua.
Pese al miedo a los atentados, decenas de miles de fieles asistieron a la bendición «Urbi et Orbi» («a la ciudad y al mundo») del domingo de Pascua en la plaza de San Pedro.
Ningún incidente fue registrado domingo ni durante las largas celebraciones de la semana pascual.
Se había desplegado, sin embargo, un importante dispositivo de seguridad cerca de la plaza de San Pedro. La policía registraba a los peregrinos con detectores de metales y, para acceder a la plaza, los obligaba a pasar por unos recorridos delimitados por barreras.
“El terrorismo, forma
ciega de violencia”
Desde la «loggia» de las bendiciones de la basílica de San Pedro, el papa Francisco condenó el «rechazo de quien podría ofrecer hospitalidad y ayuda» a los migrantes que «huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social», repitiendo una vez más sus llamados a los países europeos para que abran sus fronteras a los refugiados.
Durante su tradicional discurso, el pontífice también recordó la situación en Venezuela y pidió «diálogo y colaboración» en este país para que se trabaje por el bien común.
Es necesario impulsar «la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos», precisó.
El papa no se olvidó de otro gran tema de la actualidad y expresó su cercanía a «las víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de violencia».
El Vaticano envió el domingo un telegrama a los iraquíes, al día siguiente del atentado suicida reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) que dejó 32 muertos tras un partido de fútbol en la localidad de Al Asriya.
En un mensaje más bien sombrío, el pontífice también quiso ofrecer su contrapunto de esperanza a Siria, dando su pleno apoyo a las negociaciones de Ginebra.
«Cristo resucitado indica caminos de esperanza a la querida Siria, un país desgarrado por un largo conflicto (…) Encomendamos al poder del Señor resucitado las conversaciones en curso para que (…) se puedan recoger frutos de paz», declaró.
También rezó por Yemen, Libia y el conflicto israelo-palestino. Entrevió además un «fermento de esperanza» en los conflicto civiles en Burundi, Mozambique, República Democrática del Congo y en Sudán del Sur.
«El mundo está lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas diarias están repletas de informes sobre delitos brutales, que a menudo se cometen en el ámbito doméstico, y de conflictos armados a gran escala que someten a poblaciones enteras a pruebas indecibles», recordó Bergoglio.
Francisco terminó su discurso con unas palabras dirigidas a «los ancianos abrumados que en la soledad sienten perder vigor» y a «los jóvenes a quienes parece faltarles el futuro».
En este Año Santo de «Jubileo de la Misericordia», no hubo una presencia masiva de fieles durante las fiestas pascuales. Pese a la popularidad del papa Francisco, ciertas estimaciones indican que hubo en Roma 20.000 visitantes menos que el año pasado durante la Pascua.
Jean-Louis de la Vaissiere / AFP