Desde 1992 ya se venían gestando articulaciones de los movimientos sociales afrodescendientes para enlanzar nuestras luchas contra la discriminación, la exclusión social, la pobreza absoluta
Unas de las creaciones culturales más extraordinarias de nuestra América es la cultura garifuna, que tuvo su punto de partida en la actual República Bolivariana de Venezuela, cuando miles de arawacos y caribes salieron en contra de su voluntad ante el coloniaje que ejercía el imperio español. La isla de Saint Vicent y las Granadinas fue la tierra receptora de esa migración involuntaria.
En esa isla se encontraron con las y los africanos y sus descendientes, quienes se habían refugiado debido al naufragio de un barco negrero inglés en el siglo XVII. Es allí donde, a través de un hermoso proceso de transculturación, se va a entretejer una especificidad cultural con características propias, donde los dioses y diosas africanas se encontrarán con sus pares arawakos y caribes, creando un patrimonio espiritual único, bajo una estructura lingüística propia.
Expulsados de esa isla en 1796, por el gobierno colonial inglés van a llegar a Punta Gorda, isla de Roatan, en Honduras, el 12 de abril 1797, desde donde se expandirán a Nicaragua, Belice y Guatemala y hoy su diáspora abarca otros espacios territoriales como New Orleans, New York y Miami (EE.UU.).
Un lider garifuna
Desde 1992 ya se venían gestando articulaciones de los movimientos sociales afrodescendientes para enlanzar nuestras luchas contra la discriminación, la exclusión social, la pobreza absoluta que nos afectaban a más de ciento cincuenta millones de afrodescendientes. Por primera vez me acerqué a la cultura garifuna a finales del siglo pasado (1998) en San Pedro Sula, para comenzar a construir una agenda común de sumo interés para nuestros pueblos. Con el tiempo, fuimos conociendo varios líderes y lideresas garifunas, entre quienes destacaban Salvador Suazo, Roy Guevara, Mirtha Colón, Mirian Miranda y Celeo Álvarez Casildo. Celeo, después de una trayectoria como líder sindical, crea en la década de los noventa la organización de Desarrollo Étnico (Odeco), con una visión integradora afro que incluye la diáspora garifuna y organizaciones afro en centroamérica. Varios fueron los escenarios que pudimos compartir desde la OEA, la ONU, UNESCO, Ginebra (Suiza), Washington (EE.UU.), Sao Pablo, Brasilia (Brasil), Costa Rica, con la finalidad de llegar a la tercera Conferencia Mundial Contra la Discriminación Racial en Durban, Sudáfrica, 2001, donde nos autoproclamamos afrodescendientes. Con Celeo, al igual que muchos líderes y lideresas, logramos juntos un impulso sin precedente en la historia de una agenda afrodescendiente común: colocar nuestras más sentidas aspiraciones en las políticas públicas de nuestros gobiernos y en organismos multilaterales.
Diferencias y coincidencias
Recuerdo que, en varios momentos, tanto en Washington, Ginebra, Chile o Durban, tuvimos que reunirnos el líder afrouruguayo Romero Rodríguez, Celeo y yo, para limar diferencias en cuanto a enfoques y planteamientos políticos, porque tuvimos diferencias en cuanto a puntos de agendas y en eso fuimos frontales en las discusiones.
Siempre nuestras discusiones fueron en un marco de respeto y nunca se personalizaron, eran discusiones políticas sustanciales de fondo, y eso lo teníamos claro.
Nuestros puntos de diferencias se evidenciaron fuertemente en el año internacional afrodescendiente (2011), que giró en torno a la Cumbre Mundial de Honduras, casi después del golpe de Estado contra Manuel Celaya, y en lo particular le sugerimos que la Cumbre se diera en otro lugar de Centroamérica, por las implicaciones de la repercusión del golpe avalado por el imperialismo y la represión posterior hacia al mismo pueblo garifuna.
Para ese año 2011, el tema de la progresividad para la construcción de un modelo social afrodescendiente de justicia social, se planteó en el Encuentro Afrodescedientes de Caracas. No se trataba de un problema solo de izquierda o derecha, sino del modelo social a construir fuera del marco del neoliberalismo. Es ahí donde está la batalla por una agenda del siglo XXI entre las y los afrodescendientes.
¿Cuál es el modelo de sociedad por el cual luchamos, más alla de cualquier romanticismo? Eso nos alejó por un tiempo. Luego nos encontramos en el 2012 en la isla de Saint Vicent con motivo de una discusión organizada por nuestro embajador Joel Pérez Marcano, precisamente en esa isla, donde surgió la cultura garifuna. Allí compartimos de nuevo nuestras diferencias y coincidencias y nos comprometimos a buscar puntos comunes, intercambiamos correos y posibilidades de avanzar en el marco de acuerdos y desacuerdos.
A través del académico Jhon Anton, me entero de su enfermedad, cáncer de garganta. Inmediatamente lo llamo, me dice que estaba en tratamiento y lo sentí lleno de fe. Por último, nos vimos en la universidad de Harvard, en un simposio organizado por esa Universidad en diciembre del año pasado. Una vez más nos reunimos Romero, él y mi persona para ver nuestras agenda comunes y habíamos quedado en reunirnos este mes de abril en La Ceiba, Honduras, para conmemorar la cultura garifuna, pero el cáncer cerró la cita prevista.
Ayo nati…. Adiós hermano, en lengua garifuna.
“No se trata de un problema solo de izquierda o derecha, sino del modelo social a construir fuera del marco del neoliberalismo…”